Ésta cuarentena parece no de ser cosa de 20 días- se amplió a 1 mes- sino de 20 siglos. La historia está siendo contada por sí misma, y no por los hombres, que para éste caso no se dividirán en vencidos y en vencedores porque la humanidad, en todo caso, ha sido vencida. La historia la escriben los vencedores, dice la máxima. ¿Qué queda? Pues que hable ella misma sin apoderados.
La humanidad quiso sobreponerse a la naturaleza, y aquella no le ganó definitivamente por medio de catastrofes naturales que, por el recalcado cambio climático, parecen ser más que predecibles; le ganó asestandole un inesperado golpe a su propia fisiología por medio de un virus. Sea el virus una manipulación genética para crear una temida arma biológica, un experimento investigativo qué se salió de las manos o no, el COVID-19 es algo que revela cuán débiles seguimos siendo pese a haber alcanzado niveles insospechados de progreso material para las sociedades de los siglos anteriores. El siglo XXI, no ha llegado a su mitad y parece ya estar concluyendo. ¿Es el fin? ¿El fin de qué?
Hasta hace poco se contemplaba más el fin del mundo que el fin del capitalismo. Ahora ante el terror, ya muchos empiezan a contemplar el fin de este último, a propósito de la nota de Noticias Caracol, realizada por Mauricio Gómez, relacionada con un editorial titulado O muere el capitalismo o muere la civilización humana.
Lo curioso no es que Gómez haya caído en semejante yerro, en el cual caen muchos periodistas, sí, experimentados e influyentes. No es algo por lo que haya que matarse la cabeza, porque finalmente el periodismo no es periodismo sino un conjunto de maniobras publicitarias para amoldar la opinión pública a una agenda de intereses privados. A pesar del interesante lapsus del comunicador, Caracol no es la excepción a esa realidad. Lo realmente paradójico es que sea el hijo de Álvaro Gómez Hurtado - hijo de la oligarquía santafereña y la última gran figura intelectual de la extrema derecha colombiana, que en el ocaso de su carrera política optó por mostrarse como un tipo conciliador y amigo de la paz-, quién fue uno de los primeros en advertir un Estado mínimo o, como le llama Álvaro Uribe, Estado austero, como única alternativa posible a la reorganización de la institucionalidad económica del país. El capitalismo salvaje, se sustenta en el Estado mínimo del que hablaba Gómez Hurtado. Finalmente, los hijos no necesariamente deben pensar como sus padres pero el hecho de que un miembro de la dinástica familia Gómez haya hecho tal reseña no deja de ser anecdótico: ¿Estamos frente al compañero Mauricio Gómez?
Tanto el capitalismo salvaje como el capitalismo amable, por decirlo así, son imposibles porque el capitalismo, sea la forma que tuviese, está en fase terminal. Un sector importante de intelectuales en Occidente han venido vaticinando el fin del capitalismo, incluso antes de la crisis económica de 2008. Parece que la profecía está más cerca que nunca y entonces se parte de dos criterios:
Uno biológico; por medio del cual se observa que el crecimiento económico es ya inviable. Extraer más materias primas y trasformarlas en bienes y crear más servicios no esenciales implica más degradación de los ecosistemas, mayor contaminación y aceleración del cambio climático, además de mayor concentración de población en las ciudades y más flujos de tránsito. La concentración de población urbana y los flujos constantes de tránsito son propicios para la proliferación de enfermedades contagiosas, como el coronavirus. La contaminación impide al organismo encontrar respuestas a infecciones respiratorias derivadas de los virus gripales.
Otro económico; la acumulación de riqueza hoy se basa en la indiscriminada fabricación de dinero e instrumentos financieros que no guardan proporción con los bienes y servicios que se producen realmente. Es decir el dinero, las acciones, derivados, bonos de deuda, títulos del tesoro y demás no representan riqueza física, es decir, constituyen un capital ficticio. La riqueza de las naciones es pura y física deuda, la deuda pública multiplica el PIB de los países desarrollados - no me quiero imaginar la deuda verdadera de Colombia-. Así las cosas mientras una selecta plutocracia global ha logrado detentar la riqueza real, al resto del mundo sostiene la máquina no sólo con la extracción, en condiciones precarias, de su fuerza de trabajo sino de la acumulación de deuda.
