¿Uribe sabe lo que está haciendo?
El lunes, después del triunfo del No en el plebiscito surgieron dos preguntas: ¿y ahora qué? ¿Qué proponen quienes ganaron en las elecciones? La respuesta no es nada sencilla, primero porque en la votación negativa a los Acuerdos de la Habana no existe una visión homogénea sobre las alternativas. De hecho, se pueden identificar varias perspectivas detrás del No: los que querían modificar algunos aspectos de los acuerdos, como Francisco Santos, Uribe y un montón de ciudadanos de a pie; aquellos que piensan que nada de lo acordado sirve, como Alejandro Ordoñez o Jhon Jairo Velásquez, alias “Popeye”; los que votaron a partir manipulaciones mediáticas sobre el contenido de los acuerdos, por ejemplo, aquella mentira incansablemente repetida del sueldo de $1.800.000 para los excombatientes; los que creyeron en mentiras sin relación alguna con el acuerdo, como la absurda y nefasta idea de la “ideología de género”; también se expresó el voto de castigo hacia el gobierno de Santos y de oposición a las FARC, y no faltó quien sigue insistiendo en la guerra como salida al conflicto en Colombia, tal y como lo ha sostenido de manera permanente y mezquina José Obdulio Gaviria o lo vocifera Jaime Restrepo “El patriota”, defensor de paramilitares en Twitter. Así que, no nos digamos mentiras, el NO es un galimatías.
Para acabar de completar, las primeras propuestas del otrora presidente Uribe, sin duda el más reconocido representante del No y quien más rápidamente está capitalizando la estrechísima victoria, han sido erráticas poco claras y parecen repetir cosas que ya estaban en los acuerdos. Vimos entonces a un Uribe que proponía una amnistía “del mismo modo y en sentido contrario”, por lo que muchos y muchas llegamos a la siguiente conclusión: Uribe no sabe lo que está haciendo, entre otras porque tampoco él se imaginaba que iba a ganar. No en vano el hashtag #PropongoComoUribe hizo las delicias de las redes sociales el martes 4 de octubre en la tarde.
Pero, pensándolo más despacito y sin tanta inocencia, aquí hay gato encerrado, porque nada, absolutamente nada en política es inocente. Surge entonces otra pregunta: ¿Uribe sabe lo que está haciendo? Una primera pista hacia la respuesta está en el mismo variopinto del No, ya que pese a ser una suerte de sancocho de intolerancia con camándula venteada y pastorcitos bien mentirosos, algunas críticas de fondo a los acuerdos y rechazo hacia las políticas de Santos, existe un factor cohesionador en varios de los discursos: el miedo. El miedo al “catrochavismo” y la “ideología de género” (par de términos vacíos usados sólo para estigmatizar); a los campesinos que se han visto obligados a empuñar las armas y ahora quieren construir caminos desde la legalidad; a ver disminuidos los patrimonios personales por supuestas expropiaciones o por la reforma tributaria, esa sí muy real y que el gobierno quiere imponer ante la crisis económica y petrolera que desfinanció el erario y ha encarecido el costo de vida.
La campaña del No se catapultó al triunfo desde sendas manipulaciones para sembrar temor y cosechar odio, tal como lo anda cacareando sin vergüenza alguna el gerente de tan “magna” empresa Juan Carlos Vélez, ex candidato a la alcaldía de Medellín por el Centro Democrático: “Estábamos buscando que la gente saliera a votar verraca”. ¡Y vaya si lo lograron! Removieron lo más godo y resentido de la cultura política colombiana para que muchas personas salieran a votar en contra de las opciones sexuales diversas y de formas de pensar diferentes. En conclusión: la terrible mezcla de miedo y odio que ha servido de combustible para la guerra fue la base de esta “victoria de la democracia”.
Y en este punto nos encontramos con una vieja y conocida estrategia utilizada por las élites en otros momentos. Desde el oscuro túnel del miedo y el odio, el uribismo quiere construir el primer peldaño seguro hacia las elecciones de 2018, tal como lo hicieron en el 2002. ¿Cómo ganó Uribe en aquel entonces?, sencillo, con una campaña fundada en el miedo para sepultar de manera definitiva cualquier posibilidad de paz después del fallido del Caguán y con los efectos de la crisis económica de 1999, la más dura del país en el siglo XX, aún fresquitos. El actual senador resaltó la incapacidad de su predecesor Pastrana para sacar el país del atolladero, en lo que sin duda tiene razón, y se proclamó como el salvador de la patria.
Hoy la estrategia es la misma, con elementos de contexto que parecen similares y de los que le quieren sacar provecho: un proceso de paz con las FARC, los comunistas a los que tanto odian, y una crisis económica que ha golpeado, como raro, a los más pobres. Pero en esta ocasión, el senador y su combo han tenido que hacer variaciones tácticas porque, aunque así lo quisieran, la situación no es la misma. El actual proceso de paz no ha fracasado, si no que ha sido posible construir un histórico acuerdo entre la insurgencia y el gobierno de Santos, con participación de víctimas, sectores de la academia y algunos gremios. Y como no ha naufragado, ¿era posible que se resistieran a la tentación de desatar la tormenta? Pues con las propuestas de impunidad para ellos mismos y los militares, desmovilización pero sin verdad para guerrilleros rasos, cárcel para altos mandos, y negación de la participación política legal a quienes la han hecho por las armas, se les hace agua la boca en el deseo de cavar la tumba, hacerle la mortaja al proceso y de paso, revivir a uno que otro cadáver político como Pastrana.
Pero hay otro factor, tanto o más importante: hoy, a octubre de 2016 existen millares de colombianos y colombianas con disposición de paz, perdón, reconciliación, y que le disputan al miedo. Son las víctimas que históricamente han clamado por el fin de la guerra; los más de 6 millones de votos que refrendaron los acuerdos el pasado domingo; las miles de personas que ayer salieron a las calles a exigir que se mantenga el cese al fuego bilateral y que lo más rancio de las élites y el conservadurismo del país, deje de ponerle el palo a la rueda de la historia. En el 2002 muy pocos salieron a las calles a defender el proceso, hoy son millones. Aunque la caja de Pandora está abierta y no sabemos aún el desenlace, el uribismo no tiene las mismas posibilidades para imponer su proyecto de país, retardatario y de beneficios para pocos. Uribe sabe lo que hace, pero la gente en las calles también ha aprendido una que otra cosita y hoy están gritando #PazALaCalle.
Foto: Carmela María
[1] “El No ha sido la campaña más barata y más efectiva de la historia”, http://www.larepublica.co/el-no-ha-sido-la-campa%C3%B1a-m%C3%A1s-barata-y-m%C3%A1s-efectiva-de-la-historia_427891