Durante años la práctica de la política colombiana ha estado plagada de corrupción, impunidad y violencia, pero ahora y más que nunca podemos asegurar que estamos llegando a la cúspide de este panorama. Con un grupo extenso de personajes que encabezan este sector, Colombia se ha ido dividiendo en dos grupos que han sido determinantes para ubicarnos en la situación actual: los pertenecientes a la ideología uribista y los que se excluyen de ella.
El uribismo, corriente política que se ha ido fortaleciendo y posicionando en el transcurso de los últimos años, liderada por el expresidente y actual senador Álvaro Uribe Vélez, ha tomado gran parte de la estabilidad colombiana con intenciones disfrazadas de justicia y totalmente ajenas al bienestar del país. Pero lo crítico, más allá de todo este entorno contaminado, es la irracionalidad de millones de personas que respaldan frenéticamente a esta corriente como cualquier fanático empedernido, pasando por alto la historia y trayectoria de un político al que veneran ciegamente, y del cual surgen la mayoría de problemas y daños ocasionados en el país, daños que han sido generados a partir de mentiras, chantajes y manipulación.
Para nadie es un secreto que la guerra era uno de los problemas que más aquejaban al país desde hace más de cinco décadas, pero es claro que este no era el único obstáculo con el cual contábamos y de esto tuvimos garantía desde el momento en que los tratados de paz firmados en La Habana se dieron por hechos. ¿Qué ha sucedido desde que la cortina de humo establecida por la guerra se desvaneció? Es evidente. Las últimas notas informativas están atestadas por escándalos de corrupción protagonizados por los principales y más reconocidos políticos del país, llegando estos hasta el mismo presidente Juan Manuel Santos. Debido a los mencionados escándalos, cientos de procesos judiciales salieron a la luz, algunos de ellos archivados desde hace más de cinco años gracias a sobornos y extorsiones que tramitaban los protagonistas para librarse de la justicia colombiana.
Cabe aclarar lo anterior para entender de dónde surge la doble moral que se hace evidente cada vez con más fuerza en el uribismo. Es claro que este movimiento, promovido por el Centro Democrático, ha sido firme opositor de las pedagogías establecidas por el actual mandato y de todo aquel que se presente a favor de ellas. Según sus posturas, buscan combatir la corrupción y el supuesto comunismo al que nos estamos encaminando por estar a favor de ciertos principios que ellos rechazan. Lo curioso es: ¿cómo puede un grupo de corruptos combatir la corrupción?
Durante las últimas semanas los colombianos han sido testigos de diversos archivos que han salido a la luz, incluyendo interceptaciones telefónicas y testimonios realizados por cercanos a el expresidente, archivos que generaron revuelo y que llevaron a la sala penal de la Corte Suprema de Justicia a iniciar nuevamente una investigación al senador Álvaro Uribe por supuesta manipulación de testigos para beneficio propio (buscando desviar los nexos que se le implican con las Autodefensas). Por parte del expresidente, los métodos preventivos para evadir la justicia no se han hecho esperar, mediante tuits, ruedas de prensa, mensajes y declaraciones ha intentado, a toda costa, negar sus presuntas conexiones con todos los implicados en el escándalo, asegurando que todo se trata de un complot persecutorio por parte de la justicia y los medios colombianos.
Este y muchos más hechos han sido atravesados por el gobierno del líder de la tan defendida postura uribista, y a pesar de los innumerables escándalos,el senador ha salido ileso legalmente de todas ellas. Ni un castigo, ni una condena se la ha interpuesto al exmandatario por encontrarse implicado en varios delitos, ¿no es él un fiel representante de la corrupción e impunidad que dice combatir?
Parece que en ocasiones a los seguidores de este movimiento se les olvida quién es el personaje por el que meten las manos al fuego. ¿Son conscientes de ello o simplemente deciden omitirlo y promover una ideología contradictoria que simplemente los deja en ridículo? Parece que al expresidente también se le han olvidado todos estos sucesos, ya que a diario sigue vociferando protestas ilimitadas con supuestos mensajes de justicia, liderazgo y paz que lo único que nos confirman es la conveniencia y estupidez con la que actúa. Puede tener razón en contraponerse en muchas cosas con las que tal vez muchos colombianos más se contraponen, pero lo que le falta a él es autoridad moral para hacer dichas recriminaciones.
Sin embargo, lo más preocupante no es eso, ya es conocido y tradicional que el mandatario busque evadir a las autoridades colombianas, burlando los cargos que desde hace más de veinte años han debido serle imputados, es la negligencia con la que la ley y el pueblo colombiano han llevado el caso. No es posible que a través de una renuncia, basada en una ingeniosa estrategia, que al final no se concretó haya buscado darle largas al asunto. Tampoco es posible que más de siete millones de colombianos apoyen y crean obstinadamente en un político que lo único que ha demostrado a lo largo de los años ha sido codicia y ambición por el poder y control absoluto, en un político que no tiene nada para demostrar porque todo lo implica en los casos más escandalosos y dañinos por los cuales ha atravesado el país. Es indignante evidenciar lo indolentes que pueden llegar a ser los colombianos, viciados por una conducta conformista y mediocre que no ve más allá de lo que los medios comprados les vende cínicamente, de un discurso amañado e hipócrita que se lucra con las crisis ajenas, aun sabiendo que internamente nuestra crisis equipara todos los males de la sociedad.
Las políticas infundadas por los uribistas no buscan el bienestar de la población, simplemente se basan en egos y rivalidades que tienen un claro objetivo. ¿Será que en algún punto de la crisis los uribistas lograrán entender y aceptar la verdadera identidad del expresidente? ¿Dejarán de defenderlo con argumentos vulgares carentes de sentido y razón? Una gran parte de la población todavía espera que esto suceda, todavía tiene altas expectativas en la justicia colombiana (aunque no las merezca), una justicia que debe encargarse de procesar todos los delitos por los cuales es culpado el expresidente, y de los cuales existe material probatorio de sobra.
Finalmente, podemos aclarar para alimentar nuestra esperanza que siguen existiendo personas que no se han dejado robar la razón por grupos como este, que siguen cuestionando e investigando toda la información que consumen. Por eso es sano promover este tipo de costumbres, no adaptarnos a lo primero que nos digan, no creer las sandeces que dice Uribe o cualquier político o personaje. Lo más importante de todo esto es tener memoria siempre, porque como es común en nuestro país que se tiene memoria solo cuando nos conviene. Si aplicamos estos métodos y no nos dejamos imponer doctrinas incoherentes promovidas por la violencia y el odio, tal vez lleguemos a elegir una opción más acertada en las próximas elecciones presidenciales.