Vivimos en una época donde tomamos un smartphone y podemos enviar o recibir una foto o video de cualquier lugar del mundo en tiempo real. También, podemos entrar a la página de la CIA o de nuestra Policía Nacional y "supuestamente" solicitar información o ayuda. Sin embargo, a veces cuando una mujer pide que la socorran porque está siendo amenazada o agredida, no la obtiene o llega demasiado tarde.
Como una sociedad que se acomoda rápida y perfectamente en un mundo de tecnología y de comunicación, donde la tendencia es de igualdad y respeto mutuo, ¿se permite que una mujer sea maltratada, muchas veces hasta provocarle la muerte? Tal vez la respuesta es que somos una sociedad farisea e hipócrita al máximo.
Personalmente, no he visto a nadie que se manifieste en favor de que maltraten a una mujer, todos lo repudian, todos lo rechazan. No obstante, cuando están frente a un caso de maltrato pululan los comentarios como: "por algo habrá sido", "eso en una semana están de vuelta" "eso es que ella quiere plata" "¿por qué aguantó tanto tiempo?, ¿no será que le gusta? y esta perla, en "pelea de parejas nadie se debe meter".
Me puede podrir el alma esto, ¿cómo así que un hombre está maltratando y golpeando a una mujer y nadie debería intervenir porque es una situación muy íntima y privada? Ya de por sí aguantar el maltrato de la pareja es algo traumatizante, humillante y bajo, a veces denunciarlo resulta peor.
Yo viví ese calvario, soy de provincia y comencé una relación desde mis 14 años. Viví momentos lindos, mi adolescencia, mi época de estudio, de primeras fiestas, de salidas, todo eso en pleno auge de redes sociales, donde nos llega información inmediata y también la damos. No puedo decir que esta época sea peor o mejor que las pasadas, ya que no conozco otro tipo de vida.
Mi primer celular lo tuve a los 13 años y mi Facebook y todo lo que iba apareciendo lo iba experimentando. Estoy segura de que al mundo de la informática y las redes no hay que huirle sino usarlo a favor, pero a veces mientras el mundo marcha hacia adelante nos quedamos o marchamos hacia atrás. Por ejemplo, algo que nos debe hacer más libres y ampliar nuestro horizonte se convierte en lo contrario y pasa porque nosotros lo permitimos.
¿Qué tal darle las claves de nuestras redes sociales a nuestro novio para que el controle y sea testigo de todo como acto de confianza y prueba de fidelidad? Sin temor a equivocarme, les digo que esa es la cuota inicial a un futuro abuso y maltrato. Paradójicamente, eso lo pienso ahora, antes se me hacia de lo más normal, es más todas las chicas lo hacíamos.
Comencé a ser maltratada por mi novio, ¿cómo pasó?, ¿por qué lo permití?, ¿por qué todos mis amigos, familia y allegados nos mostramos casi narcotizados ante esa situación por años? Llevo noches enteras preguntándomelo sin encontrar respuesta lógica. Estoy estudiando psicología y creo que tendré que estudiar mucho para entender una explicación lógica y científica a todo esto.
El día que tuve el valor de denunciar ante la autoridad y los medios y dije ¡no más! Sentí que me quitaba un inmenso peso que llevé por siete años, pero no me duró mucho esa sensación de alivio. Unas horas más tarde sucedió algo peor, porque las agresiones las padecía y lloraba en mi cuarto en silencio o con mis amigas más allegadas, no en público que era a lo que tanto temía y me avergonzaba.
En Facebook Live entrevistaron a mi agresor para que se defendieran de mis acusaciones, vi gente que no me conocía ni sabía de la situación llamarme mentirosa, decían “lo que quiere es perjudicarlo”. Escuché justificar mi agresión y minimizarla, pareciera que se invirtieron los roles y yo era la culpable por permitir, por tener la piel delicada. Hasta le preguntaron a mi agresor si pensaban iniciar acciones legales contra mí por perjudicar su nombre y su carrera.
Me sentí sola, humillada, me avergoncé de mi género, mujeres en contra de otra mujer justificando esa acción. Me avergoncé de mi gente, personas recriminándome el haber demandado ese acto y hacerlo público y no pensar el perjuicio que eso causaría. Sin embargo, comencé a recibir mensajes de mis amigos, de mucha gente que no me conocía, de niñas de12 años diciéndome: “bien, Valentina, estamos contigo”. Otras decían “a mí me pasa igual, Vale, y me da miedo denunciarlo”. En fin, para ser francos fueron más los que me mostraron apoyo y rechazaron de tajo todo acto violento contra mí.
Ante ese cáncer del maltrato no hay vacuna, estrato o nivel cultural, cualquiera de nosotras lo puede padecer, solo nos queda unirnos, gritar, elevar nuestra voz de protesta, pero más fuerte, y pasar a los hechos. No más, apoyo de palabra, no más indignaciones facilistas, no más "a una mujer no se le toca ni con el pétalo de una flor, pero no me meto porque no es asunto mío". No, no, no.
Soy Valentina Acero y de acero estamos hechas las mujeres, soy una sobreviviente. Desde ese día me he prometido que estaré día y noche para cualquier mujer, no importa, edad, estrato, nivel cultural, ni nada. Toda aquella que esté sufriendo cualquier clase de abuso podrá llamarme, escribirme por WhatsApp, mensaje, email, lo que quieran o puedan, a la hora que sea. Siempre estaré para orientarlas, colaborarles; lo que no sepa lo averiguaré, lo que no tenga lo conseguiré, todo por apoyarlas, juntas somos más fuertes, ¡somos familia!