Uribismo, el virus más peligroso que puede contraer un colombiano

Uribismo, el virus más peligroso que puede contraer un colombiano

"Por más que a sus contagiados se les presenten hechos reales y verificables sobre su líder, ellos ni ven ni oyen"

Por: Martín López González
julio 23, 2020
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Uribismo, el virus más peligroso que puede contraer un colombiano
Foto: Instagram @alvarouribevelez

Así como existen dos categorías de individuos que tienen la infección causada por el coronavirus, los que presentan síntomas y los que no, lo mismo ocurre con el virus del uribismo.

Hay uribistas puros y duros que muestran síntomas sin necesidad de realizarles prueba alguna, caracterizados por la sinrazón como razón y por acudir a la negación ante cualquier tentativa de crítica, a pesar de que hayan cientos de evidencias de crímenes relacionados con su caudillo y su círculo de poder. Ellos habían contagiado a la gran mayoría de la población colombiana, a tal punto que al final de su segundo mandato en 2010 un 80% había contraído el virus.

En fin, esta extraña enfermedad, a diferencia del COVID-19 que elimina el olfato y gusto del afectado, restringe la vista y la audición, ya que por más que se presenten hechos reales y verificables de la trayectoria mafiosa de los que han dirigido y dirigen el país, los contagiados ni ven ni oyen lo que ha pasado en la historia reciente de Colombia. Tal es el caso de las ejecuciones extrajudiciales de personas protegidas, consideradas por la opinión mundial como un execrable crimen de lesa humanidad. No se puede olvidar que miles de jóvenes inocentes fueron acribillados a mansalva por las fuerzas militares, obedeciendo órdenes superiores que les pedían bajas para mostrar resultados.

El mayor foco de contagio del virus uribista es la manipulación mediática, que convirtió ese baño de sangre en “falsos positivos”, como se han denominado, lo que ha caído en el más profundo abismo de la especulación y la desinformación y el consabido contraataque contra cualquier ciudadano que cuestione o indague sobre estos hechos. Quien lo haga se hace enemigo del Estado y colaborador de las guerrillas y, por ende, objetivo militar de las fuerzas oscuras que intimidan a diestras y siniestras. Afortunadamente, existen cerca de 2.100 procesos judiciales que involucran a agentes del Estado y de los cuales se identificaron 2.248 víctimas directas, asesinatos confesados por los propios militares, ilegítimamente presentadas como bajas en combate. Vale resaltar los bajos niveles de denuncia que en Colombia podrían llevar a un subregistro del número de víctimas de este abominable y espeluznante suceso.

Así mismo, otro de los síntomas característicos, así como la fiebre en los positivos COVID-19, en la enfermedad uribista es la febril identificación, casi automática, cuando se revelan sus vergüenzas como un ataque, una mentira y una persecución personal; es decir, están siempre a la defensiva. Actúan como el combatiente guerrerista que una vez fuera del campo de batalla no se adapta, por lo que crea contiendas, grita, se descontrola y ve enemigos por doquier. Esta conducta comienza por el afamado expresidente y se extiende hasta el infectado con los más leves síntomas, afectando a cualquiera que se les oponga o que presente un hecho que controvierta la integridad ética o moral del proclamado por sus áulicos con el inmerecido título del Gran Colombiano. He allí las causas del odio en contra de la oposición, que persistentemente les da el debate con altura con hechos irrefutables, pero la respuesta es siempre la mentira y la calumnia cada vez más evidente. El más famoso históricamente ha sido el debate de los vínculos del uribismo con el narcotráfico y la parapolítica, pero allí una vez más se ha dado la sordoceguera.

Es por eso que los casos de Sabas Pretelt, Diego Palacio, Alberto Velásquez, Jorge Noguera, María del Pilar Hurtado, Bernardo Moreno, Andrés Felipe Arias, Mario Uribe, Mauricio Santoyo, Óscar Iván Zuluaga, Luis Alfonso Hoyos, Luis Guillermo Giraldo, Luis Carlos Restrepo y tantos otros (todos juzgados y muchos de ellos prófugos) son para ellos una persecución política en su contra. De hecho, según el paciente más crítico de esta enfermedad, Alfredo Rangel, estas condenas son “el ensañamiento de sectores muy politizados, que tienen un plan de persecución contra el Centro Democrático”. Por su parte, todos los demás pacientes en los diferentes niveles de contagio y cuadros clínicos de sintomatología repiten que es una embestida de la justicia. Sin embargo, otras voces dentro del uribismo, pacientes no tan severamente afectados, no hablan de persecución, sino que advierten de algunos retos que tiene que asumir su partido en medio de estas decisiones judiciales.

Así como la pérdida del olfato y el gusto, con dificultad para identificar el dulce, salado, ácido y amargo, puede aparecer como uno de los primeros síntomas del COVID-19; uno de los primeros del virus del uribismo es la sordoceguera. Es bien sabido en la ciencia médica de la existencia de más de 80 cuadros clínicos que pueden ser causa de esta afectación, entre ellas la más común es el accidente cerebrovascular. Ahora tenemos un nuevo cuadro tan potente que a la gran mayoría de contagiados le ha sido imposible enterarse de que los vástagos del expresidente, Tomás y Jerónimo, llegaron niños a Palacio y salieron multimillonarios gracias a jugadas maestras ampliamente conocidas. Este síntoma hace que estos afectados no vean ni oigan y por eso no diferencian entre la más flagrante corrupción de un gabinete presidencial liderado por su padre para favorecerlos con información privilegiada y simples trámites que cambiaron usos de suelos de simple zona rural a zona franca.

