En épocas preelectorales es oportuno hacer una revisión a la percepción que se tiene como pueblo frente a un concepto como democracia. Según datos de El Orden Mundial, en Colombia el 58% de las personas consideraba en el año 2017 que la democracia era mejor que cualquier otra forma de gobierno. Para el mismo año, en Uruguay más del 70% manifestaba creer en ese sistema de gobierno y en Honduras, el 34% (el país donde menos se cree en la democracia por obvias razones)
Y es que el creer o no en un sistema de gobierno va ligado al sistema económico y a las condiciones de vida de las personas. En esta parte se encontró que el 39% de los latinoamericanos califica la situación económica de su país como mala frente a un 14% que la evalúa como buena. Un caso especial lo tipifica Venezuela, donde desde el 2013 se ha agudizado la crisis política, económica y social. Lo anterior evidenciado en crisis financiera, escasez de productos básicos y medicinas, desempleo rampante, migración indiscriminada hacia distintos lugares y países.
No se queda atrás Honduras, Salvador y Guatemala, países cuyos sistemas de gobierno son remedos de democracia, sustentados en el caudillismo y familias que detentan el poder de manera omnímoda. Consecuente con la crítica al tipo de régimen y a su desempeño es la percepción de que se gobierna para los intereses de unos pocos. Este indicador aumenta por segundo año consecutivo de 73% en 2016 a 75% en 2017 (en 2015 era 67%). Los gobiernos son crecientemente criticados porque no defienden los intereses de la mayoría
Pasando al caso colombiano, en caso a revisar es el de Buenaventura, donde las elecciones para alcalde del año 2015 muestran unos datos asombrosos. De 216.333 personas aptas para votar en ese año solo lo hicieron 120.343. Esto es el 55% del total de votantes, lo que nos da un abstencionismo de 45%, que si lo sumamos a los votos no marcados y los votos nulos nos da un 55%, lo que a todas luces nos dice que hay un descontento con varias cosas: la política tradicional, con el sistema de liderazgo, con la corrupción que se ha venido denunciando y sobre todo con el que no se le ve salida a crisis de la ciudad entre otros aspectos.
A todas luces, ese 45% de personas que no votaron están mandando mensajes al resto de la población. De alguna manera hay descontento generalizado con el sistema y sobre todo con la democracia. Es de suponer que no creen en la misma y sienten que no son representados en la implementación de planes y programas de bienestar. La pobreza que campea en el distrito de Buenaventura también tiene su explicación en cómo se elige, a quiénes se elige, quién elige y por qué se elige.
El ganador de las elecciones a la alcaldía en el año 2015 lo hizo con 30.981, votos, es decir el 28% de la votación total. Lo interesante en este caso es que quienes no votaron, pudieron decidir la suerte de la ciudad, ya que con sus votos se habría podido elegir 4 alcaldes. Esa apatía es un tema de ciudad que es menester abordar. La universidad, los académicos y los líderes sociales, deben asumir un compromiso en la educación de los electores de cara a fortalecer una democracia pálida que sólo se revisa en vísperas de los comicios electorales. Una excepción aquí es la elección de los concejales, no sé qué es lo que se fragua en los directorios, donde por obra y gracia aparecen votando hasta los muertos. ¿Será ganas de votar o constreñimiento al elector?
Para terminar, lo que se plantea aquí es una alarma social, ya que todo esto no parece mejorar, aunque los candidatos actuales persistan en mostrar que tienen una lámpara maravillosa que solo es frotarla para que se resuelvan los problemas de la comunidad, a pesar de que los indicadores muestran el deterioro paulatino de la calidad de vida y la no credibilidad en la democracia.