Usted lector se preguntará: ¿Y entonces que pasará? ¿Una revolución al socialismo y luego una transición al comunismo?
Claramente, no soy adivino. Pero la crisis está en un punto irreversible. Marx sentenció que el capitalismo tenía contradicciones que conllevan a su destrucción por medio de una revolución proletaria. Los marxistas, creyeron que aquella profecía se haría real, y una revolución proletaria mundial acontecería dando muerte al capitalismo. Marx tenía razón en cuanto a que el capitalismo tenía contradicciones, graves y profundas, pero el capitalismo no sería destruido - y no se trata de desconocer grandes acontecimientos históricos como la revolución bolchevique, la revolución china 1949 y la revolución cubana, que paradojicamente fueron revoluciones de más base agraria que obrera- a través de una revolución proletaria. Quién entendió bien las contradicciones a las cuales se refería Marx, fue Schumpeter quien afirmó que conforme avanza el capitalismo por medio de las innovaciones tecnológicas la sociedad capitalista camina hacia su autodestrucción, tales innovaciones implican un proceso de destrucción creativa. La física aplicada a la economía, hace uso de las leyes de la termodinámica para explicar su funcionamiento. La entropía es la magnitud que describe el grado de desorden de un sistema térmico, cualquier sistema de la naturaleza y, como no, desde el devenir de las sociedades, a cualquier sistema humano. La entropía se entiende, simple y coloquialmente, como la tendencia a la destrucción de allí que signifique, en su etimología, transformación o evolución.
El filósofo-banquero Emmanuel Macron - el mismo que viste trajes confeccionados por sastres anónimos, y que ante las polémicas medidas de desmantelamiento de las funciones sociales del Estado francés, decide abstraerse de las críticas, confinandose en el estudio de la filosofía. Todo un cínico posmoderno. El protagonista del sueño húmedo de cualquier tecnócrata - ha dicho que se congela el cobro de arriendos, servicios públicos, créditos, etc... Reafirmando la existencia del Estado de Bienestar y admtiendo que la vida está por encima del mercado.
Mientras los políticos europeos parecen devolver sus sociedades a los Estados de Bienestar perdidos por complacer a una suerte de sistemas de gobierno corporativo presididos por banqueros, empresarios, lobbistas y tecnócratas, en Colombia a treinta años de un Estado Social, este no deja ser más que una maravillosa entelequía en un país donde dónde hay 8 millones de compatriotas en la miseria, 15 millones en pobreza y varios millones más que forman parte de una artificial clase media que tiende cada vez más al empobrecimiento.
Se me llenaron los ojos de lágrimas cuando Luis Carlos Sarmiento Jr., heredero del emporio Grupo Aval S.A., y David Bojanini, cabeza del Grupo Empresarial Antioqueño, pidieron a los empresarios proteger los sueldos de sus empleados. Bueno, es una petición apenas lógica porqué si los empleos se destruyen, las principales Admnistradoras de Fondos de Pensión y Cesantias, Porvenir y Protección, irremediablemente se verán en serios aprietos. Lo que menos queremos es que los ricos no dejen de ser más ricos ¿O sí?. Ni que decir de la donación de 80.000 millones hecha por el propio Sarmiento Angulo, para combatir el coronavirus -me quebré en llanto -. Las gabelas billonarias dadas a Grupo Aval finalmente son ridículas frente a lo que vale el noble corazón de un hombre de tan bondadosa generosidad. Bueno, y es que finalmente la filantropía es otro negocio muy rentable. Hoy por hoy, socialmente no renta la imagen del rico ávaro, que sirvió de arquetipo del capitalista en las novelas de Charles Dickens y Víctor Hugo. Así las cosas, la misantropía constituiría una auténtica revolución moral, en sociedades de reinante hipocresía.
