Los hechos no dan tregua, siguen agotando la conciencia pública. Todos los días, a todas horas una y otra noticia sobre la situación de la justicia nos abruma. Un pesar.
Insistamos: en estos momentos de caos, de la denominada crisis en la justicia, el llamado no está, no puede estar en simplemente agobio. No, es día de reflexión, de concitar a su respeto, de buscar con rápidas respuestas, la demostración de la ponderación, la prudencia, la independencia, la imparcialidad y, por supuesto, de la justicia.
Los hechos son de una gravedad inenarrable. Es así. No obstante, y esperando desde luego que se ofrezcan el debido proceso y el derecho de defensa a los involucrados, el paso siguiente es volver por los fueros de la Toga.
Es una carga muy fuerte para el Valor Justicia que al escándalo se le otorgue el mote de ‘Cartel de la Toga’. No hace provecho y, por el contrario, lastima no solo a los operadores judiciales actuales, muchos y en su gran mayoría probos, cumplidores de su función, sino a aquellos que se inmolaron por el país, por su recuperación. ¿será necesario poner ejemplos? Muchos.
Es una carga muy fuerte para el Valor Justicia
que al escándalo se le otorgue el mote de
‘Cartel de la Toga’
Ya lo habíamos expresado, el Valor Justicia no es de nadie en particular, es de todos y, como valor común, no puede mancillarse; no existe nada de productivo o de constructivo en ello.
Recordemos que: “(…) «La toga, el traje de autoridad de los jueces» que el negro de los trajes se debe a un luto histórico. La muerte de la Reina María II de Inglaterra en 1694 vistió a todos los magistrados de negro. Tras varios años de luto, los ropajes oscuros arraigaron entre los jueces y asumieron este color como símbolo del respeto y la sobriedad que los casos tratados por la Justicia exigen”; y, así: “La función de la toga es la de proyectar respeto y autoridad tanto a las partes como a los espectadores presentes. Es una forma teatral de comunicar que lo que se está tratando en la sala tiene la máxima importancia”.
Es por ello que ligar la idea de la toga al despectivo vocablo cartel, afecta no solo a la indumentaria sino al valor justicia que a todos pertenece, que todos esperamos recibir, que todos anhelamos, que todos requerimos y que implica una gran exigencia de equilibrio, de mesura, que ha sido deferida a los jueces en su gran mayoría hombres y mujeres de bien. Por ello, debemos reflexionar en cómo asumimos los temas en momentos de dificultad.
Surgen entonces las preguntas sobre qué pasó para que estas terribles circunstancias se hayan presentado. Muchas hipótesis surgen y se oyen voces que invitan a la reforma que, como ya lo había manifestado, no creería que sea el camino cuando el problema en sí no se halla en las normas.
Miren Ustedes: en la frustrada Reforma de 2012, la contaminación de los mandatos regulatorios, que son estrictamente políticos (Congreso), se cruzaron con la función en el mandato del aparato judicial: se trataba de la muy publicitada reforma judicial. Varias de las ideas allí contenidas eran y, siguen siendo algo muy sencillo, normal, como que el gobierno judicial dejara de ser magistratura para convertirse en gerencia; en cuanto al control de la actividad se preveía un ente que investigaba y juzgaba faltas y delitos de los Altos Funcionarios; la posibilidad de la Segunda Instancia en el control social de los congresistas, nada del otro mundo; una reingeniería en la pérdida de investidura, que corresponde al Consejo de Estado (diferencias en los elementos de impostura o faltas). En fin, como se dice en coloquios: nada especial.
Pero cuando la reforma, que correspondía a los estamentos de decisión, se topó con el interés y los particularismos, se produjo lo que se produjo: se maximizaron, no los contenidos de las normas de la función, sino los beneficios interconectados, entre los reformadores y los sujetos de reforma; en otras palabras se maximizaron los beneficios de los integrantes de las altas cortes, como es el caso específico del aumento de edad de retiro forzoso y aumento del periodo, aun para quienes se encontraban en funciones, de un lado; y, de otro, desconcentración de las funciones de la Corte Suprema de Justicia, en la función de investigación, juzgamiento o, en punto de llevar a cabo los procesos contra los aforados Constitucionales y legales, no solo congresistas sino ministros, gobernadores, etc.
Esa experiencia, que fue no solo compleja, sino que estuvo envenenada, es un caso de contaminación; experiencia que, por supuesto, en el nuevo debate no se puede permitir.
Entonces, ante la adversidad, el ‘valor justicia’ debe salir y saldrá avante si tomamos la actual crisis como una oportunidad para la reflexión, para la revisión de anteriores experiencias, para que no se repita lo no deseable. El país lo requiere.