Nada había ocasionado tanto malestar en un sector importante de la opinión pública que la manifestación de alianza entre Uribe y Pastrana, pues no comprendemos cómo es posible la misma luego de que ambos padecieron diferencias políticas irreconciliables. Con la perorata de que la política es ‘dinámica’, dirigentes de esta patria han acomodado su hambre de triunfo, ignorando las necesidades de sus coterráneos, por ello, desde este instante, es menester despreciar el ‘dinamismo político’ de algunos funcionarios, ya que aquel representa una insolente manifestación de clientelismo barato.
Si Uribe y Pastrana hasta hace poco eran enemigos descomunales, ¿por qué ahora no tienen pudor para aliarse? No hay coherencia de ninguna índole, ni justificación para dicha conducta. No obstante, lo vergonzante es que tampoco se presenta el más mínimo ápice de desprecio por parte de los integrantes del Centro Democrático. Son, efectivamente, monigotes supeditados a su amo.
En primer término, Pastrana fue un pésimo gobernante, no hizo algo positivo por esta nación y, como si fuera poco, le concedió con su desaforada zona de despeje, mayor poder a las Farc. En segundo término, Álvaro Uribe fue un crítico monumental de dicho Gobierno, y así lo manifestó en su primer discurso en el 2001 previo a sus ocho años de mandato, no obstante, pareciera que para el senador todo está “saldado”. Ello es lo que algunos adeptos repudiamos con ardor: que Uribe no sea realmente consecuente con sus palabras y sus acciones.
Particularmente, no olvidamos la sarta de improperios del pastranismo hacia el uribismo, ni mucho menos la desaprobación del uribismo hacia el pastranismo. ¿Cómo olvidar las acusaciones infundadas de Pastrana hacia la política de seguridad democrática, luego de finalizar su mediocre mandato, ante la comunidad internacional?
Infortunadamente, debido a las necesidades sedientas de victoria, presenciamos como ambos (Uribe-Pastrana) rellenan su ego con mutuos halagos, acompañados, por supuesto, de deslavados abrazos. ¡Qué hipocresía, y qué falta de respeto, luego de mantener una relación tan devastada, venir ahora a anunciar sin sonrojo alguno dizque ‘alianzas’ por la patria! ¡Cuál luna de miel!
Es una incoherencia que quienes otrora fueran acérrimos contradictores, pretendan ahora caminar de la mano como una pareja reconciliada. Así no pueden funcionar las cosas en política, en tanto, no somos desmemoriados para olvidarnos de lo sucedido hace unos años. Además, los hechos nos muestran que no se debe confiar en el malintencionado de Pastrana: un sujeto ungido de hambre para participar en una contienda electoral, teniendo certeza de que es un símbolo sagrado de desprestigio social.
Es necesaria una coalición de centroderecha para contener el demonio de las Farc, pero no con semejante costo. Pastrana no es merecedor del atractivo beneficio de integrar el triunfo de una colectividad que legítimamente luchará para ganar la contienda electoral del 2018. Ello constituye un castigo para el Centro Democrático, puesto que es un desacierto descomunal que en el mismo se integre, inoportunamente, un hombre sediento de protagonismo nacional.
Ojalá alguien tuviera el coraje para manifestarle al senador Uribe que esa alianza es fallida, porque ha generado repudio en su electorado. “Dime con quién andas y te diré quién eres”: un adagio deplorable que cobra fuerza en lo anteriormente mencionado.