Publicados los resultados del examen de posgrados clínicos de la Universidad del Valle, creo que no hay ganadores, solo un perdedor: el otrora magno nombre de la universidad. No solo por los ya acostumbrados rumores de compra de exámenes, que encuentran eco cuando son respaldados con proezas estadísticas, que desafían la distribución normal y hacen trizas la campana de Gauss, sino por los propios vicios de procedimiento que no se compadecen de una institución con tanto reconocimiento e historia.
Es una vergüenza que las personas paguen un salario mínimo para que la universidad presente ese tipo de evaluaciones. Un salario mínimo, la misma cantidad de dinero que tienen muchos colombianos para sobrevivir durante un mes. Lo menos que se espera, como respuesta a esa exigencia económica, es un examen que cumpla con los mismos lineamientos de sus homólogos internacionales. Personalmente después de tomarme el tiempo de leer y analizar las preguntas, lo que encuentro entre líneas es una posición cínica, irresponsable e irrespetuosa.
Algunos aspirantes llevan años preparándose, otros han viajado kilómetros y todos han destinado buena parte de su bien logrado ingreso mensual a cambio de una oportunidad. No merecen ser sometidos a este tipo de improvisaciones. Quienes presentan un examen de ingreso solo piden seriedad y honestidad. La certeza de batirse con iguales en una lucha justa.
Una evaluación no refleja quién es un buen o mal profesional. Sin embargo, es la herramienta, en teoría objetiva, con la que se cuenta para hacer una aproximación que permita seleccionar entre los candidatos aquellos con el perfil deseado. Ese no es el problema. El problema es que si bien cien preguntas ya son poco para intentar ser una muestra representativa del conocimiento adquirido en seis años de formación, gastarlas indagando frases célebres, que no hacen referencia directa al trabajo de un personaje, o redundar en nombres históricos, no aporta mucho en el objetivo. Basta decir para concluir este defecto que no existe relación remotamente cercana entre los créditos asignados en la carrera a una asignatura, y el número de preguntas que la representan en el examen.
Son tantas las preguntas que me surgieron cuando leí el cuestionario: ¿Quiénes están al frente de estos exámenes? ¿Dónde está la ciencia? ¿Por qué la memorización por encima del razonamiento clínico? ¿Por qué los dibujos de mala calidad cuando existe la resonancia magnética? ¿Cuál sería la fiabilidad del examen si se le realizara una medición como el coeficiente de Kuder‐Richardson o el alfa de Cronbach? Es algo que se debería publicar, o al menos tener en cuenta para garantizar un análisis crítico y buscar siempre mejorar en procesos venideros, porque lo correcto no es solo evaluar al prójimo, también se debe tener la capacidad de hacer introspección y reconocer errores. Es una lástima que aún estemos lejos de comprender que no todo especialista es buen docente y no todo docente es buen evaluador.
Si es cierta la sentencia de Churchill y “cada pueblo tiene el gobierno que se merece” quizá también cada universidad tiene el examen que se merece. El Hospital Universitario del Valle se encuentra en la peor crisis de la historia y parece que algunos directivos aún no se dan por enterados. Muestra de ello es que cada año están prestos a convocar posgrados sin hacer un “mea culpa” sobre las condiciones ofertadas. Y si esto no basta para soportar la premisa, tal vez sí lo ocurrido el año pasado, por cuenta del atraso en la renovación de los registros calificados se hizo tres convocatorias en diferentes fechas. Pero, ¿Quien ve eso como un problema si permitió que los mismos aspirantes pagaran por varios exámenes e incrementó el ingreso en las arcas de posgrados?
Finalmente, un congreso preexamen. La Universidad del Valle no es la única que realiza ésta práctica, pero que muchos ejerzan una conducta no la hace decorosa; como reza el viejo adagio “mal de muchos, consuelo de tontos”. Realizar un congreso antes de un examen y extraer preguntas del mismo, no es más que un negocio. Esto es inmoral, es extorsionar a los aspirantes con la expectativa de obtener unas cuantas respuestas. Se trata, sin lugar a dudas, de un conflicto de intereses. No se puede ser juez y parte. Además, para completar el cuadro de improvisación, es una ardid que ni siquiera está bien estructurado, porque parece ser que los expositores no siempre aportan preguntas al examen sino que alguien en la dirección puede tomar las diapositivas – diapositivas, no un libro- y con ella fabricar los interrogantes. ¿Quién lo hace? Tal vez un monitor o una secretaria, pero en el mejor de los casos es un especialista en X haciendo preguntas sobre las especialidades Y o Z. “Sutor, ne ultra crepidam” “Zapatero, no más allá de los zapatos”, es una total falta de respeto que un especialista decida generar los interrogantes de otra especialidad, más aún cuando esta cuenta con un departamento en la universidad.
Un solo ejemplo de esto es la pregunta número 78, la cual reza un enunciado que provoca escozor en cualquier radiólogo: “¿Qué NO se busca (identifica) cuando se lee (interpreta) una tomografía computarizada abdominal? a. Grasa. b. Líquido. c. Intestinos. d. Músculos.” Desconozco cuál ha sido designada como correcta, lo que puedo decir es que en mi ejercicio como radiólogo todos los días leo (interpreto) por lo menos una tomografía de abdomen y busco (identifico) TODOS las estructuras mencionadas. Pero esto no se trata de lo que yo opine, se trata de ciencia, por eso tengo al menos un libro y articulo, que respalda la identificación y el valor de la tomografía de abdomen en la evaluación de cada uno de esos elementos.
