Un tramabobos es aquel que, usando un lenguaje enrevesado, quiere pasar por sabio en un país de incautos. Si ustedes quieren saber qué es un tramabobos sintonice todos los días Antena 2. En su ego imperial Carlos Antonio Vélez se siente cómodo con el nombre de su programa, Palabras Mayores. Ahí lanza editoriales de 30 minutos. Mucho antes que los canales deportivos argentinos irrumpieran en este país Vélez era considerado una especie de sumo sacerdote del fútbol. Su palabra señores era ley. Una de sus frases podría ser “El paralelepípedo que dio la comba dejó completamente estático al guardavallas del equipo rival. La línea adyacente de ataque logró presionar la zona…” y así, y todos pegados al radio, con un lápiz en la mano, intentando copiar las frases enteras para aprendérselas de memoria y salir a la tienda de la esquina a posar de técnicos. No, no todo tiempo pasado fue mejor.
Llegaron Varsky, La Torre, Simón y nos dimos cuenta que el nivel de nuestro fútbol es proporcional al de nuestros periodistas. Porque el lenguaje rococó es de los defectos menos peligrosos que tiene Dios Antonio. Qué creatura más malintencionada es. El odio a Pekerman, algo personal porque el tipo no dejaba entrarles micrófonos a las concentraciones, ya ha sido ampliamente hablado en los nueve años que tiene esta columna. Un comentarista de fútbol se hace a partir de sus comentarios, de su visión del fútbol. Y este señor no es confiable. Dice que Guardiola, el más grande y revolucionario de los entrenadores del fútbol moderno, es un chambón, que Ancelotti, rey absoluto de la Champions, cultor del vive y deja vivir entre sus dirigidos, es un abuelito caduco y que David González, director técnico del Medellín, no tiene idea de fútbol.
Ojo que el DIM podría salir campeón. No me baso en su estilo de juego, sino en algo más poderoso: Vélez odia a ese equipo. El odio de Vélez hace bien, potencia a los jugadores. Es como una maldición al revés. Es realmente indignante que Win Sports someta a los cientos de miles de hinchas del poderoso a esa tortura de poner a un señor resentido a hablar mal de su equipo. Todo lo de Vélez es personal. Detesta a técnicos jóvenes como David, un tipo que a sus 40 años tuvo una pasantía como jugador en el Manchester City, que ha estudiado, que llegó de Europa con una idea de juego mucho más utópica pero que con el correr de los partidos se ha vuelto más atildado, más responsable en defensa, y miren no más, podría jugar la final con Millonarios probablemente. Y si Vélez va por Millos, como lo ha hecho tradicionalmente, hinchas del Poderoso, frótense las manos que ya vendrá otra estrella. El odio de Vëlez se las dará.
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El odio de Vélez hace bien, potencia a los jugadores. Es como una maldición al revés
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Perdió en todas las empresas que se ha propuesto. Perdió con Bolillo en el 2011, cuando fue de los pocos periodistas que no rechazó la agresión a una mujer en pleno barrio de la Macarena por parte de este infausto personaje, perdió al detestar a Pekerman, perdió al traer a Reinaldo Rueda, perdió al meterse contra Santos Borré y su esposa, perdió al pedir una Copa América para Colombia en plena pandemia y en plenas protestas contra Duque, perdió al irse contra Petro, al votar a favor de Fico. Perdió al creer en el uribismo. ¿Qué hace un tipo como este opinando de política? ¿Quién se cree?
Pero además la casa editorial donde desarrolló una carrera larga y poderosa ya se lo está pensando dos veces con el autoproclamado Dios del comentario futbolero. El fallo adverso en el caso Borré habría colmado el vaso de la paciencia además de que, como ha venido comprobando Vélez, no toda publicidad es buena. Vélez dejó la puerta abierta a posibles demandas, un desgaste que ya no piensa soportar la cadena de los Ardila.
Por la puerta de atrás se irá el uribista mayor del fútbol. La historia lo va a tratar mal. Mientras Iván Mejía supo irse como un grande, mientras Peláez se reinventa todos los días a sus 79 años como si fuera un Rolling Stone, Vélez se quedó en el papel del viejito cascarrabias, creído y resentido. La Historia, a estos personajes, siempre termina borrándolos.