Cuando se lanzó la campaña #MeToo, en octubre de 2017, millones de mujeres, a nivel global, salieron de las sombras para contar el abuso y violencia sexual que han vivido. Para mí, como para muchas, la campaña me dio esperanza de que, quizás, por fin una nueva conciencia se había desarrollado sobre el,extremamente alto, nivel de abuso que viven las mujeres diariamente, y que, desde este conocimiento, cambios positivos y permanentes,en la sociedad, podrían ser generados.
Sin embargo, unos pocos meses después del lanzamiento de dicha campaña, las acciones de la Universidad Pontificia Bolivariana (UPB) de Medellín parecen mostrarnos que, para muchos sectores de la sociedad, los aprendizajes generados por la campaña fueron perdidos. Esto se evidenció cuando la UPB publicó en su página web algunas “recomendaciones” de vestuario para las estudiantes. La recomendaciones de la universidad fueron específicamente dirigidas a las mujeres, a quienes la UPB sugirió: evitar “prendas muy ajustadas”, “ir vestidas como si fueran para una fiesta” y “usar minifaldas o shorts, y escotes muy profundos”. Y, ¿por qué? El comunicado clarificó la razón: “no hay nada más incómodo que distraer la atención de tus compañeros de clase y profesores”.
Cuando las mujeres, incluso yo, una antigua estudiante de la UPB, expresaron su indignación y rabia frente al manual, la universidad lo quitó de la página web y dio la siguiente respuesta:
“La motivación del texto se dio con el fin de dar algunas recomendaciones generales sobre la comodidad en el ambiente universitario. La UPB no pretende condicionar algún código de vestuario para sus estudiantes y eso es evidente en la dinámica misma de la Institución. Ofrecemos disculpas si en algún momento el texto afectó a alguien por la interpretación que se le diera”.
Aunque es una disculpa pública, al aparecer, la UPB no ha entendido la gravedad de su discurso,que representa raíces profundas en una cultura jerárquica y machista. Lo cierto es que las estudiantes del UPB ya son otras voces que se pueden sumar a #MeToo, porque #MeToo no es solo en relación con el individuo, sino que representa los abusos que viven las mujeres desde la institucionalidad.
La complejidad del mensaje que está enviando la UPB a las mujeres, es parte de las complicaciones que viven las mujeres todos los días. Por un lado, la universidad está intentando controlar el vestuario e imagen de las mujeres; por otro lado, está castigándolas por la proyección femenina que la misma sociedad les exige.
La preocupación que parece tener la universidad por la “distracción” de los profesores en la universidad levanta graves alertas. Está enviando un mensaje al mundo de que, aparentemente, en especial hombres en situaciones de poder, como los profesores, no son capaces de controlar sus deseos sexuales y que una mujer, por la ropa que se ponga, está “pidiendo” o provocando el acoso sexual.
Nosotras, las mujeres, no podemos caminar en las calles sin que un hombre nos eche piropos. La pregunta para la UPB es: ¿generamos una distracción en la calle también?
Una vez, en una entrevista para una posición laboral, el hombre que me hizo la entrevista me dijo “Sos hermosa.” UPB, ¿eso fue porque usé maquillaje en la entrevista? O quizás el problema va mucho más allá.
Díganos, por favor, qué tanto debemos cubrir nuestro cuerpo para evitar la violación. Porque en el año 2015 un estudio de Global Rights reveló que 9 de 10 mujeres de Afganistán enfrentan violencia sexual, física y psicológica, o son forzadas a contraer matrimonios, en un país donde usar burka, hiyab, o niqab es lo común. ¿Es posible entonces que el problema no es el modo como las mujeres se visten, sino la manera como los hombres ven y tratan a las mujeres?
Si las universidades están tan preocupadas sobre la incapacidad de los docentes para controlarse, que tienen que publicar comunicados a las mujeres, se requiere una revisión de políticas de las relaciones entre estudiantes y profesores y de los derechos y tratamiento de las mujeres; una revisión de casos de abusos sexuales en el campus, y fuertes programas de sensibilización con la facultad.
Así como en el caso del comunicado de la UPB, escuchamos, muchos, frases parecidas a: “no hay nada más incómodo que…” ¿Qué exactamente está incomodando la UPB? Por supuesto, es el tema del que no está permitido hablar: el abuso y la violencia sexual. La reacción pública frente el abuso sexual o cualquier tipo de abuso, históricamente, genera incomodidad. Parece que la sociedad siempre ha elegido mirar para otro lado, en vez de enfrentar la realidad de todos los tipos de abusos. Pasaron décadas antes de que se reconociera públicamente el abuso de niños y niñas por curas de la Iglesia, por ejemplo, a pesar de la evidencia plena. En el 2017, El Tiempo reportó que el feminicidio en Colombia aumentó en un 22% entre el 2015 y 2016. También reportó que la violencia sexual aumentó en el 2016, un año en el que se reportaron 15.082 denuncias y en el que el 62% equivalían a casos de niñas entre 5 y 10 años. Y,por supuesto, estas tasas corresponden solo a los casos reportados.
La incomodidad y angustia que nos causa enfrentar la violencia sexual no solo la vive la sociedad, silenciosa testigo de este abuso, sino, sobre todo, las víctimas de abuso y violencia, quienes, frecuentemente, tienen que vivir solas con estos secretos. Desde mi perspectiva, uno de los logros más grandes de la campaña #MeToo fue que la sociedad tuvo que cuestionarse y vivir lo incómodo de esta situación. Para muchos hombres fue algo muy difícil de enfrentar, pues era la primera vez que vieron de frente este tipo de violencia que impacta a tantas mujeres.
Es fácil desesperarse cuando, solo cinco meses después de que se lanzó #MeToo, la UPB comete este error, y al parecer, ni siquiera es consciente de por qué es un problema.
Sin embargo, dice mucho el hecho de que soy mujer y estoy escribiendo este artículo. Creo que este es el año en el que, por fin, no me siento incomoda por decir que soy feminista. Recuerdo cuando era adolescente y mis amigos decían que las mujeres feministas eran feas y odiaban a los hombres. Hoy en día soy bastante mujer para entender que esto fue otro mito, otra estigmatización que tuve que sobrepasar.
Tenemos que reconocer la importancia de la reacción de la comunidad frente el comunicado de la UPB. Estudiantes, mujeres y hombres, marcharon en mini faldas por la universidad. Sus voces lograron que la administración quitara las “recomendaciones” y lograron llamar la atención sobre el tema en los medios de comunicación dentro y fuera de Colombia.
Estas acciones, grandes y pequeñas, me dan la esperanza de que campañas como lo de la #UPBenfalda y #MeToo puedan ayudar a las mujeres a llegar a otro nivel de equidad; de que avancen los derechos, no solo de las estrellas de cine, sino también de las mujeres en las universidades, fábricas, casas y corporaciones.