Cuando tenía tres años ya montaba con maestría a Castalia, la yegua de paso fino orgullo de su papá Alberto. Álvaro Uribe Vélez no puede recordar cuando empezó su pasión por los caballos y la ganadería. En su primera juventud montó la Carolina, una ganadería de reses de lidia. Uribe se puso traje de luces a los 14 años y llegó a ser un novillero de pulso firme. Aunque ya no de los votos que daba antes, Uribe sigue siendo un confeso amante de los toros.
A los 27 años, en 1982, le compró El Ubérrimo al político y ganadero cordobés Edmundo López Gómez. Allí le dio rienda suelta a su pasión. Con el mayordomo habla con la misma intensidad que con los integrantes de su bancada: con él cuadra la rotación de los potreros, los ciclos de lluvia, el ritmo de engorde de los novillos y la evolución de potros y potrancos.
El Ubérrimo es su segundo hogar. Allí descansa de todo el fragor de su vida política y, tal vez fue amansando caballos, que aprendió a lidiar a sus enemigos. Acá lo vemos en su finca en Córdoba amansando a este pura sangre: