“¡Vamos a terminar como Venezuela!”, es una frase de cajón que se repite con frecuencia en las calles de las principales ciudades colombianas, frase que representa el miedo que muchos ciudadanos tienen cada vez que se mencionan noticias sobre las FARC o sobre la situación política de Venezuela.
La verdad creo que sí vamos a terminar como Venezuela, pero no por adoptar ideas “castrochavistas” como cientos de militantes del Centro Democrático proponen. Tampoco, por aceptar cada día los actos de corrupción más descarados y sinvergüenzas, “vamos a terminar como Venezuela”. Ambos países presentan el mismo problema, problema que nada tiene que ver con la corriente política que se adopte. El inconveniente, aunque no sea el único, sí entra en la categoría de los más importantes y es la adoración casi sagrada que tenemos a ciertos “líderes políticos” quienes hablaron de cambio y mejoras antes de llegar al poder y se aferran a este sin importar el daño que le puedan causar al país y al pueblo que en su momento prometieron ayudar.
Venezuela pasa por una innegable crisis política. Esta inició desde el momento en que el entonces comandante Hugo Rafael Chávez Frías obtuvo el cargo de presidente de la República Bolivariana de Venezuela después de haber ganado las elecciones de 1998, cargo en el cual se mantuvo hasta su muerte; pero que antes de ella y como si se tratara de su última orden pidió al pueblo venezolano apoyar a su entonces vicepresidente Nicolás maduro. Ahora cuando la inflación alcanza niveles nunca antes imaginados, el desabastecimiento es más evidente cada día y la presencia de una posible guerra civil se aproxima, millones de venezolanos se preguntan “¿en qué hemos fallado?”. Fallaron en creer ciegamente en la palabra de una sola persona, en nunca atreverse a cuestionar las decisiones que tomaban los más importantes “líderes políticos”, y a pesar que de algunos valientes se atrevieron a hacerlo, estos últimos fueron tratados como traidores y delincuentes.
Ahora veo a Colombia como un país que no está alejado de presentar una situación similar a la de su vecino. Parece que Colombia va a caer en el mismo error garrafal. Vemos a miles de colombianos seguir las palabras del expresidente Álvaro Uribe Vélez sin atreverse a cuestionarlo. Muchos ven en su joven figura de 64 años al líder que Colombia necesita y anhela, algunos incluso llegan acudir a las agresiones físicas solo por defender a su “mesías”, y otros deciden marchar en contra de la corrupción pero pocos se atreven a cuestionar las acciones de este expresidente durante su gobierno.