Solo quien conoce el alma, el corazón y la mente de los megalómanos puede hablar del dolor que estos experimentan cuando son testigos del eclipse de su falsa gloria. En verdad, esa metamorfosis kafkiana de dios de barro a pobre diablo ha de ser una puñalada en el pecho para una personalidad abrumada por la egolatría. El estribillo de una canción, con dedicatoria sobreentendida, haría eco de estas palabras de tono ácido e irreverentes: “Dicen que soy un payaso y que voy de fracaso en fracaso”.
A propósito, recuerden la más reciente y estruendosa derrota del expresidente Uribe. Sucedió hace poco cuando puso toda la carne en el asador a través de sus subalternos para apostarle a un triunfo de Donald Trump en las recientes elecciones de Estados Unidos. Como suele decirse, le salió el tiro por la culata, por lo que debe prepararse para asumir las consecuencias de tamaña intromisión en asuntos de política interna de la potencia más importante del mundo y de la democracia ídem.
Una vez se posesione el presidente electo, lo más seguro es que le aguarden algunas desagradables sorpresas. De hecho, este servidor está esperando con gula el comienzo de la era Biden, porque significará un reinicio de la institucionalidad en el mundo y un respiro para las democracias, en especial para la Corte Penal Internacional. Uribe se ha empeñado desde hace muchos años en ser un obstáculo para la unidad, la reconciliación y la paz de los colombianos, pero la paz es el futuro. La nueva manera de pensar y de proceder debe surgir a partir de la no venganza y de la tolerancia y del respeto por la diferencia. Así nacerá la unidad que hará viable la democracia en Colombia.
Mis compatriotas pueden estar seguros de que tan pronto se posesione Joe Biden no ahorraré ningún esfuerzo para continuar con mi gestión internacional. He arriesgado mucho, y he renunciado y sacrificado muchas cosas por la paz en mi amado país. También he perdonado a los responsables de mi panteón familiar y de mi destierro. Pero del otro lado tienen que haber unas personas que pidan perdón. Es lo más coherente y lógico, lo más razonable y la mínima justicia que solicito.
Retomando el tema del fracasado y sus fracasos: el próximo fracaso, el no va más de sus derrotas, podría tranquilamente ser la proyección política de su delfín, un tal Tomasito Uribe. Patadas de ahogado, dicen por ahí. Por el momento sería un gesto de gallardía y de sensatez que el señor Uribe corresponda a alguna de las invitaciones que yo le he hecho desde el exilio con el ánimo de detener el genocidio y esta maldita guerra fratricida que no da tregua. La era de la sanación emocional y la era de la reconciliación viene en camino. Señor Uribe, aún está a tiempo de dar un sí. Después no habrá tiempo para llorar.