Valledupar: una ciudad caótica en convivencia ciudadana y movilidad urbana

Valledupar: una ciudad caótica en convivencia ciudadana y movilidad urbana

'La capital del Cesar no se escapa de la apatía democrática, corrupción e indiferencia ciudadana'

Por: Carlos Andrés Galeso
julio 15, 2016
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Valledupar: una ciudad caótica en convivencia ciudadana y movilidad urbana
Foto: elpilon.com.co

Valledupar, aquella ciudad reconocida por celebrar año tras año la fiesta de acordeones más importante del mundo, no escapa de la conflictividad generalizada que afecta al pueblo colombiano: apatía democrática, desmedida corrupción, indiferencia ciudadana, ineficiencia en la administración pública, inseguridad, violencia, entre otros tantos problemas que mantienen anquilosada y obcecada a su población.

Una ciudad capturada por mafias políticas que dista de la sartórica monarquía anglófila, debido a un poder público recurrentemente ejercido por tradicionales familias de linaje campirano y ejemplificado en la relación patrón-cliente que dominó a mediados del siglo XIX, es actualmente un fárrago territorio azorado por la anarquía, el caos, el desorden y la incultura en movilidad urbana. Convivir en Valledupar se convirtió en un verdadero desafío, pues el incontrolable tráfico vehicular, la deteriorada y vetusta malla vial y la irascibilidad de conductores y peatones evidencia un escenario que atiza el desconocimiento a todas las normas de tránsito e incita un comportamiento deletéreo que se traduce en una ciudadanía agresiva y hostil.

Movilizarse en Valledupar implica un alto riesgo de ser víctima de un accidente de tránsito por la desesperación, estrés e imprudencia de la mayoría de personas que pilotea cualquier tipo de vehículo. Infortunios de esta naturaleza advierten que los afectados esgriman amenazas, lancen denuestos e improperios y propicien riñas callejeras con tal de buscar un responsable ante una situación que refleja a todas luces la falta de cultura ciudadana y de valor público en sus habitantes. Verbigracia, la actitud de conductores de buses y taxis que si bien se comprende desarrollan su actividad laboral con un tiempo establecido, atormentan a los ciudadanos con una execrable y vulgar forma de pitar para que los autos corran a pasar un semáforo en verde. También aplica el llamado a la cordura, para los choferes de las ambulancias que con cierta avidez acuden a la sirena generando una canicular barahúnda aun cuando no se encuentran en la prestación de un servicio de urgencia.

Con todo y lo anterior, ha de adicionarse la abyecta, cuestionada y endeble función pública desarrollada por la Secretaría de Tránsito Municipal caracterizada por cobros irregulares, desidia, dilapidación del erario, funcionarios farisaicos y tráfico de influencias, un panorama turbio y poco alentador para superar la problemática planteada. Llegado a este punto, se requiere estructurar un nuevo modelo de ciudad que no experimente el isomorfismo mimético que siempre utilizamos los colombianos al copiar las propuestas que en otrora han aplicado varias capitales alrededor del mundo en temas de convivencia ciudadana y movilidad.

La idiosincrasia del pueblo vallenato ha de ser el hilo conductor para establecer un esquema cultural que urge erigir a través de la gobernanza y no para favorecer adeptos políticos ni compromisos burocráticos. Para lograrlo, es indispensable que el gobierno local ponga en el centro de la acción pública al ciudadano e invierta ingentes recursos de manera responsable en los mismos, con miras a crear afectividad por el lugar en el que viven, educarlos y hacerlos participes activos de las decisiones públicas que los afectan. El cambio no será inmediato, pero si la cultura ciudadana se convierte en una continua política pública y no en intermitentes ensayos demagogos como ha sucedido en las últimas administraciones, los resultados se verán reflejados en las futuras generaciones.

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