Desde hace unos años estamos viendo y viviendo un fenómeno que expresa de plano la situación actual del campesinado colombiano: hemos observado a los trabajadores del campo perder cosechas de ñame, botar mangos a lo largo de las vías, no saber qué hacer con el maíz, la cebolla y recientemente la papa, sin incluir las regiones que están en las mismas.
Curiosamente, algunos de los productos que se pierden por falta de comercio son importados al país por los empresarios que se adueñaron de algunos acuerdos del TLC con EE.UU.
Antes de que Colombia ingresara al mundo competitivo del supuesto libre comercio, la producción interna, especialmente alimentos, era controlada por cientos de familias campesinas repartidas a lo largo y ancho del país. Prácticamente se abastecía el consumo interno y la economía mantenía un equilibrio
Pero mucho antes de los tales acuerdos, algunos empresarios ya preferían importar por beneficios gubernamentales otorgados derivados en impuestos, lo que deja mal parado al gobierno mismo, pues al parecer nunca ha tenido en cuenta al productor interno.
Siempre fue sospechoso el afán del señor Álvaro Uribe de firmar los acuerdos a como dé lugar, como si detrás del supuesto beneficio colectivo hubiese otro mayor y más particular que no incluía a los campesinos nuestros.
Se dijo que el señor Uribe estaba encadenado a una supuesta presión de aquel país por una posible investigación, pero eso no está confirmado ni parece coherente.
Lo cierto es que los EE.UU, con el acuerdo, logró beneficios inmensos para sus empresarios y cultivadores que no tuvieron los nuestros. Tienen garantías de venta acá que no tienen los acá hacia allá, y ahora tampoco acá.
Fue en el gobierno del señor Uribe donde se proclamó el Agroingreso Seguro como muestra gubernamental para beneficiar a los campesinos con unos dineros para modernizar su producción en pro de un supuesto desarrollo que los hiciese competitivos, sin embargo, todos sabemos lo que resultó del proyecto.
La mayoría de los empresarios a los que hoy no les importa la producción agrícola nuestra recibieron los dineros satisfechos por las buenas intenciones gubernamentales. ¿Y de los campesinos qué? Bien, gracias, que sigan en busca de redención. Los pocos que recibieron algún beneficio no pasaron del millón de pesos, aunque se hizo con el fin de emparejar la vaina con esos empresarios sospechosos que recibieron miles de millones y que nunca devolvieron después de las investigaciones y encarcelamiento de un ministro.
Al mal agregamos otros acuerdos también otorgados en el gobierno del señor Uribe a la multinacional Monsanto, relacionadas con el agro colombiano. Esta empresa está señalada de sembrar desolación, miseria y hambre en los países donde han aportado sus inversiones.
En términos generales, el TLC benefició y tiene felices a los empresarios norteamericanos y a algunos nuestros, a la mayoría de senadores y gente conectada con las decisiones políticas, a los mismos que en elecciones prometen al campesino que esta vez sí les prestaran atención (solo deben votar)… otra vez por los mismos con las mismas. Y esa es una de las razones para que los campesinos, en su mayoría, muestren sus inclinaciones por el político que firmó el TLC y otorgó al empresario norteamericano los beneficios que no tuvieron ellos: las esperanzas.