El domingo Colombia mostrará, una vez más, su afinidad por el gamonalismo. Las encuestas dan por ganador a Duque y remarcan el fervor que la mitad de los colombianos tiene por el discurso radical y violento del uribismo. Y está bien, si a esa mitad de colombianos no les importa que ya no se maten sus compatriotas más pobres por intereses de los poderosos empresarios, guerrilleros o narcos, pues están en su derecho de asumirlo y sacar, con su voto y sin fusil, al Popeye que llevan dentro.
La democracia lo permite y eso muestra que el problema nunca ha sido Uribe, el problema siempre han sido los uribistas que lo mantienen como emperador vitalicio del poder. Él, sin sus seguidores, podría dar alharacas y ser algo peligroso para muchas cosas y personas, pero no tendría la fuerza temible que ostenta.
Ante este panorama electoral, yo solo pido honestidad. Digan que para ustedes Uribe es el mejor lo que sea de la historia, líder, político, presidente, senador, investigado, etc. Lo que sí me parece cuestionable, si su fanatismo me lo permite, es que digan que Uribe representa algo distinto a lo que Chávez y Maduro han sido. Sí, seguramente merezco la reprimenda de los politólogos por comparar figuras radicalmente opuestas en ideologías, pero deténganse un momento y verán que tienen muchísimo en común en sus prácticas políticas.
Del lado colombiano se masacró la constitución para perpetuar a Uribe en el poder, del lado venezolano, también. Del lado venezolano quedó el que dejó Chávez, del lado colombiano elegimos al que dijo Uribe y parece que lo volveremos a hacer (gracias eternas en este caso a Noemí Sanín que se le atravesó a Andrés Felipe Arias, alias Uribito, para que no hiciera un Agro Ingreso Seguro por todo el país y por ocho años). Del lado venezolano se dijo que la hoja de vida de Maduro era para dirigir una empresa intermunicipal de buses. La hoja de vida de Duque, en cambio, es para administrar un edificio lujoso en Medellín. Del lado venezolano se impuso el socialismo del siglo XXI con populismo y gratuidad, así se aseguraron los votos del futuro. Uribe, por su parte, aseguró sus votos con histrionismo en sus consejos comunales y repartición a diestra y siniestra de nuestro dinero con el programa Familias en Acción.
Del lado colombiano los medios tradicionales llevaron a Uribe a transformarse en el mesías gamonal de todos los credos. Del lado venezolano, también. Uribe persiguió a sus detractores, los censuró con calumnias y los llamó terroristas y apátridas. Chávez y Maduro lo emularon, pero con sus propios detractores. Chávez y Maduro fueron artífices del peor éxodo y la peor escasez de alimentos en la historia reciente de Venezuela. Uribe y Santos nos ubicaron como la tercera nación más desigual del mundo y como los campeones mundiales del desplazamiento forzoso.
La comparación puede seguir con los ejemplos que usted quiera: manejar el país como una finca, falsos positivos, muertes por hambre en la Guajira, líderes sociales masacrados, prensa que encubre y manipula, etc. Por eso, no está mal que usted elija el continuismo y a la dictadura de Uribe, si ese es el mal que nos desea como país. Lo que está muy mal es que diga que Uribe es distinto a esos dictadores que se aferran al poder y que ni la misma muerte puede arrebatarles el trono, porque sus seguidores los ensalzan y los votan en cuerpos ajenos, como a Maduro, a Santos y a Duque.