La localidad de Usme, tanto por su ubicación geográfica-- ruta de entrada al Sumapaz y los llanos-- como por su población --habitada por desplazados provenientes de muchas regiones de Colombia desde los años 40-- ha sido un escenario del conflicto armado colombiano. Corredor estratégico de los milicianos de las FARC durante los años 90, sufrió en carne propia el terror paramilitar y las consecuencias de la política de Seguridad Democrática de Uribe.
Hoy, cuando se vislumbra en el horizonte la firma de un acuerdo entre las FARC y el Gobierno de Santos, y el inicio de conversaciones con el ELN, los usmeños deberíamos preguntarnos si un pueblo que ha sufrido de múltiples maneras las consecuencias de esta guerra está preparado para asumir el fin del conflicto armado. Presentamos aquí algunos hechos que parecen demostrar que no lo estamos:
Asesinato de líderes sociales
El 31 de enero del 2015, fue asesinado Arturo Juanías Tique, abuelo indígena de 77 años proveniente del Tolima y padre de Edgar Juanías, líder comunitario que ha sido amenazado sistemáticamente por su labor social en la localidad. Pero este no es un caso aislado.
El 28 de septiembre de 2013, hombres armados ingresaron a la casa de Óscar Javier Molina, en el barrio la Aurora, y le propinaron tres tiros en la cabeza que le causaron la muerte. Óscar era un líder social reconocido en Usme y trabajaba como funcionario de la Secretaría de Integración del Distrito. Los indicios apuntan a que su asesinato se relaciona con la labor que realizaba con habitantes de calle en el sector del Bronx; pero en este, como en muchos otros casos, las investigaciones no avanzan.
El 15 de julio de ese mismo año, fue asesinado Belisario Aya Montaño, presidente de la junta de acción comunal del barrio Chapinerito, quien venía trabajando el tema del microtráfico en la localidad.
La cuestión es de tanta gravedad, que el Sistema de Alertas Tempranas de la Defensoría del Pueblo emitió en mayo de 2015 una circular en la advertía sobre nuevos escenarios de riesgo en las localidades de San Cristóbal, Rafael Uribe y Usme, debido a la presencia de grupos armados ilegales asociados al microtráfico y las economías ilegales.
El microtráfico: ¿otra guerra no declarada?
El 17 de diciembre del 2015, en horas de la madrugada, hombres armados ingresaron a una casa del barrio Compostela, en Usme, que según las autoridades era una reconocida “olla” del sector, y asesinaron a cuatro personas. Días después, en el mismo barrio, la policía capturó a un hombre sindicado de haber cometido esta masacre. Pero este tampoco es un caso aislado.
El 5 de febrero de este mismo año un sicario en motocicleta acabó con la vida de tres muchachos en la Andrea, un céntrico sector de la localidad. Un muchacho que se había salvado de esta masacre, fue asesinado días después. Las autoridades aseguran que se trata de ajuste de cuentas entre bandas criminales que se pelean el control del microtráfico. Pero la cuestión ya parece una guerra no declarada.
De acuerdo a datos de Instituto Nacional de Medicina Legal y Ciencias Forenses, la tasa de homicidios en la localidad de Usme ha aumentado significativamente en los últimos años, y esto tiene que ver con la expansión de las economías ilegales y la presencia de nuevos actores armados.
Ciudadela Nuevo Usme ¿un nuevo escenario del conflicto?
Más de un centenar de soldados heridos en combate, junto con sus familias, han llegado a vivir a la Urbanización Mirador del Parque, uno de los proyectos de vivienda que en los últimos años se ha desarrollado en la ciudadela Nuevo Usme, junto al antiguo pueblo. Son personas humildes que han sufrido en carne viva los estragos de la guerra. Pero sus problemas están lejos de terminar.
A las denuncias por el incumplimiento de las empresas constructoras, que entregaron apartamentos a medio terminar y con serias deficiencias en la dotación de servicios básicos; y la ausencia de inversiones en salud, educación y vías, se suman los problemas de seguridad y convivencia.
En la Ciudadela Nuevo Usme confluyen no solo soldados discapacitados, sino también desplazados de muchas regiones, desmovilizados de grupos armados y campesinos que se han visto afectados por estos proyectos de construcción. Y esta mezcla, que podría ser un verdadero laboratorio de paz, se ha convertido en un caldo de cultivo de múltiples problemas: micro tráfico, fronteras invisibles, violencia familiar, inseguridad, desesperanza.
Este escenario que se vive en la ciudadela Nuevo Usme refleja lo que podría pasar si se firman unos acuerdos entre el gobierno y las Farc, pero la sociedad en su conjunto no se apropia del tema de la paz. No existe una propuesta clara frente al tema, ni desde la alcaldía distrital, pues al alcalde Peñalosa no parece interesarle, ni desde las administraciones locales. No hay una pedagogía de la paz para incluir a las víctimas y los excombatientes en las dinámicas sociales. La solución parece ser aislarlos en guetos, ojala en lugares periféricos en donde no causen problemas, como en Usme.
Las dinámicas del microtráfico y la economía ilegal, y los actores armados asociados, son otro obstáculo para un escenario de terminación del conflicto. El problema es que terminemos como en Centroamérica, en donde la violencia sociopolítica dio paso a la violencia de las maras, una violencia sin sentido político, con un carácter más criminal y sanguinario.
La paz surge de la participación comunitaria; los acuerdos tienen que ser un nuevo pacto de toda la sociedad, fundamentado en la justicia y la equidad social. Solo así podremos construir ese nido de amor en el que todos los usmeños merecemos vivir.