Hace pocas horas se llevó a cabo, en más de 40 ciudades del país, la Marcha Por la Vida –liderada por el exalcalde de Bogotá Antanas Mockus. Desde Cartagena, pude apoyar la iniciativa, y sentirme parte de la causa. No obstante, confieso, volví un poco triste y decepcionada y, de hecho, por ello decidí escribir –poco tiempo después de la jornada- esta columna sobre el asunto.
En primera instancia, fue absolutamente evidente la manera en que algunos se aprovecharon del evento para promover sus intereses políticos (a propósito de este período pre-electoral). Camisetas y gorras con mensajes sobre la vida, pero, al mismo tiempo, con el nombre de un candidato (al departamento de Bolívar) e, incluso, con el “lema” de su campaña. Algunos pre-candidatos a la alcaldía de Cartagena también se hicieron presentes. Uno, por ejemplo, llegó puntual al punto de salida de la marcha (Muebles Jamar del Cerro de La Popa), se tomó “la respectiva” foto -sonriendo con un grupo de personas que “vestían” de “vida”- y, luego, “desapareció”. No volví a verlo en todo el recorrido. Al parecer ya había cumplido con su tarea. De hecho, con la ayuda de una profesora que me acompañaba en ese momento, pudimos notar que la (s) foto (s) fue publicada, al instante, en las redes sociales.
Otro, al parecer, pre-candidato a la alcaldía, apareció en el punto final de la marcha (Torre del Reloj). También se tomó fotos –solo y acompañado. El objetivo, percibí, era el mismo del pre-candidato anterior. Y es que no hay que tener “malasia indígena” para pillárselas. Un par de minutos de observación son suficientes para entender cómo funcionan estos momentos en el juego político. No obstante, he caído en cuenta, lo que en aquel contexto pudo resultar evidente para mí -y el grupo de colegas y profesores con los que me encontraba-, quizá, no lo fue para otras personas.
Cuando aún no había comenzado la caminata, una señora se acercó al grupo en el que me encontraba (hasta ese momento, solo con algunos colegas), y, señalando su camiseta –y luego otro punto de Muebles Jamar- dijo: “Oigan, vayan a buscar camisetas como esta. Las están dando allá.” Inmediatamente notamos que, además de tener un mensaje sobre la vida, mostraba: “#Dumek” (nombre de un candidato a la gobernación de Bolívar) y #BolívarAvanza (nombre de la campaña). Mis compañeras y yo nos miramos y dijimos; le dijimos: “Ah no, pero eso es campaña política”. Seguí el rastro de la mujer y noté que estaba diciendo lo mismo a diversas personas. No obstante, me acerqué al lugar donde estaban entregando los suéteres y, tal cual, “la repartición de los panes” a mi vista.
Aun cuando debo ser realista y aceptar que “era lo mínimo” que se podía esperar de un período pre-electoral, también debo decir que eso es la política; la forma de hacer política en este país. Los candidatos son astutos; ellos saben cómo hacernos caer en el juego de la corrupción. Por ello, todavía vemos personas que, muy contentamente, se acercan a buscar su suéter –cuál regalo de “buena onda” o “de navidad” del queridísimo político- y se lo ponen. Evidente para algunos, no tan evidente para otros, eso es hacer campaña política de una forma muy sucia y barata, porque, sencillamente, la marcha NO tenía –ni debía tener- ese fin.
Y creo que eso fue lo que aprendí hoy. Mientras los ciudadanos no nos comprometamos con la democracia, seguiremos patrocinando el “jueguito” de todos los que, apostándole a sus intereses particulares, nos dicen: “venga que yo sé qué le gusta a usted”; seguiremos siendo “el pueblo” que dice: “Claro, usted sí sabe cómo afectar mi voluntad política; cómo “comprarme” -sin ni siquiera mostrarme su plan de gobierno-; adelante, que usted sí sabe quién soy yo”.
Estudiante de Ciencia Política y Relaciones Internacionales
VIII semestre
Universidad Tecnológica de Bolívar (UTB)
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