Al desgobierno nacional se le ha visto errático, Duque demoró en tomar medidas y los gobiernos territoriales tomaron medias previas a un plan de contingencia nacional y ya habían decretado la calamidad pública cuando ni siquiera el títere tenía un borrador de decreto de Estado de emergencia. Claudia López ha cobrado un protagonismo nacional, aprovechando el vacío de liderazgo de Duque.
No obstante, de que exista una crisis sanitaria por la pandemia, el verdadero estado de la economía colombiana, pese a la perorata de los tecnócratas respecto a sus imperceptibles logros macroeconómicos, se revela: El 40% del PIB nacional es economía sumergida. La deuda externa es cerca del 59% del PIB. ¿Qué perspectiva de crecimiento economico real queda, tomando en cuenta que mucho del crecimiento económico de 2019 se debió al auge de la economía criminal? El 60% de los trabajadores son informales y más del 12% de la fuerza laboral del país incorporada a la economía formal está tercerizada, es decir sin contratos que garanticen estabilidad laboral y prestaciones sociales.
El desgobierno Uribe-Duque, pretende que la economía se normalice aún en el escenario de la pandemia. Afirma que vida o economía es un falso dilema. Claramente no es un falso dilema, porque sin vida no hay economía que valga.
La solución del desgobierno hace gala de un uribismo social, es decir que sea el mercado con recursos del Estado el que desarrolle la asistencia social. El Estado socialmente austero aún permanece como paradigma aún cuando la vida los ciudadanos está en riesgo inminente, tanto por la pandemia como por el lógico estancamiento de la economía. En vez de plantearse la urgente nacionalización del sector salud, se sigue apelando a la sensatez de los agentes de mercado para mejorar un sistema en donde no prima la salud sino el lucro. A parte de ello el desgobierno ha venido poniendo en marcha un castrochavismo empresarial que básicamente consiste en transferir recursos que deberían estar disponibles directamente a los ciudadanos a los bancos y los conglomerados empresariales, entre ellos las EPS y aseguradoras.
Bien podríamos decir que el castrochavismo empresarial no es otra cosa que un socialismo para ricos. Cuando el Estado interviene más que en la propia economía, en los desequilibrios e injusticias sociales es un Estado ineficiente, anquilosado y agresor de la iniciativa y propiedad privadas - nos machacan-. Pero cuando el Estado acude al rescate de bancos y grandes empresas, es un Estado que actúa inteligentemente. Un ejemplo claro del socialismo para ricos es el 4x1000, una sobrestasa transitoria a las transacciones bancarias establecida para facilitarle a los bancos una salida a la crisis financiera de 1999, que resultó volviéndose un impuesto permanente.
Arturo Calle, Mario Hernández y Juan Raúl Vélez, los ricos más populares de Colombia, son puestos por los medios de comunicacion como panelistas de un populismo empresarial, para que los colombianos recordemos que no podemos sacrificar al empresariado por querer salvar nuestra vida. Al fin y al cabo la vida un día se acaba, la economía no para.
Una crítica capitalista al mismo funcionamiento del sistema capitalista, puede encontrar base en la afirmación del magnate Nick Hanauer respecto a que los ricos no crean empleo, sino que eso obedece a un ecosistema de negocios y consumidores. Se concluye que la generación de riqueza y, por supuesto de empleo, es un elemental proceso social y no es cosa de unos individuos generosos.
Cabe resaltar que la Asociación Colombiana de Pequeños Industriales (ACOPI), ha solicitado con lógica y sentido común que el Estado financie directamente el 70% de las nóminas de las PYMES, es decir, salvar el poder adquisitivo de los trabajadores que son quienes conforman la masa de consumidores que forman e ecosistema al cual se refiere Hanauer. El desgobierno insiste en que la banca suministrará créditos sin interés para que se financien esas nóminas.
