Desde que comenzaron los escándalos y las investigaciones judiciales y las condenas de rigor, el presidente Uribe viene diciendo a diestra y siniestra, clariquitico, en cualquier congreso de cafeteros o en mitad de calle en un paro de maestros, arengando una verdad que merece ser oída y no es otra que los claros tintes políticos de toda esta algarabía que se ha montado.
Y en las redes sociales se burlan de él, en sus narices, y dicen que en el Congreso es mejor alejarse del personaje porque si no te coge de los hombros y como íntimos de siempre te cuenta que todo es la sucia política y es capaz de llorar como una Magdalena.
Y sí, tiene razón.
Si los fines para chuzar y espiar e interceptar teléfonos eran eminentemente políticos, ¿cómo no va a ser política la investigación que de aquello se haga? Es la lógica de la lógica.
Y en efecto, se chuzan los juzgadores y defensores de derechos humanos y periodistas incómodos con un solo fin: garantizar de una u otra forma que en diez años sigamos en el poder y gobernando y aquellos inconformes mamertos con la boca bien tapada. Un medio político no merece un fin judicial.
Igual con aquello del agro seguro, cuyos fines eran eminentemente políticos. Garantizar que las tierras y los subsidios y las políticas agrarias sean de mis amigos para que en diez años estemos igual o mejor.
Y si el efecto es político, la causa también lo es.
Como los nazis y su Segunda Guerra Mundial. Asesinan a seis millones o un poco menos o algo más de judíos por razones eminentemente políticas, ya que es una raza que se ha apropiado de los bancos y las tiendas y los negocios, y cualquier juzgamiento en cualquier Nuremberg se convierte, por ende, en eminentemente político. Que se hable de cámaras de gas o campos de exterminio son tapaderas que pretenden ocular la verdad de la persecución política.
Con razón, pensará Uribe, cuando muere Franco, no juzgan a los falangistas ni a los franquistas ni a ninguno de ellos. Sería un juicio eminentemente político.
Como la muerte de Videla en Argentina, fue un juicio político, por ende amañado y subjetivo y ha debido morir en su camita viendo por televisión el último escándalo de la Fifa.
Y así seguiríamos hasta la eternidad buscando razones de peso para el caso del uribismo perseguido.
Todo lo que se hizo en aquellos años tuvo una motivación política, desde comprarse la presidencia con notarías y platica gracias a la llamada Yidispolítica, hasta las matanzas de los paras por medio país.
Según la tesis uribista, toda persecución que se haga no tiene un tinte diferente a lo político, y si la cosa es política, injustamente se convierte en judicial.
Solo es cosa de abrir las mentes . O si no pensemos en el magistrado Pretelt con su miradita de yo no fui, que se hace dueño de inquietas tierras por motivos eminentemente políticos. ¿Cómo pretendemos que un juez lo juzgue con objetividad, si todo no es sino un macabra persecución política?
A veces la lógica es impecable e implacable.
Y hablando de…
Y hablando de políticos, me viene a la cabeza el cheque dado por Santos a su compinche Petro por un valor grandísimo, y solo me queda una duda, una tremenda inquietud y un temblor que no soporto.
La duda es quién y con qué plata le van a pagar a los chinos que hagan el subterráneo. Que eso va a ser cosa de chinos, creería que no hay duda. Pero, repito, cómo se les va a pagar si lo único que tenemos es un papel muy colorido que le entrega Santos al Petro por un valor que no se ve, sin firma responsable ni banco que avale. ¡Qué pena con los chinos !
La inquietud, que es grande. Cuando comiencen a hacer el túnel pilas no tumben el paso subterráneo que hay por la Javeriana, de apenitas cien metros y que duraron haciéndolo sus buenos años. Que cuando hagan la perforación del metro, hagan la bajadita y no se tiren aquél túnel, y pilas que en las bajaditas pueden ser los momentos de los atracos masivos y por eso sería bonito que todo tuviera una música ambiental llanera.
Y el temblor que no soporto es que, conociendo la política colombiana, Petro es capaz de hacernos el metro en seis meses, con estaciones tembleques y trenes poco ruidosos. Y conociéndolo, es capaz de pintar con los lindos colores de la Bogotá Humana los vagones de aquel desaparecido Expreso del Sol.