El problema de Uribe es que se le desapareció el enemigo (Farc) y como en esa lucha cometió tantos crímenes, el fantasma del castigo lo obliga a luchar hasta el fin.
Ahora, ante el peligro de terminar preso como Fujimori, o peor, extraditado como Juan Orlando Hernández (expresidente de Honduras) para “salvarse” busca todas las formas de desestabilizar la precaria democracia colombiana.
Sin embargo, no son situaciones similares.
A diferencia de Fujimori que se enfrentó a la casta corrupta del Perú y al gobierno de EE. UU., y del expresidente de Honduras, que no comprometió en su negocio mafioso y demás crímenes al grueso de la clase dominante de ese país, en el caso de Colombia Uribe involucró en su gestión delincuencial a amplios sectores de la oligarquía colombiana.
Y por ello, el intento que hace en este instante por desconocer los resultados electorales es una forma de presionar para que todos sus aliados (de ayer y de hoy) se unan contra Petro para evitar lo que el tanto teme: que sea elegido un gobierno de izquierda y lo echen a la cárcel.
Pero, lo más seguro es que —así Petro logre la presidencia de la república— va a ser muy difícil juzgar a Uribe por los cargos principales (asesinatos, desapariciones forzadas, uso de organismos del Estado para perseguir a sus opositores, complicidad con mafiosos, corrupción, etcétera), porque sus aliados (incluyendo muchos empresarios y políticos colombianos, norteamericanos y latinoamericanos) están comprometidos con esa acciones criminales.
Es más, pienso que esta acción —desconocer los resultados electorales de Senado— va dirigida a presionar desde ahora al nuevo gobierno, y presionar a los políticos tradicionales que están pensando en acercarse a Petro.
Todo indica que Uribe va a seguir por el resto de su vida “mostrando los dientes” aunque ya no muerde como antes. Pero muchos de sus cómplices le temen por lo que sabe (los “guardados” que tiene) y tratarán de protegerlo hasta lo último.
El problema para el nuevo gobierno es que los crímenes de las Farc fueron —en gran medida— perdonados, y por ello, juzgar a Uribe es tan difícil.
Por ahora, con alegría y entusiasmo hay que avanzar hacia la primera vuelta y ganarla con Petro y Francia colocando como consigna la “defensa de la democracia y de la institucionalidad” (así sea precaria).
Podríamos decir que debido esa estructura de corrupción nacional e internacional que protege a Uribe, el expresidente no va a naufragar (sufrir presidio) pero va a vivir por el resto de su vida en permanente zozobra. Que es más o menos lo mismo que “morir en vida”.
Se lo merece.
