A menos de cinco meses de las elecciones presidenciales, en Colombia se vive un clima enrarecido. Aún no se definen todas las candidaturas entre las que los ciudadanos tendremos que elegir a quien dirigirá los destinos de la patria por los próximos cuatro años. Sin embargo, en medio de la confusión y las paredes a reventar de caras que solo se ven cada cuatro años pidiendo votos, hay una sola cosa clara: la batalla será entre la izquierda trasnochada (en todas sus presentaciones) y una derecha con mucho por demostrar.
Lo anterior muy a pesar de los esfuerzos desmedidos de los medios de comunicación y el gobierno nacional por “acabar con la polarización”, cosa que, dicha de otra manera, es sencillamente tratar de conseguir que los colombianos avalen y aplaudan todas las majaderías del gobierno en pro de la “unidad y la paz”. Sin embargo, el pueblo colombiano, apoyado en las nuevas tecnologías de comunicación e información, está haciendo escuchar su voz y diariamente nos encontramos con millones de trinos y publicaciones en redes sociales donde podemos encontrar opiniones, en absolutamente todo el rango de colores en las que estas puedan existir. Este interesante fenómeno fue lo que me motivó a escribir estas líneas.
Hoy no pretendo cambiar ideologías ni hacer que un militante del Polo replantee su vida para empezar a militar en el Centro Democrático. Hoy quiero hablarle a los de un lado como a los del otro para hacer una claridad que me parece fundamental en el contexto electoral en el que nos encontramos: Uribe no es lo importante. Lo que pasará el próximo 27 de mayo no se puede reducir a una puja entre dos políticos, en las próximas elecciones presidenciales estaremos definiendo en qué país queremos vivir de aquí en adelante y es fundamental que los colombianos entendamos que ninguno, léase bien, ninguno de los candidatos será la solución mágica, que varios de ellos prometen ser, a nuestros problemas. Es imperativo que comprendamos que como ciudadanos no solo existimos para luchar por nuestros derechos sino también para cumplir con nuestros deberes. Es clave que sepamos que si Colombia está y ha estado siempre en una situación precaria no se debe únicamente a “los políticos corruptos” sino también, y en mayor medida, a la indiferencia y mediocridad de nosotros mismos como colombianos. Lo anterior puede generar en el lector una reacción de rechazo que es completamente comprensible dada nuestra inclinación a culpar a otros de nuestros errores y lavarnos las manos con tranquilidad.
Con todo esto en mente primero quiero hablarles a todos aquellos que están pensando votar por la izquierda únicamente “por joder a Uribe”, y por izquierda me refiero a Petro, a Humberto de la Calle, a Fajardo (sí amigo lector, es de izquierda, aunque a él le de miedo aceptarlo) y Timochenko. Si bien usted tiene todo el derecho de votar por quien prefiera, le pido encarecidamente que tome en consideración los puntos descritos unas líneas más arriba y tenga en cuenta también, que todas las opciones que están en el espectro de la izquierda han sido, en algún punto de sus carreras, amigos o simpatizantes del régimen dictatorial y genocida que hoy tiene secuestrada a nuestra hermana nación Venezuela. Y así muchos intelectuales se rasguen las vestiduras insultando a todo aquel que insinúa que Colombia corre riesgo de acabar en la misma situación del vecino país, dicho riesgo es muy real. Por otro lado, no estoy diciendo que los candidatos de la derecha sean perfectos ni mucho menos, pero con ellos, por lo menos tenemos la certeza de no comprometer aún más nuestras libertades individuales que a final, serán la única herramienta que nos permitirá, a las nuevas generaciones, cambiar definitivamente el rumbo de nuestro país. Sin libertad no hay nada.
Segundo y para concluir quiero hacerle un llamado a los uribistas, a los cuales orgullosamente pertenezco como militante activo del Centro Democrático. Dicho llamado es a que hoy más que nunca tengan en mente que lo importante no es Uribe. No me malinterpreten, mi admiración por el liderazgo y los postulados del presidente Uribe es inmensa, tanto así que me llevo a dedicarle al Centro Democrático más de dos años de mi vida (tengo 24) trabajando con amor y convicción para fortalecer dicha colectividad. Pero el caballo de batalla tiene que dejar de ser el presidente Uribe y tiene que iniciarse la transición hacia la difusión de sus ideas y las de todos los grandes líderes que sé que existen en el partido. Menos “riñas callejeras” por Twitter contra todo aquel que insulte al presidente Uribe y más debate de ideas, con altura y, sobre todo, con patriotismo.