Los candidatos del uribismo no suman más del 6 % en una encuesta. Conclusión trivial, ya que si alguien tiene capacidad de endoso, es el expresidente.
País absurdo: glorificamos en Colombia algunos hechos intrascendentes y, también, banalizamos hechos graves. Lo que significa que nuestras reacciones frente a lo que ocurre suelen ser, en uno u otro sentido, desproporcionadas.
Afirmar “de seguro, esos muchachos no andaban recogiendo café”, refiriéndose un presidente a los jóvenes asesinados por miembros de la fuerza pública en las jornadas letales de los falsos positivos, es una burla brutal a madres como las de Soacha alrededor de uno de los más graves eventos en la historia republicana de Colombia. Militares matando humildes jóvenes indefensos a cambio de vulgares prebendas. Tal banalización, al margen de las proporciones, los contextos y el papel de los protagonistas, es similar a la que Hanna Arendt descubre en las actitudes del nazi Eichmann, el hombre que podría haber sido nominado como el mejor empleado del mes, que no podía ver sangre y que, nada más, era responsable de la logística del transporte de millones de judíos a los campos de exterminio nazis. Obedecía órdenes, simplemente.
Lo contrario tiene algo de cómico: ponernos serios alrededor de hechos sin trascendencia. Aunque nos importa cada vez menos, elegir a la señorita Colombia, un hecho trivial, paralizaba a las fuerzas vivas de la nación y sus regiones. Doña Tera de Angulo, su hijo, los gobernadores, los especiales de las revistas más connotadas del país, la transmisión en directo por TV, un show más rimbombante que la entrega de los Óscares en Hollywood, son algunos de los ingredientes que durante décadas ilustran la conversión de lo banal en trascendente, justamente en la época en la que el conflicto colombiano andaba al rojo vivo. Fácilmente, el reinado le robaba titulares a la última masacre.
Al terreno de adjudicarle más importancia a lo que no lo tiene, pertenece el show de algunas de las encuestas políticas. Encuestas que, en casos como el del plebiscito de octubre pasado, no acertaron. Gestionadas por impecables empresarios y equipos en el cálculo de la probabilidad, de la selección apropiada de las muestras. En estos meses, se publican resultados de encuestas sobre predilecciones de la ciudadanía de cara a las elecciones presidenciales del 2018 que nos ponen a especular, buscar razones y que, quizás, poco dicen en realidad. Un gana - gana, ya que nos entretenemos con lo trivial, por un lado, y las encuestadoras facturan, por otro.
La semana pasada nos trajo resultados opuestos en dos encuestas. En una, la de Pulso País (Datexco, Opinómetro), ganaba Petro con 14.3 %; Vargas Lleras, lejos, con 5.3 %. En la otra (Polimétrica, Cifras & Conceptos), punteaba el ex vicepresidente Vargas. Confusión, pues, en el público. Algunas inquietudes sobre esta última.
Comparada con la anterior encuesta (mayo 2017), la de julio trae datos curiosos: la desfavorabilidad de Claudia López pasó de 29 % a 47 %. A su vez, la correspondiente a Vargas Lleras se redujo de 50 % a 34 % en el mismo lapso. ¿Cambios tan abruptos en dos meses?
El rubro “no sabe, no responde” es, de lejos, el de mayor porcentaje:39 %,
equivalente a la suma de los primeros cuatro clasificados.
Demasiada incertidumbre para extraer conclusiones medianamente válidas
Por otra parte, el rubro de “no sabe, no responde” es, de lejos, el de mayor porcentaje: a la pregunta de “quién quisiera que fuera presidente”, asciende a 39 %, equivalente a la suma de los primeros cuatro clasificados. Demasiada incertidumbre para extraer conclusiones medianamente válidas a estas alturas.
Sin embargo, lo más sorprendente, en el contexto de la realidad política, es que los candidatos que representan al Centro Democrático suman, ni más ni menos, que el 5 % (“¿Por quién votaría Ud.?”) y 6 % (la suma de “el que ponga Uribe” e Iván Duque frente a la pregunta “¿Quién cree que será presidente?”). ¡Carreta! Y, aclaro, el problema no es del encuestador.
Considerar que Uribe y el CD están por debajo, digamos, de la votación individual correspondiente a Claudia López, Sergio Fajardo o Clara López puede contribuir a conducir a la catástrofe electoral de los proyectos políticos que apoyan el proceso de paz y el cumplimiento de los acuerdos.
Uribe ya demostró, con creces, que sí endosa. Con el sacrificio de Francisco Santos, que es equivalente a desterrar cualquier semiótica rola dentro del uribismo, y la postulación de Óscar Iván Zuluaga, recorrió en el 2014, a su manera, lo que los gringos llamarían las primarias. El CD ganó la primera vuelta con holgura. El ganador se vio en ascuas en la segunda, apelando a Ñoños, Clara López y otras ayudas.
Podrán, cada dos meses, salir encuestas como la aludida de C & C. Saldrán resultados similares si lo que se somete a encuesta son los nombres de individuos y no los de los representantes de proyectos políticos con claros derroteros, resultantes del debate interno entre precandidatos afines. Se glorificarán algunos egos y se le dará pasaporte al CD, disciplinado y enemigo de los acuerdos firmados.