Lejos de las historias de ficción, la realidad de Colombia está ligada estrechamente al conflicto interno que afecta todas las actividades en el campo. Mi padre, hace cuatro años, fue víctima del hurto de todas las cabezas de ganado en una finca en Arauca, por parte de miembros del Décimo Frente de las FARC junto con “delincuencia común” o actores que se difuminan entre la estrecha línea entre lo legal y lo ilegal.
Cuatro años luego de ver como el conflicto afectaba los intereses económicos de la familia, el bandidaje que existe en medio de la guerra, volvió esta vez, a manos de los grupos neoparamilitares o BACRIM como las ha denominado el Gobierno Nacional para no aceptar el fracaso en la mesa de negociación de Ralito con las AUC. Una llamada, hecha a través de un teléfono móvil, en un punto remoto del Magdalena Medio, y a uno de los números registrados como los de lo quedó de la Ganadería de mi familia y con un fuerte acento paisa, intimidó a mi madre quién contestó la llamada y escuchó el siguiente mensaje: “Ese es el número de Eduardo Cedeño, que tiene una ganadería, dele una razón, que necesitamos suministro de unos cuántos pares de botas de caucho marca Venus, color negro y medicamentos, además que 4 millones de pesos, no respondemos por la vida de ustedes…señora, se que están cerca a Santander y Aguachica, venga y hablamos”, a lo que mi madre respondió con la sutileza santandereana que la identifica le dijo: -“Mire, Señor, ¡no sea tan toche! haga lo que quiera, que a mí me da igual lo que hagan, y además sus amenazas me dan igual”.
El personaje según mi madre que no sonaba como la anterior ocasión cuando las FARC llamaban a pedir rescate de las reses hurtadas, a las cuales en decisión familiar nunca se dio el brazo a torcer y ceder ante las pretensiones de los cuatreros, sino en un tono más bien cuando los paramilitares llegaban a pedir apoyo a sus operativos durante 2000 a 2007 en Arauca, incluyendo comerciantes y empresarios que hacen presencia en el departamento. Mamá no dudó en contarme la situación y en breve colocamos el caso en conocimiento de las autoridades para que tomen cartas en el asunto.
Esto hace una parte de las conexiones de la delincuencia esta vez a través de esta bandas de crimen organizado que buscan ampliar su presencia a territorios en los cuales no tienen presencia y así generar apoyos obligados, ya que no tienen arraigo en regiones como Arauca, dónde el fenómeno paramilitar causó un mal recuerdo para los araucanos, ya que fueron más de 600 muertos, lo que colocaron en menos de 4 años de presencia activa como AUC hasta 2007, cuando se desmovilizaron con los acuerdos con el Gobierno Nacional.
Podemos decir que a través de las llamadas y los denominados “vikingos” o papeles de amenaza, para poder tener sus dividendos y activos, que le permitan acceder a rutas de narcotráfico que desde Arauca llevan vía Venezuela al Caribe. El negocio del narcotráfico durante los últimos años en Arauca, estuvo muy ligado a las estructuras de socios de Pedro Oliverio Guerrero “Cuchillo” quien desde 2009 a 2011 estableció rutas de salida de droga provenientes de Meta y Guaviare por la línea terrestre fronteriza con Venezuela al igual que por el margen de los ríos Meta y Cinaruco, rutas que en muchas de las ocasiones terminó en ajuste de cuentas entre miembros a la estructura de “cuchillo” y sus socios en Arauca, al igual que el abandono progresivo debido a las amenazas directas por parte de los frentes 10 y 45 FARC y Domingo Laín del ELN a este tipo de negocios.
Los Urabeños como grupo, tienen como objetivo nuevas rutas de narcotráfico y Arauca debido a su posición cercana a Venezuela y las rutas de salida al Caribe y por el Orinoco, sumado al abandono institucional en este tema de lucha contra narcóticos, ofrece un campo de acción perfecto para sus actividades.
EDUARDO SIMÓN CEDEÑO ÁLVAREZ
Politólogo, Especialista en Relaciones Internacionales
Pontificia Universidad Javeriana - Bogotá