Unillanos, entre la politiquería y la asfixia financiera

Unillanos, entre la politiquería y la asfixia financiera

"En 2016 el Gobierno nacional solo aportó 44 de cada 100 pesos que ingresaron a la universidad, los otros 56 los consiguió la Unillanos"

Por: David Felipe Mora Narváez
diciembre 21, 2017
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Unillanos, entre la politiquería y la asfixia financiera

La Universidad de los Llanos, icono educativo de los llanos orientales, no es la misma de hace unas décadas atrás. Hoy se encuentra en un posición desafortunada en el ranking U-Sapiens, donde fueron evaluadas 102 instituciones. Cabe decir que esta es una de las mediciones más destacadas del país y si bien esta universidad nunca se ha encontrado entre las diez primeras, sí hay una realidad de peso y es que la Unillanos ha echado para atrás.

¿Qué pasó? Una explicación, la que está a la mano y que más suena en el departamento (que es cierta), pero no la principal, es que la universidad ha sido mal manejada y permeada por la politiquería departamental. Ejemplo de esto es que su último rector Jairo Iván Frías se encuentra capturado por el caso de corrupción de la Refinería Llanopetrol debido a su labor como secretario de hacienda de Alan Jara. Aunque desde el análisis de la politiquería departamental se puede explicar la pésima forma cómo se ejecutan los recursos escasos de la universidad por medio de, contratación a dedo y sobrecostos con proveedores, no se logra explicar la asfixia financiera a la que es sometida la Unillanos por parte del Gobierno nacional que se niega a financiar correctamente la educación pública.

La fuente y el monto de la financiación es el problema principal que tiene en crisis a la universidad, en resumen, la asfixia financiera, ya que esta determina el carácter público o privado de la misma, la calidad educativa y el nivel de investigación que se realice. Las cifras demuestran lo siguiente: sobre la fuente de financiación, en 2016 el Gobierno nacional solo aportó 44 de cada 100 pesos que ingresaron a la universidad, los otros 56 los consiguió la Unillanos, ¡la relación era inversa en el año 2014! Esto se explica en parte, porque los montos de las transferencias del Estado no crecen ni siquiera al ritmo de la inflación. Por ejemplo, entre el año 2015 y 2016 el Gobierno nacional solo aumentó las transferencias en $274.000.000 de pesos, un 1% más, mientras la inflación del 2015 cerró en 6,77%.

La asfixia financiera también se ve reflejada en el resultado de los estados financieros de la Unillanos, ya que el superávit de 2016 se explica debido a la dependencia de la estampilla —que funciona como bala de oxígeno para sostener los gastos de funcionamiento— y el valor total de matrículas, especialmente de pregrado que sumaron $17.309 millones; como también el ahorcamiento de los gastos operacionales por valor de $4.482 millones, fundamentados en el recorte laboral de 140 OPS desde julio de 2016 y la disminución en estudios y proyectos; es decir, golpe a la calidad educativa.

El panorama anterior demuestra que la politiquería regional es una desgracia que empuja más a la Unillanos hacia atrás y que por tanto, deben ser los entes de control y la organización de los estamentos universitarios en su autonomía quienes fiscalicen cada peso que llega y sale, pero que sin duda es la desfinanciación por parte de los gobiernos nacionales “de los mismos con las mismas”, los responsables de que hoy la universidad sea una de las más costosas del país, donde la matrícula para un pregrado cuesta en promedio ¡1,6 millones de pesos el semestre! En un país donde, de acuerdo al analista económico Aurelio Suarez, el 85% de los asalariados gana menos de dos salarios mínimos; he aquí la privatización de la educación pública vía asfixia financiera.

Entendido esto se comprende con mayor claridad los recortes a las practicas extramuros, la disminución de grupos de investigación reconocidos por Colciencias, que el porcentaje de docentes de planta sea tan solo del 18%, la mala infraestructura, las altas matriculas y la falta de administrativos y docentes cada inicio de semestre, entre otros tantos males que aquejan la calidad de la educación en la universidad. Por eso, es tarea del movimiento estudiantil, los docentes y administrativos conocer el problema principal de la universidad, dejar su pasividad interna, para así vincularse a la lucha nacional por cambiar la ley 30 de 1992 y exigir la correcta financiación de la educación pública, única prenda de garantía para acabar la crisis. Adelante Unillanos.

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