Uran ya pa' qué corre. Está acabado. Cúanto hace que no gana nada. Siempre se queda. Uran…eso pa' qué.
Hace días leí un artículo en la Las dos orillas, que si mal no recuerdo titulaba “Rigoberto Urán, el verdadero Gran Colombiano”, mostrando cómo él representa la esencia viva del colombiano, con su desparpajo y su calidad humana.
Hoy debo decir, que hay muchos como él, pero otros, bastantes, que reflejan desafortunadamente al “verdadero aficionado colombiano”. Al que solo reconoce el presente ganador. Al que olvida el pasado de éxitos, cuando el presente es de fracaso. Al que da la espalda a sus ídolos cuando estos tienen bajones. Al que los vuelve a adular cuando recuperan su forma. Al que se toma la foto con camiseta del país, y la pone de perfil de WhatsApp cuando la selección brilla, pero que no tarda en insultar a sus jugadores cuando tienen una mala racha.
Todos desbordábamos nairismo antes del tour, cuando Nairo iba a ganar la competencia de principio a fin, sin que hubiera Frome, Arú o Contador, que se atravesara. Estábamos con Nairo pa' las que fuera. Entre más bravo el toro, mejor la corrida, decíamos, y veíamos a Frome escondido tras burladero, viendo como Nairo conquistaba las altas montañas francesas. La bandera la teníamos izada desde el 4 de julio, con el ánimo de conservarla hasta el final, aunque ese mismo día la arriamos…que vergüenza…que oso, Nairo, eso' pa qué.
Pero días después cuando, sin que nadie diera un peso por un corredor (no sabíamos cómo un equipo serio todavía lo contrataba), vimos cómo empezó a escalar peldaños (hasta llegar al segundo lugar hoy), volvimos a izar la bandera. Que nos suelten el toro para las otras etapas y para la contrarreloj, que vamos a torearlo sin capa, para qué ella, no la necesitamos.
Eso somos los colombianos. Se nos olvida que Nairo ha estado tres veces en el podio del Tour de Francia, dos de ellas de segundo y una de tercero. Que ha sido campeón y subcampeón del Giro de Italia; que ha ganado la vuelta a España, es decir que ha estado en el podio de las tres grandes vueltas del mundo, amén de muchos otros logros importantes, a sus escasos veintisiete años. Y se nos había olvidado que Rigoberto Uran fue segundo del Giro de Italia, medalla de plata de unos juegos olímpicos, entre muchos otros éxitos.
Qué daría cualquiera de nosotros por lograr ser por lo menos el uno por ciento de Nairo en este mal año, donde tiene un segundo lugar en el Giro de Italia; o lograr ser tan malo como en el peor momento de la carrera de Rigoberto, o de Atapuma, o de Esteban Chávez (ese corredor que se dio el lujo de estar en el podio de las grandes carreras que corrió el año pasado, y que ahora no recordamos).
Sigo admirando esos malos corredores, los malos de hoy y los malos de ayer. Sigo dándoles las gracias porque me han hecho llorar de emoción en muchos momentos, aún si no lo logran hacer en el futuro (aunque estoy seguro de que lo harán). Sigo siendo un admirador de esos escarabajos que sin apoyo del estado, que sólo con su esfuerzo y perseverancia, con sus sacrificios, lograron hacerse ver de grandes equipos, y se hicieron capos, unos, y gregarios de lujo, otros.
A uno nadie le quita lo bailado, como a Nairo, Rigo, Chavez, Atapuma, Herrera, Mauricio Soler, y tantos y tantos otros, nadie les quitará lo pedaleado, y lo que les queda por pedalear a algunos que están y a muchísimos que vendrán.
Yo no recuerdo cuándo un corredor se quedó del grupo, no me lo pregunten. Pero sí puedo decirles cuándo ganó. Igual los brasileños no recuerdan el siete cero de su selección en contra, prefieren recordar los mundiales que han ganado.
Nuestros corredores, con lo que han hecho, estarán por siempre en la cúspide del ciclismo mundial, sin importar lo que hagan o dejen de hacer en el futuro.