La pregunta hecha a personas que no tienen negocio o responsabilidad alguna durante el Carnaval de Pasto, genera una respuesta que no es sorprendente: "¡Porque es violento y peligroso!".
En efecto, las autoridades se dejan llevar por la inercia de las fiestas que las hace el pueblo, pero no trabajan de ninguna manera en la depuración de esos actos que no son "caricias" sino peligrosos actos de agresión. Sin ir más lejos, todavía muchas personas sufren de patologías en los ojos por el efecto del alcohol o agua con sal y ají, que se disparaba con pistolas de agua, que tras mucho esfuerzo se prohibieron hace algunos años. Hoy dos problemas graves recurrentes son el "talco" y la "carioca", no como elementos de juego sino de brutal agresión.
El atuendo para participar de la furrusca babilónica del carnaval de negros y blancos es simple y se puede comprar con treinta mil pesos en cualquier punto de venta callejero: Un poncho, un sombrero y unas gafas (Todo esto hecho en Medellín) y el ánimo de presenciar el desfile de los años viejos, del carnavalito, de la Familia Castañeda o de las carrozas del Seis y usted queda inmerso en el fluir de uno de los carnavales más creativos y emotivos del mundo, que fuera declarado por la UNESCO como patrimonio inmaterial de la humanidad, por tres razones fundamentales: la calidad artística de los motivos, la música que gira en torno al son sureño y el animus contagioso de la masa.
Sin embargo, desde hace una decena de años, por artilugio del comercio de empresarios antioqueños y costeños aparecieron en el escenario del otrora bucólico carnaval andino, dos elementos que lo contaminaron ante la impasividad de las autoridades locales: la carioca, producto mexicano que entra por Ecuador o Barranquilla y un polvo que es una sustancia mugrosa e indefinible que puede ser una mezcla de harina, cal, yeso o polvo de mármol. El 7 de Enero, pese al esfuerzo de la empresa local de aseo (EMAS) y de los bomberos, se tiene la sensación de que una bandada de veinte millones de palomas hubiese defecado simultáneamente sobre Pasto y sus carnavales.
Pero lo preocupante es que ese animus de fiesta, se ha trastocado, perversa y hasta dolosamente, en agredir al otro con la clara intención de dañar, pues se arroja a manotadas o mediante artilugios mecánicos que simulan grandes jeringas, a la boca y los ojos del espectador, con un efecto tan dramático que el afectado queda inerme, desubicado temporo-espacialmente, a merced de cualquiera que lo quiera tocar o robar. Lo cierto es que ese parroquiano cuyo único y sano objetivo era presenciar y disfrutar del desfile artístico tan promocionado, termina en una sala de urgencias de una abarrotada IPS, reclamando un lavado ocular o si le va bien, haciendo fila en la Unidad de Reacción Inmediata de la Fiscalía para reportar el atraco ante desganados policías que escriben con un dedo. Lo extraño es que ni la Alcaldía ni la policía (mucho menos en ese bodrio burocrático llamado CORPOCARNAVAL) se dan por enterados de la descarga de gigantescos cargamentos de ese polvo guarro y toxico transportado en tracto camiones que vienen desde Antioquia o la Costa Norte, seguramente producto de deshecho de procesos industriales como en el caso del polvo de mármol, pues saben que Pasto es un mercado seguro, sin objeciones, sin preguntas o controles por parte de Salud Pública local o departamental, pese a la evidencia de las enfermedades respiratorias y oculares que engrosan las estadísticas de esos días de carnaval. Cuando alguien reclama por este tipo de ataque, que nos es la esencia de la fiesta, la grosera respuesta del agresor es: "¡Entonces no salga!... ¡O para qué sale!
Estas maravillosas festividades del Carnaval Andino de Blancos y Negros, se han convertido en un producto turístico de gran demanda, destino que venden las agencias de viajes y que genera caravanas interminables de vehículos con destino a Pasto, cuya capacidad hotelera se torna insuficiente. Pero ese producto cuya publicidad es ya gratuita, por su indiscutible calidad artística, podría mejorarse si las autoridades le meten la mano al control de la agresión de aquellos desadaptados que miran al otro como un enemigo al que hay que dejar ciego. Y ese turista que vino ilusionado por la publicidad, difícilmente vuelve...!
¡Por eso muchísimos pastusos o no salen o se largan a la quinta porra durante el Carnaval...!