Uribe o Cepeda, dos caminos para Colombia

Uribe o Cepeda, dos caminos para Colombia

"Por un lado, está la continuación de un neofascismo criollo. Por el otro, la posibilidad de borrar este periodo y relegar lo que representa el uribismo"

Por: Régis BAR
marzo 25, 2021
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Uribe o Cepeda, dos caminos para Colombia

Desde que la Corte Suprema rechazó la acusación de Álvaro Uribe en contra de Iván Cepeda por supuesta manipulación de testigos en febrero del 2018, y abrió una investigación contra el expresidente con esta misma acusación, la oposición entre estos dos importantes personajes nutre los debates políticos y los contenidos mediáticos.

El tratamiento de este caso judicial ha dado lugar a la representación de un duelo entre dos enemigos personales y de la polarización entre dos fuerzas políticas antagónicas. Si bien es cierto que Uribe y Cepeda son adversarios políticos, que defienden ideas muy distintas, la oposición entre los dos va mucho más allá de un conflicto entre dos individuos e incluso de una confrontación estrictamente política.

Cepeda y Uribe tienen en común el hecho de haber tenido un padre asesinado, y se puede decir que sus trayectorias respectivas han sido marcadas por el conflicto armado. Pero mientras que Uribe convirtió esa experiencia en un instrumento para difundir un mensaje de odio, de venganza y de autoritarismo, Cepeda ha hecho todo lo contrario, su experiencia lo ha llevado a defender la democracia, los derechos humanos y la paz.

A lo largo de su carrera política, Uribe siempre ha demostrado su gusto por las prácticas corruptas y su cercanía con el mundo de la criminalidad, ya sea como director de la Aeronáutica Civil, alcalde de Medellín, gobernador de Antioquia o presidente. Son decenas las personas de su entorno que han sido judicializadas y condenadas.

Cualquier persona que examine con seriedad y un mínimo de objetividad su trayectoria no tendrá la menor duda de su culpabilidad. El hecho de que aún no haya podido ser "probada" judicialmente se debe, en mi opinión, a la corrupción del sistema judicial y del mundo político, así como a la capacidad de intimidación de Uribe y de su entorno, y no a la falta de contundencia de los hechos criminales que lo rodean.

Uribe es el símbolo por excelencia de la alianza de una gran parte de la clase política colombiana con el paramilitarismo. Tiene una responsabilidad inmensa en el desarrollo y el fortalecimiento de los grupos paramilitares, así que de su proyecto político y económico, no solamente en Antioquia sino a escala nacional.

Uribe aprovechó como ningún otro responsable político la figura de las Convivir para fomentar la creación o la legalización de grupos paramilitares. Era tal su cercanía y afinidad con las AUC que estas contribuyeron de manera amplia y decisiva a su elección a la presidencia. Se puede decir que esta elección representó la consagración del proyecto paramilitar de "refundación de la patria", y fue un motivo para que las AUC se desmovilizaran beneficiando de un trato favorable por parte de su aliado presidente.

Por todo lo anterior, hay que considerar que Uribe no es un ciudadano y un político "normal", sino uno involucrado en la criminalidad y un político de extrema derecha.

A Cepeda han tratado de vincularlo con la guerrilla desde que se lanzó en política, pero a pesar de que está constantemente vigilado (incluso de manera ilegal) y señalado, nunca han podido dar una sola prueba de su supuesta pertenencia a la guerrilla. Dado el nivel de poder de sus enemigos políticos y su capacidad de instrumentalizar los aparatos de inteligencia y de justicia, no hay duda de que si ese vínculo existiera Cepeda ya habría sido judicializado.

Existen muestras, públicas, de interlocución entre Cepeda y grupos guerrilleros, pero se trata de una interlocución siempre enfocada en la búsqueda de la paz y de salidas humanitarias al conflicto armado. De hecho, ha aceptado dialogar con paramilitares por la misma razón.

Aunque representen orillas políticas opuestas, la oposición entre Cepeda y Uribe no se limita a un duelo entre izquierda y derecha, sino que encarna dos visiones fundamentalmente diferentes de Colombia. Una que se enfoca en la búsqueda de la paz y de la democratización de la sociedad y la otra que se nutre de la violencia y de la guerra para proponer supuestas soluciones autoritarias.

Uribe encarna los "valores" tradicionalmente asociadas a la extrema derecha continental, es decir el culto al caudillo, la referencia constante a la religión (vista de manera ortodoxa), la glorificación de las Fuerzas Armadas, el conservatismo y la estigmatización de todo lo que desafía el orden establecido.

Cepeda, por su parte, representa los valores esenciales de la izquierda y la defensa permanente de los derechos humanos. Su postura política no es extrema, por el contrario, se distingue por ser incluyente y abierta a las alianzas, más allá de la izquierda.

Los políticos que respaldan a Uribe son los que defienden el statu quo o que tienen un interés directo y personal en aliarse con él, mientras que los que apoyan a Cepeda lo hacen porque se identifican con su lucha por la democracia, la paz y los derechos humanos y vienen de horizontes muy diferentes.

Uribe y Cepeda tienen en la actualidad un enfrentamiento judicial y mediático, pero en realidad la oposición entre los dos va mucho más allá que una disputa personal y política. Tampoco es la representación de una polarización entre dos partes igualmente legítimas. Lo que está en juego a través de estos dos personajes relevantes son dos caminos radicalmente distintos para el futuro de Colombia.

Es decir, por un lado la continuación de un neofascismo criollo que viene acompañado de un eterno desastre en materia de derechos humanos y de la imposibilidad de llegar a una verdadera paz, y por el otro la posibilidad de borrar este periodo y de relegar lo que representa el uribismo en el pasado para poder, por fin, avanzar hacia una sociedad realmente democrática.

Por lo tanto, apoyar a Iván Cepeda no significa estar por la instauración de un régimen socialista en Colombia, como lo afirman los mismos creadores del falso concepto de "castrochavismo", sino mostrar su respaldo a los principios democráticos y sus ganas de que Colombia cambie para bien.

Porque Colombia ha probado hasta la saciedad el camino de Uribe. Es tiempo de que avance hacia otro rumbo, el de la paz, de la democracia y del respeto de los derechos humanos, es tiempo de que pruebe el camino de Cepeda.

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