La historia del Casanare la quiere repetir el Estado Colombiano en el Caquetá. Pero no esa historia que habla de relatos en medio de una tierra hermosa cubierta por olores de plantas, ruidos de animales y “ríos tropicales” donde el agua cristalina corre a borbotones por la misma vorágine de aquel Rivera que describiera la fuerza del llano y la pureza de la selva, sino otra que habla de abandono, muerte y desolación por culpa de la extracción petrolera.
De esa aterradora historia, de la misma que describe una tierra árida con miles de animales muertos e hinchados por falta de agua y de pobladores que han tenido que irse para no morir de hambre y de sed, ya se están comenzando a ver y escuchar los primeros relatos en Valparaíso, un municipio relativamente joven (1985) ubicado al sur del departamento del Caquetá.
Este territorio basa su economía en la ganadería y como todos los municipios de este extenso departamento del sur colombiano, está ubicado en medio de una riqueza natural y ecológica sumamente importante. Sin embargo, y gracias a la expansión minera apoyada por el gobierno central en esta zona del país, la fauna, la flora, los ríos, las quebradas, los paisajes y la tranquilidad de sus pobladores, van a sufrir la misma transformación nefasta e irreversible que experimentan todos los municipios de Colombia donde la explotación petrolera hace su macabra aparición para intentar llenar las arcas de las multinacionales petroleras.
Hace pocos días, un pequeño grupo de campesinos de la región protestó de manera pacífica para impedir que la multinacional Emeral Energy comenzara a ingresar su maquinaria para las exploraciones. Unas exploraciones que se quieren hacer sin tener en cuenta el clamor de los habitantes y la afectación de una zona considerada reserva natural que incluye miles de hectáreas de bosques nativos habitados por cientos de especies animales y vegetales endémicas. Dicha protesta fue repelida violentamente por varios escuadrones del SMAD, quienes golpearon e hirieron a varios de los manifestantes sin que nadie sepa aún quién o por qué se dio esa orden.
El hecho es que el Estado solombiano quiere convertir poco a poco al departamento del Caquetá en otro desierto. Es decir, en otra región donde después de extraerle millones y millones de barriles de petróleo no queden más que grandes extensiones de ríos secos, huesos de animales, tierras infértiles y fincas abandonadas. Una vorágine de olvido y desolación.
Lo paradójico de esta infortunada historia, y que ahora toca a uno de las regiones más ricas en biodiversidad del país, es que mientras los medios de comunicación nacional, el presidente de la República y el ministro de Medio Ambiente se indignaban por el desastre ambiental cometido por un acto terrorista de la guerrilla en Tumaco, se hacían los de los ojos ciegos frente a la alarmante situación que viven cientos de pobladores de la zona rural de Valparaíso y los municipios aleñados que ven indefensos cómo les quieren cambiar agua por petróleo a punta de garrote, bala y gases lacrimógenos.