A casi un año de la primera vuelta presidencial, la opinión parece coincidir en que una coalición por la paz alrededor de un candidato único tiene sentido, pero está convencida de que Germán Vargas Lleras será en próximo Presidente. Sin embargo, la próxima elección no está cantada, y tendrá mucho que ver con Uribe, y con cómo se surta la implementación del acuerdo final con las Farc.
Humberto de La Calle como el candidato de la paz podría representar la continuidad de los acuerdos y podría acercar a sectores que se han opuesto con más fuerza a Juan Manuel Santos que al mismo proceso. Sin embargo, es Germán Vargas el candidato que ha amasado las maquinarias regionales y la visibilidad de haber ejecutado billones en obras públicas, una apuesta tan alta, que esta es una elección que sencillamente no se puede dar el lujo de perder, porque perderla seria el fin de su carrera política. Y la suya sería una victoria fácil si no fuera porque los uribistas necesitan volver al poder. Y digo uribistas, porque ese tal vez no sea el deseo personal de Álvaro Uribe, pero es probable que desde su perspectiva no haya más opción.
La implementación de la Justicia Especial para la Paz es tan incierta,
que nadie sabe en realidad que va a pasar,
y eso pone nerviosos a sectores que participaron activamente en el conflicto
La implementación de la Justicia Especial para la Paz (JEP) es tan incierta, que nadie sabe en realidad que va a pasar, y eso pone muy nerviosos a sectores que participaron activamente en el conflicto, bien como financiadores o directamente en el frente, como es el caso de las Fuerzas Militares, que no confían en lo que está por venir, muy a pesar de los nutridos esfuerzos por ofrecerles toda suerte de garantías. Estos son sectores que buscan a un candidato ideológicamente cercano que les asegure que las Farc no terminaran en el Congreso, y ellos en la cárcel. Esta preocupación no es de descartar como improbable en cuanto las Farc parecen tener un plan bastante estructurado para acceder al poder por vía popular en las regiones donde tienen una presencia más fuerte, al tiempo que trabajan de la mano de asesores internacionales en el montaje de grandes proyectos privados agroindustriales. Por el otro lado, nadie sabe cómo los procesos de verdad y justicia podrán afectar la reputación e incluso la estructura actual de las Fuerzas Militares, por lo que no se descarta que la justicia transicional incluya una depuración administrativa y una desclasificación de archivos.
El problema es que el uribismo, por ahora (cosa que se resolverá muy pronto) no tiene candidato. A menos, claro está, que sea el propio Uribe el que se lance a la Vicepresidencia, en pareja con una mujer, de lealtades probadas e idealmente con quien haya trabajado en sus tiempos en la Presidencia, que este lejana de toda controversia y reciba el aprecio del sector más radical de la derecha, pero que no tenga inconveniente en acercarse a otros sectores. Esa mujer tiene nombre, el modelo de la doble presidencia no dista mucho de la última dupla elegida Santos-Vargas Lleras, y ciertamente arrasaría.
Sin embargo, esto solo sucederá en el caso de que Uribe no encuentre otro candidato. La distancia cada vez más crítica que ha mantenido Germán Vargas con el proceso de paz y los acercamientos que ha ido buscando con Uribe a través de terceros, parecen ser consistentes con lo que podría derivar en una alianza inesperada. Germán Vargas fue un uribista militante hasta que se bajó del tren cuando se planteó el tercer periodo, y si bien es cierto que fue su nombramiento como Minjusticia el florero de Llorente con el que el recién elegido Juan Manuel Santos rompió cobijas con Uribe en el 2010, en la política todo es posible. Y para la muestra, solo hay que ver la vehemencia con la que el Centro Democrático protestó porque el actual vicepresidente no pertenece a Cambio Radical.
Son muchos factores sin respuesta los que harán de este año
uno muy nutrido en alianzas y traiciones
Son muchos factores sin respuesta los que harán de este año uno muy nutrido en alianzas y traiciones. Sin una ley estatutaria que responda a las preguntas más fundamentales sobre cómo va a funcionar exactamente la Justicia Especial para la Paz, con los efectos de la desmovilización de las Farc aún por verse, con innegables retrocesos en materia de seguridad en el campo, el ELN sin absolutamente ninguna voluntad de firmar la paz, y la multiplicación de los cultivos de coca, lo que sí está claro es que no será el candidato de la paz, sino el de la seguridad en el posconflicto, el que conseguirá vencer en las urnas. Twitter @nataliaspringer