Observando los debates a la presidencia, recordé la visita de hace unos meses de un amigo italiano en Bogotá, quien vino a una capacitación en la Cruz Roja Internacional y estuvo en esa ciudad casi dos semanas. Él, como buen ciudadano del mundo, se dedicó a pasear la capital colombiana de norte a sur, de oriente a occidente. Antes de su visita de estudio en Bogotá, él ya había venido a Medellín hace un año y medio aproximadamente, juntos hicimos el recorrido por todos los lugares que los paisas en el extranjero presumen de la capital antioqueña.
Visitamos los parques biblioteca, le expliqué la transformación que tuvo el territorio alrededor de ellos; le conté qué son los Cedesos (Centros de desarrollo empresarial), que mediante el capital semilla impulsan al emprendimiento social en las comunas; estuvimos por Ruta N, el centro de innovación y negocios, le dije con qué misión se creó ese espacio, con el ánimo de consolidar una economía del conocimiento en la ciudad, para generar condiciones que favorezcan negocios de alto valor agregado. Le conté sobre el presupuesto participativo, como un modelo de incidencia comunitaria en la priorización de la inversión pública apoyado en los planes de desarrollo de cada comuna y corregimiento. Como buen habitante de la ciudad, alardeé de que el modelo ha sido copiado en otras regiones del territorio nacional, junto con la feria de la transparencia, la cual muestra a la vista de todos cómo se invierten los recursos públicos, acompañada de una lucha frontal contra la corrupción.
Recorrimos la periferia de la ciudad. Nos tocó montar en el sistema integrado de transporte, aunque nos falta mucho, y él hacía preguntas sobre el transporte. Estuve pensando desde qué año empezó la transformación, cuándo se le apostó a su avance y quién realizó los proyectos urbanos integrales, con acción articulada en los territorios más vulnerables bajo el llamado urbanismo social, ligado al programa “Medellín solidaria” para la atención a las familias en situación de pobreza extrema. En ese recorrido percibió los jardines infantiles Buen Comienzo, le expliqué que hoy es un modelo copiado a nivel nacional, cuidando y alimentando al niño desde su gestación a través del programa “Madre gestante”, las ludotecas infantiles y las escuelas populares del deporte; le expliqué sobre los colegios de calidad, implementación, adecuación y construcción de infraestructura, dignificando las condiciones de este servicio, reforzado con la capacitación de los docentes; no podía quedarme callado contando la transformación de la ciudad.
El italiano preguntó por la estrategia para los jóvenes, le narré sobre el programa “Camino a la Educación Superior”, brindando acceso a cualquier universidad mediante las becas de EPM y el fortalecimiento de las instituciones universitarias municipales; los programas para la juventud, como “altavoz” y la prevención integral del embarazo adolescente; la democratización del fomento a la cultura mediante las convocatorias abiertas; por un enfoque de género institucionalizado, con la creación de la Secretaría de las Mujeres y sus programas de transversalización. Entre muchas otras cosas. Él hacia preguntas de por qué en Medellín el proyecto de ciudad era totalmente diferente y cómo se pudo materializar. Como buen guía turístico y conocedor de la historia de la ciudad le empecé a explicar desde cuando se empezó a gestar el cambio. Y quienes fueron capaces de realizar este inventario, muy incompleto, que les cuento. Apenas una pequeña muestra de todo cuanto ha hecho que Medellín sea hoy considerada modelo de desarrollo de ciudad en América Latina y de resiliencia para el resto del mundo.
El visitante reiteró la pregunta inevitable: ¿quién o quiénes llevaron a cabo esa transformación que tuvo Medellín para salir del miedo a la esperanza y de la esperanza a la confianza en menos de una década?
No fue un camino errático, ni al azar, le dije. Fue el resultado de un grupo de ciudadanos que estaban hastiados de la tradicionalidad politiquera que gobernaba y de las graves condiciones en que la ciudad se debatía. El giro de 180° que dio la ciudad se comenzó a gestar desde 1998, cuando un conjunto de ciudadanos empezó hacer una política distinta a lo que se venía haciendo, despertó de su letargo al habitante del territorio, invitándole a la corresponsabilidad en el cambio, diciéndole “No más de lo mismo”.
Sin embargo, en esas elecciones no salieron elegidos. Esto no impidió que ese grupo soñador y persistente siguiera trabajando en el territorio y hablando con los ciudadanos, hasta las elecciones del 2003 cuando gran parte de los votantes creyeron en ese movimiento que se conoce como Compromiso Ciudadano y le dieron un mandato a Sergio Fajardo que superó todas las expectativas.
El gobierno de “Compromiso Ciudadano” en Medellín incluyó dos periodos de alcalde, de 2004 hasta 2011 y uno de la gobernación de Antioquia 2012 - 2015. En esos ocho años se produjo una gran transformación de ciudad. Flameaban las banderas de la educación y la inversión social, bajo los lemas: “Medellín la más educada”; “Medellín obra con amor”. La fórmula se repitió en la Gobernación con “Antioquia la más educada”.
Le expliqué que las obras y programas de esos dos periodos en la alcaldía y en la gobernación fueron tan positivos que hoy siguen haciendo parte de las acciones de gobierno y muchos se convirtieron en referentes nacionales.
Para quienes habitamos la ciudad y quienes han crecido en este territorio, tal vez sea imperceptible la transformación social, el día a día nos hace ver los grandes cambios físicoespaciales, socioeconómicos y políticos que experimentó la ciudad, como si siempre hubiesen estado ahí. Pero el turista nacional o extranjero que viene a Medellín sí ve la metamorfosis positiva de la ciudad. Muchos de ellos hablan maravillas de la ciudad en el exterior.
En nuestro encuentro en Bogotá en un establecimiento de comida en plena séptima, con veintitrés, donde nos encontrábamos saboreando las típicas comidas de las regiones colombianas. Él, en su estado de euforia por encontrarnos me recordó lo que le había agradado de Medellín. Me dijo con pocas palabras “Yo voy con Fajardo a la presidencia”. Y no es regionalismo paisa. Yo tampoco nací aquí. Soy un extranjero enamorado de Colombia, que vino a conocerla y luego de recorrerla, me quedé viviendo en este hermoso territorio.
Considero necesario invitar al habitante de Medellín y de Colombia a hacer memoria sobre lo que aquí ocurrió, a despertar de ese estado taciturno y a contribuir para llevar esa inteligencia resiliente y transformadora a gobernar el país, en un momento en que reconciliación y reconstrucción exigen una visión prospectiva con una nueva mirada de largo plazo.
En un país polarizado, donde la corrupción, la falta de ética y el “no queremos otra Venezuela” siguen teniendo tanto poder, urgen caminos de convivencia, diálogo, creatividad e inteligencia. Con la fuerza de la esperanza, en manos de la juventud, está el futuro de esta patria. Por eso la alternativa de Sergio Fajardo, quien demostró su capacidad gobernando a Medellín y a Antioquia, aparece como una figura icónica de transformación. Es una gran oportunidad para Colombia. Por el bien del país, llegó el momento del compromiso ciudadano.