El tiempo, que pareciera pisar el acelerador en épocas vacacionales, recién nos acaba de estacionar en el momento en que es más que prudente recoger las luces, desarmar el pesebre y el árbol, el fin de las cabañuelas y cuando el ciudadano común, Juanita y Juan Pérez, ven de frente el nuevo año con expectativa, aunque en las circunstancias actuales la palabra más adecuada sería incertidumbre.
Por supuesto, para el retorno a la “normalidad”, dependemos del avance en la vacunación masiva. No obstante, en la tierra del realismo trágico, más nos vale encomendarnos a la virgen de Chiquinquirá o a San Juan de Dios (al santo, del hospital ni hablemos). Se entiende que aquella requiere una logística titánica, pero no deja de ser preocupante ver como otros países de Latinoamérica ya han iniciado dicha labor, mientras que en Colombia lo único que ha comenzado es el tradicional “fue que, que fue que” por parte del presidente y el ministro de salud.
Por otra parte, pensando en un bienestar social de manera integral, debe tenerse presente que la salud mental es prioridad en estos momentos. La depresión, la ansiedad, la aparición de conductas adictivas, junto con los casos de violencia intrafamiliar y de género, siguen mostrando un aumento en su incidencia. Al respecto, quizá hablar de “aislamiento social” siempre ha sido erróneo, lo que se requiere es aislamiento físico, dado que es el aislamiento social, tomado en un sentido literal, y en el que caen algunas personas (por tedio, porque no se adaptan fácilmente a las formas virtuales de comunicación, etcétera) el que puede conducir a la aparición de distintos cuadros psicológicos.
De parte de los medios masivos, y para estar mejor como sociedad, se requiere que haya un interés por formar y educar a la población, pero la tendencia es caer en el sensacionalismo implicado en centrarse en lo negativo y en las cifras o ir al otro extremo, característico de los canales privados e “influencers”, de dedicar mayor cantidad de tiempo al divertimento y la trivialidad. Por supuesto que una crisis sanitaria, vuelve relevante el papel de la divulgación científica, al alcance de toda la ciudadanía, gobiernos nacional y locales deben prestar más atención a la inversión, de recursos económicos y humanos, que promuevan un mayor conocimiento en materias de ciencia y salud. Se trata de fomentar la conciencia frente a la situación y esta solo se logrará teniendo un conocimiento de los distintos aspectos (biomédicos, psicológicos, sociales, etc.) de la pandemia, la vacunación y de otras enfermedades. ¿Pero para qué hacerlo si eso no da rating?
Se espera que sea un año de recuperación, seguramente el panorama se irá presentando más benigno en tanto se levanten las medidas que restringen la movilidad, y que dificultan que buena parte de la población pueda ganarse el sustento diario. En lo que va de este nuevo año, se vuelve a repetir el cuadro de calles de aspecto fantasmagórico y el sentimiento colectivo de que “el remedio es peor que la enfermedad”, que estamos recreando el 1984 de Orwell. Y es que ya cercanos a cumplir un año desde la llegada del COVID-19 a Colombia y de las respectivas cuarentenas, pico y cédula, toques de queda, etc., tendríamos que tener un mayor número de lecciones aprendidas, sin embargo, sigue habiendo la percepción de que se está improvisando y que mientras que en algunos aspectos la ciudadanía se mantiene sobreinformada, en otros reina el desconocimiento y la incertidumbre. ¿Y Juanita y Juan Pérez? enjaulados y expectantes, cual conejillos de indias.