¿Qué viene ahora? lo he de ilustrar con un lamentable evento ocurrido en la primera convocatoria a posgrados clínicos del año 2015: Una vez publicada la lista de preseleccionados, la señora Isabel Londoño quien se encontraba por debajo de la línea de admitidos, decidió solicitar una revisión del examen, y a diferencia de lo ocurrido en años anteriores donde lo único que se le permitía a los aspirantes era rectificar su hoja de respuestas con el patrón considerado correcto, se le admitió también controvertir sobre los enunciados. El director en aquel momento de posgrados clínicos Herney García, aceptó el requerimiento con el cual aumentaba la calificación de la interesada, pero el detalle –Y hay quienes dicen que el diablo está en los detalles-, fue que no informó a las personas que resultaban afectadas con esa decisión en su debido momento. Solo se dio a conocer esa variación en las notas después de pasado el tiempo de reclamación, con lo cual se les negó la misma oportunidad a aquellos a que pasaban de la lista de admitidos a no admitidos para generar controversia sobre sus respuestas calificadas como incorrectas.
Una acotación a aquella situación es que la respuesta modificada indagaba sobre el primer núcleo de osificación del codo, cuya respuesta es capitulum. Pero en las respuestas no se encontraba esa opción. Sin embargo, estaba la cabeza del radio que corresponde al siguiente núcleo de osificación, un problema para aquel que conociera del tema porque ante la carencia del primero el segundo es una buena opción; y esa era la respuesta designada como correcta en el patrón, hasta la solicitud de revisión cuando se decidió cambiar por un distractor que decía: capitulo. Pero esa NO es la respuesta, y nuevamente no lo digo yo, lo dice el Comité Internacional Federativo de Terminología Anatómica en su cuerpo oficial de nomenclatura la Terminología Anatómica Internacional, esa estructura se llama capitulum humeri, si se quiere traducir –lo cual no es recomendado-, en inglés es capitulum y en español cabeza. Así se lo expresé en su momento al Director Herney Garcia, quien evitó controvertir en términos académicos y simplemente argumentó que ese era su concepto y el de un grupo de profesores que hasta la fecha desconozco.
Son errores y decisiones muy peligrosas que se prestan para controversias y manipulaciones. Cambiar respuestas cuando existen dos posibles interpretaciones correctas es un error, pero anularlas también es injusto, porque quizá el único beneficiado sea aquel que la erró con plena ignorancia y se libra totalmente del peso de su falta. Una alternativa podría ser validar ambas respuestas, lo triste es tener que entrar en este tipo de análisis que sería innecesario con un cuestionario adecuadamente elaborado.
Moraleja: si usted se encuentra este año unos cuantos puestos por debajo de la línea, realice la reclamación de alguna de las tantas preguntas del examen que se caen con el menor rigor científico. Por el contrario, si usted se encuentra en el grupo de aquellos preseleccionados, le recomiendo adquirir un equipo de campamento y establecer su morada en las afueras de la oficina de posgrados, mirar con desconfianza cualquier persona que ingrese, e interrogarla al igual que al personal de turno acerca del motivo de aquella visita. Porque recuerde, si deciden hacer cambios en las calificaciones, lo que muestra la experiencia es que los afectados no serán oportunamente informados.
Los médicos modernos hemos crecido en un sistema de tantas limitaciones que cada vez nos asemejamos más a aquel elefante de la parábola, aquel que estando atado desde pequeño a una estaca cuando crece pese a contar con una fuerza mucho mayor aún concibe su ligadura como irrompible y permanece inmóvil presa de sus captores. Los aspirantes emergen del examen con decepción y aceptan los resultados con resignación, miran la lista de admitidos con la incertidumbre de un juego de azar. No existe tampoco una crítica que surja desde los profesores quienes se limitan a aceptar el examen conociendo de todas sus deficiencias con una resignación pasmosa, entregados a la idea que los procesos de cambio no surgen de ellos o quizá simplemente ya no surgen.
Yo me cansé de tanta oscuridad, yo quiero que el nombre universidad vuelva a tener la grandeza e inspire la confianza que alguna vez tuvo. Se debe solucionar el problema de transparencia tanto como el de calidad, un proceso de auditoria externa debe ser considerado. La trazabilidad hasta el momento se fundamenta en el juicio y la voluntad de los directivos y secretarias de postgrados clínicos, además la autonomía universitaria --que se ha convertido en impunidad universitaria-- hace que entes de control externos encuentren una barrera al intentar verificar los procesos de selección al interior de la institución. Por tal motivo, la auditoria del mecanismo debe surgir de la presión académica y ciudadana, para que se genere desde una política interna como una muestra de verdadero interés en preservar la imparcialidad del proceso de selección.
Quizá es necesario que arda Troya. Usted, yo, todos, debemos generar un cambio, porque les aseguro algo, no va a ocurrir solo. Comunicación, reunión, presión, protesta. Exijan sus derechos. Si consideran que los procesos son irregulares, pregunten, eleven derechos de petición, recursos de reposición y de apelación. Y si la respuesta de la universidad son oídos sordos, permitan que los entes externos conozcan de la situación. Tutelas, denuncias en la Procuraduría, son algunos de los elementos que brinda nuestra legislación. ¿Van a gastar mucho tiempo? Sí ¿La Universidad se va a escudar en su autonomía? Sí ¿Van a perder? Tal vez sí, pero van a hacer lo correcto, lo que pocos se atreven en este país, alzar su voz, pensar no solo en ustedes sino en aquellos que los han de suceder. Van a iniciar un lento proceso entregando su granito de arena. Por el momento yo dejo aquí el mío.