Álvaro Uribe se queja por fraude en las elecciones, se queja por sacar 19 senadores, se queja de la paz y la guerra, se queja de toda la política nacional y de todo: de Zuluaga que no despega, del perro que le mueve la cola, del amor, de la mucama, de las sábanas de la cama, de la cama, de los ronquidos, de hacer el amor y no hacerlo tan seguido por tanta queja. En fin, se queja de hasta su propia figura cuando se mira en el espejo. En Twitter, su vida virtual, reparte twee como palo antidisturbios y en la real hace lo mismo pero con más ego.
Él es como esos clientes “quejadores” de los supermercados a los cuales les gustan imponer sus opiniones. Siempre busca ser importante y quiere obligar a los demás para que hagan lo que él desea. No acepta sugerencia de ninguna clase y ahora quiere repetir las elecciones a Congreso porque perdió en sus cálculos a elegir lo que en un tiempo les enseñó a sus copartidarios, hoy enemigos políticos.
Antes de las elecciones elaboró un cuadro con las metas por cada uno de los departamentos en que hizo su campaña al Congreso. Las cuentas eran tan precisa que en una columna colocaba el posible voto de opinión y en otra los de la maquinaria que hace parte de su estructura política. Un gran diseñador de la política que hay que reconocerle, pero un mal perdedor que se queja, se queja y se queja hasta el punto que desespera. . ., por gracia entró al Senado para que se queje, se queje y se queje de las cosas que sufren los colombinos principalmente en la salud, cuya sabia ley promulgó, ¿cómo se quejará? En seguridad que es todo un experto, militarizará, militarizará y militarizará todo lo que haya que militarizar. En ese plano la orden es clara en su bancada “militaaaar” que es igual a su posición sobre la paz: “quejaaaar”.
Y se queja y se queja pero no lo hizo cuando era jefe del partido de la U y se divertían con el carrusel de la contratación en Bogotá, en ese tiempo de pan y mermeladas no hubo quejas. Y no es que se defienda ninguna clase de irregularidad, que como ocurre en Colombia para todos los casos, serán investigados por todos los indicios, los detalles, chuzadas y demás para terminar igual, en un carrusel de impunidad.
Sería bueno que el senador Uribe se queje de las dolencias de los colombianos, que aunque un porcentaje corresponde a las Farc, estas no equivalen a la misma verborrea de siempre. Porque una de estas sombras que empañan a los colombianos amargamente como la corrupción, los políticos no se quejan porque al que friegan, friegan y friegan es a los que no tienen la intención de defender pero si de confundir con otras quejas, ¿será que entre políticos no se pisan los rabos de paja?
Que se queje de la atención en los servicios de salud en un vergonzoso puesto de salud, del movilizarse en transporte público, de la especulación en las plazas de mercado, de los altos precios de la gasolina, de la educación tan mala que nuestros jóvenes solo aprenden bullying y a bailar el “serrucho”, que se queje de las necesidades básicas de los colombianos que no sólo se representa en las Farc, pero me olvidaba de un punto importante, los políticos viven en otra élite, muy alejada de la realidad de las quejas de los ciudadanos, la que trasnocha, la del arriendo, la de los servicios públicos insatisfechos y otros tantos males que no los llevan a quejarse a cada rato porque le ponen el pecho a buscar las soluciones sin achacarle la culpa a otros. Y eso que los colombianos que vivimos apretados no tenemos la influencia de los medios de comunicación para que hagan retweet de sus quejas, o porque los colombianos verracos no se quejan tanto o porque a lo mejor nos han acostumbrado a escuchar las quejas de los demás, más cuando ésta es influyente.
Uribe es político y como tal se tiene que quejar de lo que le interesa, y como tal, al igual que los de su especie, lo hacen sin pensar en los demás
