La institución ha estado envuelta entre el escándalo de presuntos acosos sexuales que involucran al rector Carlos Prasca y los hechos vandálicos que han protagonizado un grupo minoritario de estudiantes dentro de la institución.
Los últimos actos de violencia que se presentaron, en donde un grupo de encapuchados le encendieron fuego a las instalaciones de la institución, han causado una indignación generalizada en todo el país, dado que las imágenes y videos que muestran el lamentable hecho se hicieron virales, al punto de llegar a ser transmitidas por las cadenas de televisión nacional.
Sin embargo, lo que en estas semanas han sido noticias bochornosas y lamentables para la comunidad uniatlanticense, no son más que el resultado de una cadena de malos manejos y disputas políticas al interior de la institución, lo cual ha generado el ambiente de ingobernabilidad que hoy por hoy es palpable.
La disputa y los malos manejos se remontan a la designación de Carlos Prasca como rector en propiedad de la institución, el cual llegó al cargo de espaldas a la comunidad universitaria y apoyado por sectores de la política tradicional del departamento del Atlántico que tienen asiento en Consejo Superior de la universidad, generando así un descontento manifiesto en otros sectores políticos que hacen presencia en la institución y que venían impulsando otros nombres para la rectoría.
De esta manera, la Universidad del Atlántico ha sido sometida a una bipolaridad en donde, por un lado, el nuevo rector llegó dotado de un respaldo político que asumió con una actitud retadora, arrogante y autoritaria, lo cual no fue bien recibido por gran parte de la comunidad académica de la universidad. Mientras que, por otro lado, el sector político irracional de la institución, guiado por la lógica del todo vale, ha instrumentalizado el descontento manifiesto que existe para imponer su voluntad a partir de la violencia, el amedrentamiento y las amenazas.
Es evidente que lo que empieza mal, termina mal y la Universidad del Atlántico no es la excepción. Las disputas políticas internas han dejado en un segundo plano los objetivos misionales de la institución, los intereses de unos cuantos se han impuesto por encima de los intereses colectivos como comunidad académica.
Lo más lamentable de todo es que después de tres meses de paro donde se consiguieron recursos presupuestales importantes para mejorar las condiciones de funcionamiento de las universidades públicas, algunos pocos se dediquen a destruirla, eso es inaceptable e irrespetuoso con las luchas del movimiento estudiantil y profesoral. Mientras algunas universidades del país se encuentran haciendo mesas técnicas para las discusiones que vienen para la educación superior en el Plan Nacional de Desarrollo, en la Universidad del Atlántico solo se ve un panorama de desidia, ingobernabilidad y violencia.
Los estudiantes y profesores tenemos que ser críticos frente a lo que viene pasando en la Universidad del Atlántico, la lógica violenta y primitiva del todo vale no nos representa como comunidad académica y tenemos que ser capaces de ponernos al frente de la institución y mostrar la verdadera imagen de la universidad que forma a los mejores profesionales del caribe colombiano.