Cuando se invitó al expresidente Uribe Vélez para que formase parte de la tan sonada Comisión de paz, me pareció algo valioso y significativo por parte de Santos. Sin embargo, en el transcurso de las horas vi un trino de Maria Fernanda Carrascal, que decía que “Chévere mantener relaciones de cordialidad con Uribe pero incluirlo en proceso de paz cuando no ha respondido por lo suyo, no me parece”.
Y es cierto, nos estamos sobrelimitando con Álvaro Uribe. Muchos dicen –o decíamos- que la paz en Colombia sólo se puede construir si Uribe hace parte de ella, que no se puede dejar a un lado a alguien tan influyente como este señor, y más en la materia que nos convoca: la paz. Sí pero no. A opositores como Marta Lucía Ramírez, por ejemplo, sí hay que incluirlos en el proceso de paz, y tratar de convencerlos de lo bien que le puede hacer al país la firma de un buen acuerdo con las FARC, y una eventual con el ELN. Pero a Uribe ya no hay que convencerlo porque está claro que el expresidente lo que quiere es meterle palos y más palos en la rueda a este proceso de La Habana.
Intento explicarme: Resulta extraño que cuando el proceso apenas iniciaba, Uribe Vélez pegó el grito en el cielo que porque estaba demorándose mucho y que así el castrochavismo se iba a tomar al país. Ahora, que estamos en la recta final de la firma de un acuerdo, ya le da por decir que es necesario prolongarlo más. ¿Dónde está la lógica del expresidente? Está claro que Uribe Vélez vive a costa del discurso de la guerra y de la paz, y que no le interesa la firma de un acuerdo, sino un escenario para estigmatizar a quienes queremos la paz, y qué mejor escenarios que estos de los diálogos.
Pues bien, al expresidente ya no hay que invitarlo al proceso de paz, sino a la Fiscalía. Es menester que Uribe Vélez sea condenado por todo lo que le acusan todas las investigaciones que tiene en su contra, que están pasmadas. Hay que invitarlo a confesar y a entregarse a la justicia. No puede haber tal paz, o al menos intento de ella, sin que Uribe Vélez esté tras las rejas. Santos ya no debería de incitar a Uribe a que forme parte del proceso de la Habana, sino exhortarlo a que pise los terrenos de la Fiscalía para que lo fujimoricen de una vez y por todas. Ese sería un gran paso para que este país logre tocar algo de paz.
No tiene sentido invitar a un terrorista vestido de congresista a una comisión de paz a la cual van personalidades de todas las orillas con voluntad de paz: el maestro Mockus, Clara Lopez, Ruben Salazar, etc. Sería como invitar a Garavito a un debate en favor de la niñez colombiana.
Además, un duro en la materia de guerrillas, Joaquin Villalobo, exmiembro de la guerrilla Salvadoreña, le dijo al diario El País, que estos diálogos ya alcanzaron “un punto de no retorno”. Así pues, este acuerdo se firma porque se firma, y se debe hacer sin Uribe Vélez metiendo palos en las ruedas, sino siendo judicializado; y sí con disidentes como Pastrana o Marta Lucía criticando desde su orilla, pero no haciendo daño como lo hace el expresidente.
Cuña: Le queda menos de un año de alcaldía a Gustavo Petro. Sería absurdo gastar unos cuarenta mil millones de pesos en un intento de revocatoria. #PetroNoSeVa por simple lógica.
La Corte no supo qué inventar para distraer a la opinión pública. No se nos olvida lo de Pretelt, señores de la Corte.
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