Dos taxistas están frente al televisor viendo Colombia vs. Chile, el juego decisivo para la clasificación al Mundial. Después de un infausto primer tiempo, momento en que la Selección se va al vestuario siendo vapuleada por tres goles, los muchachos se arrodillan frente a la Virgen del Carmen y le piden el milagro: si Colombia empata ellos, como sea, irán a acompañar al equipo a Brasil. La virgen de los conductores parece escucharlos, suenan truenos, se va la luz, cierran por un momento los ojos y cuando los vuelven a abrir ven que Falcao convierte de penal el empate definitivo. El milagro se ha dado, ahora viene lo difícil, buscar los millones que necesitan para asistir a la máxima justa deportiva.
Entonces empieza el festival de la ramplonada, el absurdo y la mueca simiesca, los estereotipos, la incapacidad ya probada por los cineastas colombianos de separarse del lenguaje televisivo y hacer, sin otra pretensión que divertir, una comedia original, cinematográfica, una comedia en donde uno necesariamente no tenga que recordar a Sábados felices.
Fernando Ayllón demostró con Secretos que se podía hacer un cine nacional entretenido, coherente y con muy pocos recursos. Este thriller, sin tener en su espalda ningún tipo de estrategia publicitaria, fuera de los comentarios de periodistas amigos y del infalible voz a voz, logró meter más de 50.000 espectadores en las salas del país, contando apenas con unas cuantas copias. Una cifra más que alentadora teniendo en cuenta no solo la relación costo-beneficio, sino la indiferencia que puede tener el espectador colombiano ante una película nacional, si ésta no viene apadrinada por Caracol o RCN.
Parecía que el realizador, de amplia trayectoria en televisión, había resuelto el enigma de lo que el público colombiano quería ver. Alentado por ese primer éxito de taquilla, decidió aprovechar la fiebre mundialista y escribir un guion en menos de un mes, filmar en tres semanas y editar a todo vapor durante 30 días para tener listo Nos vamos pal Mundial, antes de que se diera el pitazo inicial en Brasil.
Curtido en la comedia dado que en sus comienzos fue asistente de dirección del programa Ordóñese de la risa y había debutado en el cine con la inenarrable ¿Por qué dejaron a Nacho si era tan buen muchacho?, decidió apostarle a lo seguro, evitar cualquier tipo de experimentación y exprimir la fórmula de la comedia populista, como bautizaría a este tipo de películas el crítico Oswaldo Osorio.
Nos vamos pal Mundial le apuesta a esa inmensa masa de gente que va una vez al año al cine y goza viendo a sus ídolos de la televisión o la radio, sin que les interrumpan la narración con los siempre inoportunos comerciales. Por eso Ayllón se decanta por el popular Polilla para que sea su protagonista. Al lado mío estaban una pareja de esposos y el tipo cada rato le decía a la muchacha “Mira, este es Polilla, el de La luciérnaga” y apenas salía en un plano ambos se reían, sin ni siquiera escuchar lo que podría decir el imitador. Es un comediante y los comediantes siempre hacen reír, así no digan nada. Para darle un toque vintage a este homenaje a la clasificación de la Selección al Mundial, Ayllón decide desempolvar a la querida Maru Yamayusa, la recordada Josefa de Dejémonos de vainas y así hilvanar cinco sketches y poner a rodar una historia que no tiene ni pies de cabeza, que apela a la típica ordinariez y al lugar común para hacer reír, objetivo que está lejos de conseguir.
Después de tantas comedias que se parecen unas a otras, de gastar tanto el mismo chiste, la misma situación imposible, la gente, incluso la que nunca ve películas, se sabe de memoria la fórmula. Esta vez ni el idilio que vivimos los colombianos con la Selección de Pékerman, ni la fiebre del álbum Panini que se vende en cada esquina del país, pudieron salvar de la indiferencia a esta lamentable comedia. Con 67 copias, Nos vamos pal Mundial fue vista por 36.199, una cifra que si bien no es un desastre, si está muy por debajo de lo que se esperaba.
Lo triste para Ayllón y sus muchachos es que por apostarle al espejismo del éxito taquillero, han dejado de hacer otros proyectos más personales y queridos, algo que no les hubiera reportado un éxito económico pero hubieran tenido la satisfacción de consolidar una obra, de demostrar que pueden hacer películas tan importantes para nuestra cinematografía como Secretos.
Claro, en su camino se ha cruzado Caracol y su Sueño mundialista protagonizada por el irritante cienciólogo de ojos brotados, película que desde ya se anuncia como la más taquillera de estos meses premundialistas. La única diferencia de calidad que puede haber entre Vamos pal Mundial y la segunda parte de De Rolling por Colombia es que esta última tendrá garantizada la cuña en todos los medios día y noche y la gente, como está más que demostrado, hace lo que el televisor ordene.
Esperemos que Vamos pal Mundial recupere su inversión y que no sea más que un mal recuerdo en la carrera de este interesante director que ya ha demostrado que no necesita grandes presupuestos para hacer una película decente. Todo un logro teniendo en cuenta la precariedad de nuestro cine.