En alocución al país por parte de las más altas autoridades públicas, el comandante general de la Policía Nacional afirmó que su institución tenía que cumplir la ley y lo hacía, negando abiertamente que miembros de ella recurrieran al uso de las armas de fuego contra la población en protesta. En su criterio, las redes sociales estaban siendo manipuladas por gente inescrupulosa, difundiendo imágenes y mensajes opuestos por completo a la realidad.
Desde luego que no puede negarse que existen noticias falsas por WhatsApp, como esa que nos mostraba la noche del miércoles el texto del decreto declarativo de la conmoción interior, firmado por el presidente, cosa que no se había producido en realidad. Sin embargo son demasiados los videos tomados de protestas y enfrentamientos callejeros, que muestran agentes policiales disparando sus pistolas e incluso sus fusiles contra ciudadanos inermes.
Imágenes de cuarteles en donde policías de la fuerza disponible en formación ante sus mandos, reciben instrucciones momentos antes de salir al servicio. Llama la atención que al lado de ellos haya civiles también rigurosamente formados, con capuchas que cubren sus cabezas. Eso prueba que elementos de la Policía salen a las calles disfrazados de manifestantes. Hay videos donde se ve elementos así vestidos, manipulando sus armas de fuego en medio de policías uniformados.
Otros muestran policías en sus motocicletas que entran a las calles disparando sus armas, como esos vaqueros que en las películas del oeste usaban sus pistolas desde caballos al galope. Se los puede ver en varias redes sociales. Del mismo modo que a grupos de policías que muelen a garrote, puñetazos y patadas a muchachos que atrapan en medio de las calle. La Defensoría del Pueblo dio una cifra de 24 civiles asesinados y otros tantos desaparecidos desde que comenzó el paro.
Una cifra sin duda mezquina frente a lo que pudo haberse derivado de una conducta generalizada por parte de la policía en muchas ciudades y pueblos del país. Afirmar que todo eso es manipulación de mala fe, como lo aseguró el comandante general de la institución, roza con el cinismo, si no se trata de una ignorancia asombrosa sobre el comportamiento de los hombres bajo su mando, cuando salen de sus puestos a reprimir protestas.
Desconocer los actos de pillaje que se han presentado en muchas de las protestas también sería una manifestación de ceguera. Pero una cosa sí es clara. La inmensa mayoría de las movilizaciones y plantones se han cumplido de manera pacífica, incluso festiva, con banderas, pancartas, consignas, tambores, disfraces, danzas y alegre folclor. Pasando muchas de ellas en medio de formaciones policiales con escudos en sus manos sin que haya habido violencia.
________________________________________________________________________________
En algún momento aparecen los encapuchados que la emprenden a piedra y ladrillo contra los policías, comercios, bancos, estaciones de transporte público, que incendian buses y puestos policiales
_______________________________________________________________________________
En algún momento aparecen los encapuchados que la emprenden a piedra y ladrillo contra los policías, comercios, bancos, estaciones de transporte público, que incendian buses y puestos policiales, que destrozan los andenes para obtener los elementos contundentes que arrojan. Sus actuaciones suelen fundarse en previas agresiones de la Policía a las marchas, aunque también es evidente que en muchas ocasiones son ellos los provocadores.
Siempre se ha sostenido que la Policía y en general el Estado se valen de agentes provocadores para crear caos con determinados propósitos, entre los cuales está la adopción de medidas extraordinarias. No puede negarse tampoco que la conducta de muchos de los llamados vándalos se presta para que al final ese mismo propósito se cumpla. Ambos extremos son descalificados rotundamente por la abrumadora mayoría que protesta en forma pacífica.
La fuerza de la multitud que marcha y exige reformas o grandes transformaciones es lo realmente importante. La violencia sólo termina por generar más violencia. Aparte de lo masivas y pacíficas que han sido las protestas contra el gobierno de Iván Duque y el uribismo, otra de sus características es que está integrada mayoritariamente por jóvenes. Muchachas y muchachos que oscilan entre los 16 y 22 años, que cantan, saltan, gritan, aplauden y condenan.
Miles, pero miles de ellos distribuidos por distintos puntos de las ciudades. Una nueva generación que no quiere la guerra ni la violencia, que clama por un gobierno que los respete y les garantice un futuro. Completamente decepcionada del uribismo, ese monstruo político que ha dominado el país desde que tienen memoria. Su valor y decisión conmueven y despiertan la solidaridad. Los vi protestar contra alguien que intentó subirse a un semáforo en medio del plantón.
Por gente así es que dicen que somos vándalos, exclamaban unas muchachas que no llegaban a los dieciocho años. Se calmaron al ver que el del semáforo solo quería retratar el grafiti que sus compañeros habían dibujado en la calzada. ACAB, o todos los policías son bastardos, la consigna mundial contra el abuso. Las nuevas generaciones no soportan más cadáveres ensangrentados en las calles, y el uribismo les significa precisamente eso. Vade retro, Duque.