Uribe y la falacia del castrochavismo

Uribe y la falacia del castrochavismo

"El expresidente ha usado este término propagandista para hacer contrapeso a sus adversarios políticos y convertirlos en el temor de los colombianos"

Por: Maicol Yeiro González Salazar
noviembre 08, 2019
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Uribe y la falacia del castrochavismo
Foto: Facebook @AlvaroUribeVel

Es muy común escuchar últimamente en los discursos políticos colombianos un neologismo creado por la política de la extrema derecha colombiana, más exactamente nacido de la voz del expresidente Álvaro Uribe Vélez, actual senador del Centro Democrático, querido y repudiado por muchos, quien tilda a los políticos de izquierda del país como comunistas castrochavistas.

Este término, utilizado por el “innombrable” —de acuerdo al temor que causa en Colombia hablar del expresidente—, no es más que una figura retórica con la cual compara a la izquierda de la nación con los difuntos expresidentes Fidel Castro (Cuba) y Hugo Chávez (Venezuela), debido a que estos líderes comunistas gobernaron sus países bajo un régimen político dictatorial y supuestamente llevaron a sus naciones al “deterioro político, económico y social”. Acá cabe anotar que su “deterioro” se debe más al bloqueo económico y político de Estado Unidos por estos no seguir la corriente ideológica capitalista mundial, pero ese es otro tema. Acá la pregunta es: ¿por qué usa la extrema derecha este término?

Pues bien, el líder del Centro Democrático emplea el castrochavismo de manera propagandista para hacer contrapeso a sus adversarios políticos, afirmando que de llegar la política de izquierda al gobierno del país, este se enfrentaría a la “miseria socialista” a la cual se enfrentan hoy día Cuba y Venezuela. De este modo realizó la campaña presidencial el actual presidente de Colombia, Iván Duque, quien  atemorizó a las masas con la transformación de la nación en una segunda Venezuela de ser elegido el castrochavismo comunista de izquierda como presidente del país, más exactamente hablando y dirigiéndose a Gustavo Petro, candidato presidencial por el partido de la Colombia Humana.

Así pues, el castrochavismo se convirtió en el temor de los colombianos por la manera tan estratégica en la que fue utilizado —cual aguja hipodérmica de los años 20 y 30—. Sin embargo, lo que los colombianos no ven es la carga de falacias que contiene la propaganda del castrochavismo, la cual ha persuadido y manipulado a más de diez millones de personas en el país —las cuales eligieron al actual presidente—. Algunas de las falacias que componen el castrochavismo son ad hominem. Usándolas desacreditan la política izquierda del país, haciéndola impopular. Además, acuden a la generalización apresurada, concluyendo que el país tendrá un futuro negro si elige un candidato de izquierda. Del mismo modo, implementan la falacia de la pendiente resbaladiza, con la que persuaden al pueblo afirmando que de votar por la izquierda Colombia se convertiría en una segunda Venezuela. Y por otro lado se emplea la falacia de ad baculum, con la que manipulan a los colombianos usando una propaganda amenazante. Estas y muchas otras falacias contiene esta estrategia política.

Pero qué se puede esperar del “honorable” expresidente si todo el tiempo hace uso de las falacias argumentativas, siendo la petición de principio la falacia más común de sus discursos, donde asegura nunca mentir y siempre ser transparente y honorable —coso contraria dicen sus más de 280 investigaciones por nexos con el paramilitarismo, desaparición forzada, falsos positivos, entre otros, pero ese también es otro tema que ojalá se resuelva pronto—.

Para finalizar, con la ayuda de su figura retórica llamada castrochavismo, el líder del Centro Democrático —no quisiera nombrarlo dos veces— logra que su candidato llegue a la presidencia de Colombia, el cual en un año de mandato ha acercado al país a una “segunda Venezuela”, sin ser de izquierda, sin ser comunista ni socialista, siendo de la corriente política mundial capitalista y siendo de mano firme y corazón grande —eslogan del CD—.

Colombia está alzada en paros a nivel nacional; a diario mueren líderes sociales, indígenas y defensores de derechos humanos; la economía está mal; el proceso de paz logrado en La Habana está quebrantado; las Farc-Ep, que se habían disuelto con la firma del proceso, volvieron a las armas... en fin, el país no está nada bien. El país es el paraíso que se vendió en campaña, o Colombia no entendió bien, y el mensaje era no votar por la misma derecha de siempre para no seguir en el cauce que conduce a convertirse en la segunda Venezuela.

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