Por lo menos uno, tal vez dos, o quién sabe si un significativo número de miembros de las Farc serán extraditado a los Estados Unidos. No por ahora, porque todavía todo está en remojo. Los bastimentos se están cocinando y la carne merece ablandarse con más fuego. No le van a dañar la fiesta al secretariado y tampoco van a malograr el Nobel a Santos. Y mucho menos quieren echarle un balde de agua fría al extraño y cada vez más afrentoso acuerdo de paz, llamado ahora posconflicto o posverdad. Pero vendrá la noche negra cuando un fiscal de un distrito judicial en Estados Unidos (posiblemente el de la Corte Este de Nueva York) se siente enfrente de su computador y arme un proceso por narcotráfico y lavado de activos contra algún destacado vocero de esa organización. Allí será el crujir de dientes. No importará que el acuerdo lo llamen especial o esté depositado como un sarcófago bajo la custodia del gobierno suizo. Esas filigranas no importan para un fiscal estadounidense. Allá las cosas son a otro precio.
Las razones sobran, por ejemplo, la reciente extradición autorizada por el presidente Santos contra Rubén Durán Moreno será el fósforo que prenda el castillo de pólvora. Recordemos que este personaje fue uno de los tantos conejos que metió las Farc en la lista que entregó al gobierno de su grupo (Hicieron lo mismo que los paramilitares cuando vendían membresías a narcotraficantes). Cuando este sujeto pise suelo norteamericano y entre a una fría cárcel, cuyo idioma no sea el suyo, sin familia que lo visite, con la amenaza de pasar varios años en un cubículo de dos por tres y sin mas compadre que su abogado, en ese momento, su memoria no será episódica sino semántica; es decir, todos los recuerdos se recuperarán y no le quedará otra alternativa que hablar. Y allí tendrá que contar con pelos y señales, pruebas y rutas, laboratorios y cargamentos de cómo lograron enviar varios kilos de droga hacia suelo gringo. Y para que la sapeada y el beneficio sea en combo tendrá que delatar a los compinches y es allí donde aparecerán los nombres de un Romaña, un Paisa, un Márquez, y por qué no, un Timochenko.
La Farc tiene dos buitres que sobrevuelan y que no la dejan dormir (no es propiamente la JEP): la Corte Penal Internacional y la extradición. Es posible que los esguinces jurídicos pactados en la Habana logren engatusar a la Fiscal de la CPI, pero a la justicia norteamericana le vale un pepino el acuerdo de paz o la JEP, si hay indicios o pruebas de que sus miembros participaron o están participando en el negocio del narcotráfico. Y si sus testaferros han utilizado el sistema bancario norteamericano podrían compartir celda con el expresidente de la Federación de Fútbol, Luis Bedoya
Así como Jorge 40 y Salvatore Mancuso compartieron temporalmente cárcel en Washington, un fariano y un eleno podrían estar dentro de algunos años en una prisión americana.