Treinta y nueve días de huelga indefinida en Francia llevaron a que el gobierno reversara la propuesta fijar en 64 años la edad obligatoria para la jubilación. Las movilizaciones fueron permanentes, el ánimo no se doblegó, la lucha rindió sus frutos.
No obstante la victoria de las organizaciones sindicales, se convocó a una nueva marcha en el país para el 16 de enero. No hay que bajar la guardia, coinciden en asegurar los dirigentes de las organizaciones obreras.
Esa misma beligerancia es la que debe asistir a las diferentes expresiones organizativas en Colombia ahora que el ministro de Hacienda, Tomás Carrasquilla, considera que los dos asuntos deben abordarse mediante proyectos que hagan tránsito en el Congreso este año, como alternativa para hacer viable la generación de empleo y asegurar el funcionamiento del fondo público Colpensiones.
Aun cuando se trata de una falacia que les hace juego a los empresarios y de la que no quiere ser partícipe la ministra del Trabajo, Alicia Arango porque sabe el costo político que implica, todo indica que estas dos iniciativas serán apuntaladas con el propósito de sacarlas adelante.
El tema pensional
Colpensiones es la joya de la corona. A este fondo están afiliados 6.791.854 colombianos de los cuales 1.367.596 son pensionados. Lo que argumenta el gobierno nacional es que se puede producir un desfinanciamiento, y su brillante salida, es aumentar la edad de jubilación.
Por supuesto, esta propuesta no es fruto de un estudio serio sino más bien, la consecuencia de la recomendación que le hizo la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) al presidente Iván Duque.
Esta disposición, en caso de que se apruebe, terminaría perjudicando a buena parte de los 3.362.492 cotizantes activos a Colpensiones. Un enorme volumen de trabajadores verá frustrados sus sueños de salir al menos con salud después de muchísimos años de laborar. Lo que espera el ministro Carrasquilla, es que el jubilado salga con un bastón a dedicar buena parte de su tiempo a practicarse exámenes en la EPS, sacar el perro al parque o, en el mejor de los casos, a hacer mandados en la tienda de la esquina mientras que, para todos, se convierte en un mueble viejo dentro de la casa al que no se sabe dónde ubicarlo.
Si no se aprueba la reforma pensional en el Congreso, el 30% de los afiliados activos a Colpensiones podrían jubilarse en el corto plazo. Una expectativa apenas justa. Y si hay algo que no podemos olvidar, es que durante su campaña, el hoy presidente Duque prometió no aumentar la edad de pensión.
La reforma laboral, otra papa caliente
En mi lejano Vijes solían repetir los veteranos: “El palo no está para cucharas”. Vigente hoy, ya que el panorama entre los colombianos es de alerta para evitar que el paquetazo de Duque, que tanto se empecinó en negar el gobierno nacional, no vaya a revivirse con nuevo nombre. En otras palabras: “El mismo perro con diferente guasca”. Los áulicos de Duque y en particular el ministro Carrasquilla, son muy hábiles para eso.
Los empresarios están alimentando esta idea bajo el argumento de que el sistema laboral obedece a una estructura con veinte años de atraso. Eso es cierto, pero en detrimento de la clase obrera y ahora pretenden precarizar aún más su situación. Desmejorar su calidad de vida.
Lo que proponen los empresarios favorece sus propios intereses, como por ejemplo el tema de la flexibilización laboral o trabajo por horas, y va en contravía de lo que sugieren la Organización Internacional del Trabajo (OIT) y la Comisión de Empleo de la OCDE.
La movilización popular, un muro de contención
Lo que se avecina es altamente lesivo para la clase trabajadora. Y al igual que los obreros de Francia, no podemos bajar la guardia.
El único muro de contención para frenar las pretensiones del gobierno nacional, de los empresarios, algunos académicos y congresistas afectos al presidente Iván Duque, es la movilización popular. Expresar la inconformidad. No permitir que, como ha ocurrido en otras ocasiones, terminen pisoteando a la base popular.
Si se retoman las marchas, como es apenas previsible en Colombia, es necesario que evitar una reforma laboral y pensional constituyan de nuevo un estandarte de lucha. No de otra manera podremos evitar que se siga pauperizando a la clase trabajadora, históricamente golpeada por quienes tienen el poder político y económico.