Queda en evidencia que los pequeños empresarios, no son más que obreros de su propia empresa. Los pequeños empresarios se suman a esa clase engrosada por trabajadores informales a la que yo llamaría el rebuscariado.
En Colombia el país político sigue estableciendo que la riqueza y el empleo son creados por los ricos, que la única forma como se acabe la pobreza es que los ricos sean más ricos, la vieja y trillada teoría del derrame. El problema es que de la vasija de los ricos jamás parecen derramarse las ganancias más bien las pérdidas.
En sí, ser rico no es sinónimo de ser avaro o codicioso - decir que el rico y el pobre son el malo y el bueno por antonomasia, no es más que maniqueísmo -, pero cuando los ricos acomodan la dinámica de los gobiernos, los parlamentos, la justicia y los Estados en general a sus propios intereses estamos frente a una oligarquía, acomodar las normas y las decisiones a sus intereses constituye corrupción.
Adenda:
Hace meses, con ocasión a los llamados de paro cívico por parte de diferentes sectores de la sociedad cívil, escribí dos notas en este mismo portal:
La verdad no pensé que decenas de miles de cibernautas, hubiesen leído o al menos visto las notas. Fueron notas escritas con mucha emoción.
En efecto las ciudadanías libres pudieron enfrentarse eficazmente al uribismo y a todo el país político. La gente espontáneamente siguió con el proceso de movilizaciones iniciado el 21 de noviembre, a través de movilizaciones digitales y simbólicas como el cacerolazo.
La pandemia no puede eclipsar escándalos como la bodega uribista, ñeñepolítica y los vínculos de la vicepresidenta con el narcoparamilitar "Memo Fantasma". El proceso de desobediencia civil de una u otra manera debe continuar.
Las ciudadanías libres, ciudadanos que no se articulan o más bien se sintetizan en movimientos electorales o partidos, deben encontrar mecanismos de democracia directa para organizarse como comités cívicos, cabildos o asambleas territoriales. Entendamos que la ciudadanía es el Estado, y que no es una clase económica privilegiada ni una burocracia gremial, sindical, partidista o electoral quien detenta el poder público, el pueblo es el soberano tal como lo plantea la Constitución Política.
Es necesario constituir una Veeduria Ciudadana Nacional Unificada sobre la Función Pública en Colombia, por supuesto que lo ideal es que esta veeduria se divida en veedurias departamentales, distritales y municipales, al igual que el Estado se descentralizó, la corrupción también se descentralizó. La red nacional de veedurias, hoy por hoy, no es más que una asistente de la institucionalidad descompuesta. Además muchas veedurias pierden su razón de ser al transformarse en plataformas electorales y ello no quiere decir que el veedor no pueda participar en los certamenes electorales como lo puede hacer cualquier ciudadano, pero una cosa es la gestión veedora y otra la contienda electoral. La lucha anticorrupción es cotidiana, más cuando quienes encabezan los organismos de control y vigilancia destinados a controlar a los servidores públicos son designados por éstos: "Yo te elijo, tu me elijes". Es claro que aún cuando el Estado colombiano sea institucionalmente débil para cohesionar social y territorialmente al país, la máquina burocrática y clientelista es voraz pues sin ella sería imposible postrar el interés general al interés privado.
En estos momentos, y ojalá fuese una medida que se prolongue en el tiempo como el 4x1000, a los servidores públicos, los altos funcionarios y los accionistas y altos ejecutivos de las grandes de empresas se les deberían gravar sus ingresos en un 70% Eso y una profilaxis del Estado, impactarían ostensiblente en la equidad y el mejoramiento de la condiciones de vida de millones de compatriotas.
No sólo Cartagena sufre los embates de la corrupción, Bogotá y Cundinamarca aún se enfrentan a fenómenos de corrupción mucho más refinados a las regiones apartadas del país.
Compatriota, no es tarde. Sí usted realmente le inquieta la idea de poder construir esa veeduria nacional, puede escribirme al correo electrónico: [email protected].