Edwin Robles es un parapsicólogo, lo que equivale a decir que es un charlatán.
Las2Orillas es un medio de comunicación y opinión, lo que equivale a decir que es una fuente de formación de criterio para sus lectores.
Edwin Robles promociona y usufructúa su supuesta capacidad de hablar con los muertos, lo que, al menos en principio, no es un delito. El mundo está lleno de sacerdotes, homeópatas, videntes y demás vendedores de ficciones en búsqueda de público incauto o necesitado de discursos salvadores.
Las2Orillas se ha caracterizado desde su aparición por la diversidad de opiniones que acoge y por la apertura democrática de sus espacios, donde escriben desde reconocidos columnistas de sólida trayectoria hasta músicos y amas de casa. Esa generosidad trae una visible desventaja: la heterogénea solidez de sus artículos, no todos equiparables en piso investigativo, ortografía o redacción. Pero ello, en lugar de constituir una desventaja, es el gran logro del portal. La variable calidad de los publicaciones es un precio corto a pagar a cambio de su refrescante carácter democrático.
Si queremos evaluar la solidez de un medio como Las2Orillas debemos entonces remitirnos a los artículos firmados por Las2Orillas. Son esos y no los escritos por los columnistas de planta o los publicados en la sección abierta Nota ciudadana, los que revelan la postura editorial y el verdadero carácter del portal. Por eso me resulta imperdonable el artículo El parasicólogo del Cartel de la Mega que habla al aire con los muertos, sobre la vida y obra de Edwin Robles, publicado el pasado 8 de julio en Las2Orillas —y firmado por Las2Orillas—.
En la columna mencionada, Las2Orillas valida —quiero pensar que de una forma no intencional— la estafa de Robles. Su redacción da por ciertas las habladurías del personaje y renuncia al elemental escepticismo que debería regir este tipo de publicaciones.
“Edwin Robles cuenta con un poder desde los cinco años que le permite realizar exorcismos y limpieza de casas embrujadas.” Esa es la entradilla de la columna.
Los verbos conjugados en presente de indicativo no dejan lugar a la duda. No se trata de que Edwin afirme tener un poder o de que Edwin tenga un supuesto poder. Se trata de que Edwin tiene efectivamente el poder y ese poder le permite realizar exorcismos.
Y la columna toda está escrita en el mismo tono confirmatorio y exento de duda.
“Bogotá (...) está lleno de fantasmas. El parasicólogo Edwin Robles (...) tiene el poder de ver estos espectros todo el tiempo.”
“El único que sabía que no mentía era su abuelo. Gracias a él entendió que ver gente muerta no era una maldición sino un don (...)”.
“(...) en 1988, va al Mesón de Indias, un restaurante en plena Candelaria en donde el espíritu de un niño, llamado Baltazar, enloquece a sus comensales. Se quedó toda una noche hasta que sintió su presencia.”
“En Saltagatos (...) vio cómo su compañero del cartel de La Mega, Xavier Piñeros, era poseído por un espíritu. Guiado por su instinto (...) logró expulsar al agente infernal.”
Solo al final el articulista describe
la duda de algunas personas frente a Robles,
pero no la suya
Solo al final de la columna el articulista describe la duda de algunas personas frente a Robles, pero no la suya. El escritor no hace otra cosa que dar por ciertas todas las afirmaciones del personaje.
En lo personal preferiría que los medios de comunicación ejercieran un control estricto a la divulgación de pseudociencias y charlatanerías, pero entiendo que la real apertura a las diversas visiones del mundo es lo suficientemente valiosa como para ser tolerante con algunas opiniones sin sustento.
Lo que no debería suceder es que el espacio destinado a generar opinión, el que lleva la firma del medio, renuncie a cuestionar las posturas pseudocientíficas. Esa renuncia es una lamentable validación que erosiona, como pocas cosas, el intento de construir respetabilidad.