En estos tiempos la sordoceguera del uribismo se ha hecho más aguda. Comenzando por la famosa respuesta de Iván Duque Márquez “de que hablas viejo” a un periodista de El Heraldo al indagarle sobre los bombardeos en el Caquetá donde murieron, al menos, 8 menores de edad. Lo que posteriormente ocasionó la salida del Ministro de Defensa Botero, paciente crítico, quizás el más ciego y sordo, pues la matanza de líderes sociales y excombatientes de la Farc las confundía con simples revueltas por líos de faldas. Hoy, la sordera casi total del Fiscal General, paciente severamente afectado, le ha impedido escuchar los miles de audios que dan fe de la compra de votos al por mayor y al detal con plata del narcotráfico y de empresarios extranjeros en las pasadas elecciones presidenciales en beneficio de la campaña de Iván Duque. Pero, en una repentina recuperación parcial de la audición, alcanzó a escuchar el nombre de Petro y de unos mineros y prometió investigar.

A pesar de cientos de imágenes en todos los medios que muestran tanto en el ayer la convivencia de las élites del uribismo con la vanguardia del narcotráfico antioqueño y el paramilitarismo y hoy los fuertes abrazos y voces repetidas de la amistad, compadrazgo y colaboración del póstumamente famoso Ñeñe Hernández, invitado VIP a la posesión presidencial de Iván Duque y la fantasmagórica aparición de tachas en la impoluta investidura de Marta Lucía Ramírez, ningún uribista ha visto ni oído absolutamente nada. Se trata tan solo de inventos del antes castrochavismo o neochavismo para “desestabilizar” al país.

Se cree que el COVID-19, al igual que el uribismo, se propaga principalmente a través del contacto cercano y que algunas personas que no presentan síntomas pueden propagar también el virus, tal es el caso de los uribistas asintomáticos. A eso se debe tal vez la velocidad de contagio en Colombia de ambos virus. El uribismo mezcló los intereses de narcotraficantes, paramilitares y terratenientes con el poder financiero dueño de todos los medios de comunicación. Entramado este que siempre aplica la doctrina de la “alta probabilidad”; esto es, pueden culpar a cualquiera de cualquier cosa en provecho de sus intereses por muy siniestros que sean, sin revelar ninguna evidencia que pruebe lo dicho, sino simplemente acusar y luego reproducir en los medios masivos de desinformación, escarmentando a quien incumpla y aplaudiendo a quien siga ese proceder antiético y maquiavélico. Es un decir que en Colombia ocurre lo que diga Caracol y RCN.

Esto se ha aprendido desde el engaño que provocó la guerra de Irak con la mentira de las armas nucleares, comprobada por la BBC y el Senado norteamericano, las tropas de Estados Unidos para combatir el tráfico de drogas en Venezuela y la muy cacareada falacia del Uribismo que con el proceso de paz se le entregó el país a las Farc. Recientemente el senador Uribe, en un trance de desvarío febril, acusó al senador Petro de recibir plata de Gilberto Rodríguez Orejuela, capturado en 1995, a través de la presidencia de Hugo Chávez Frías, elegido en 1998. O el titular del Espectador que cambió vilmente la expresión Resistencia Civil por rebelión. De aquí se generan las miles de personas que repiten esos enunciados y se convierten en uribistas sin saber que lo son, pero que propagan el virus tal como los positivos asintomáticos COVID- 19.

Este poder desinformador de los medios tiene a muchos repitiendo mentiras, una y otra vez, elevándolas a nivel de verdad. Muchos uribistas asintomáticos están convencidos de que hay que combatir el narcotráfico en Venezuela, que los de oposición son neochavistas que quieren volver a Colombia como Venezuela, o que hablar de resistencia civil es incendiar al país, entre otras sandeces. Así las cosas, contagiados en estado terminal como María Fernanda Cabal o Paola Holguín utilizan el discurso tóxico para sembrar veneno, para que sea la guerra y el odio el que lleve los destinos del país. Gracias a los medios masivos de comunicación que amplifican los mensajes, logran hacer creer que son los de la oposición los que usan ese lenguaje. Luego viene lo de siempre, todo el espectro de los contagiados que repiten, algunos sin digerir, como idiotas útiles, la información que se reproduce en la boca de los uribistas asintomáticos, igual de contagiosos que quienes muestran síntomas severos. Lo más sorprendente es que ellos no saben que son uribistas.

La mayoría de las personas, alrededor del 80%, se recuperan del COVID-19 sin necesidad de tratamiento hospitalario; igual ha pasado con el uribismo. que pasó de un 80% de contagio en su mejor momento a niveles tan bajos como un 24%. Las nuevas cifras de desfavorabilidad del expresidente Uribe lo convierten en el personaje político colombiano sobre el que los encuestados tienen una peor imagen; o sea, la curva de contagio llegó a su pico máximo y ha tenido un descenso vertiginoso. Por otro lado, alrededor de 1 de cada 5 personas que contraen la COVID‑19 acaba presentando un cuadro grave y experimenta dificultades para respirar y algunos mueren. Las personas mayores y las que padecen afecciones médicas previas como hipertensión arterial, problemas cardíacos o pulmonares, diabetes o cáncer; o en el caso del uribismo, afectaciones previas como laurianismo, turbayismo, neonazismo o ultraconservadurismo tienen más probabilidades de presentar cuadros graves. Sin embargo, cualquier persona puede contraer estos males que tanto mal le han hecho al país.

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