La encargada de hacerlo fue la arquitecta holandesa Klaske Havik, jefa de investigación y profesora de esa institución, mientras dictaba una conferencia en el auditorio Ángela Inés Guzmán de la Facultad de Artes de la Universidad Nacional de Colombia.
¿Cómo diseñar lugares urbanos socialmente inclusivos y específicos a nivel local?, ¿cómo entender las diferentes capas de significado asociadas a un sitio y cómo responder a ellas de una manera significativa? Estas fueron las preguntas iniciales que se hicieron los estudiantes de la Universidad de Delft, una de las más prestigiosas del mundo, cuando en 2015 llegaron a Bogotá acompañados, principalmente, por Havik con el reto de abordar los espacios vividos de algunas zonas capitalinas.
“El espacio vivido es más difícil de analizar porque es el espacio donde la gente vive y donde construye sus recuerdos, es el dominado por los habitantes y los usuarios. Y es allí donde tenemos que tomar posición como arquitectos para reconocer los distintos usos de la ciudad”, reflexionó Havik –quien contó con traducción simultánea– al intentar explicar el significado práctico de ese tipo de espacio.
Tomando como punto de partida la dimensión social capitalina y a través de métodos narrativos urbanos con los cuales buscaron comprender cómo las personas experimentan los lugares que usan o habitan, los universitarios se adentraron en barrios como La Perseverancia y la localidad de Teusaquillo, recorrieron, aunque por separado, el canal del río Arzobispo y analizaron las prácticas de estos sitios. También, se sumergieron en otros lugares de alta concentración poblacional como la calle Séptima, la plaza de Bolívar y hasta se inmiscuyeron en la vida del campus de la Universidad Nacional.
Una vez ahí, intentaron conectarse con las prácticas cotidianas de cada uno de estos sitios, analizaron cómo funciona la ciudad socialmente y reflexionaron sobre la idea de los lugares comunes y el sentido de los espacios. Descubrieron hechos que, para ellos, son sorprendentes, como por ejemplo la estratificación, esas barreras socioeconómicas entre unos y otros que fragmentan y limitan las relaciones.
“¡Qué curioso!, ¿cómo puede una ciudad estar dividida por un fenómeno como este?”, se cuestionó la arquitecta, quien además aseguró que lograron revisar no solo la arquitectura bogotana sino, también, la vida en sociedad y, por tanto, pudieron realizar un catálogo de problemas y factibles soluciones respetuosas con sitios específicos de la urbe.
En sus propuestas de intervención, los candidatos a arquitectos –en ese momento–plantearon una serie de modificaciones respetuosas con los ambientes y las prácticas sociales con el propósito de generar, así mismo, un mayor sentido de apropiación hacia esos lugares por parte de sus habitantes y usuarios.
Por ejemplo, Matthew Cook, uno de los estudiantes y quien se concentró en el río Arzobispo, trató de expresar su percepción del espacio mediante la puesta en práctica de un ejercicio de exploración e imaginación que le permitió habitarlo. En este sentido, pensó en la localidad de Teusaquillo como una persona y hasta la puso a hablar de sí misma.
“Tengo varios nombres: La Soledad, Teusaquillo, entre otros, y en función de a quién se le pregunte tengo varias fronteras, pero yo sé quién soy. Yo soy importante, aquí sucede todo”, escribió Mathew sobre su personaje, tras indagar, analizar y reflexionar sobre las prácticas sociales de esa localidad.
Así mismo, dibujó un mapa del río con referencias e historias del lugar y se propuso rediseñarlo para reorientar el tránsito y así devolverle su flujo natural. Sin embargo, los otros proyectos también plantean intervenciones arquitectónicas que responden, de manera responsable, a las narrativas sociales de los lugares urbanos estudiados.
“Tenemos que tomar posición como arquitectos y reconocer distintos usos de la ciudad. Yo hablo mucho de empatía, es decir, tener la capacidad de tomar la posición del habitante aunque es difícil, pero hay que vivir ahí. No se puede hacer solo una visita de campo”, concluyó Havik al responder a una pregunta formulada por el auditorio durante el panel de discusión del segundo evento académico del ciclo de las Conferencias de las artes, un espacio académico de reflexión organizado por el Centro de Divulgación y Medios de la Facultad de Artes.