El ataque con carro bomba ocurrido en la Escuela de Cadetes General Santander es el tercer atentado terrorista más devastador que ha sufrido la ciudad después de las bombas al Club el Nogal y al DAS. El hecho fue ampliamente cubierto por los principales medios de comunicación y ciudades como París, Londres y Nueva York, que conocen muy bien el efecto que produce el terrorismo en su sociedad, enviaron mensajes de solidaridad con las familias de las víctimas en un gesto de repudio al terror.
Recientemente se conoció un comunicado del grupo insurgente del ELN, que en su torpeza se atribuye este atentado argumentando que fue legítimo en el contexto de la guerra y no hubo víctimas civiles, a lo cual, manifiesto mi repudio y rechazo total. Los jóvenes caídos aún no se habían graduado como cadetes, no se encontraban en cumplimiento de operaciones militares en zonas de conflicto, estaban desarmados y el artefacto explosivo empleado en el atentado estaba por fuera de los tipos de armas convencionales, reconocidas por los organismos internacionales.
Sumado a esto, el ELN se encuentra en una enorme desventaja militar, de reiniciar una nueva etapa de conflicto bélico poco o nada podría hacer en contra de las fuerzas militares. La realidad política en torno a los acuerdos de paz estaba dada para que se reactivaran las negociaciones de Paz con el Gobierno Duque, quien con algunas prevenciones había manifestado seguir adelante con lo acordado. Un gesto de verdadera paz habría sido liberar algunos secuestrados que mantienen en su poder.
Este acto terrorista trasciende fronteras al considerar que buena parte del COCE (Comando Central) del ELN se encuentra en La Habana; servicios de inteligencia dan certeza sobre la presencia de estructuras de este grupo insurgente en la frontera de Colombia con Venezuela, operando incluso desde el país vecino, y que buena parte de su financiación se produce en los oscuros negocios que realizan con organizaciones de narcotráfico, principalmente de México.
En tal sentido, una nueva contraofensiva a este grupo insurgente se debe estructurar con un hábil trabajo diplomático que sume esfuerzos en la región y persiga a los responsables. El debate sobre el cumplimiento o no del protocolo firmado entre el gobierno Santos y el grupo guerrillero, no puede limitar a nuestros países amigos en su deber de perseguir y capturar a los responsables.
Ahora bien, existen tres tipos de terroristas: el primero es quien estructura el ataque, perpetua el atentado y a quien todos quieren llevar ante la justicia; el segundo, haciendo uso de material visual de daños materiales, muertos y heridos, difunde el miedo que el primero ya sembró, el morbo y amarillismo que transmite su mensaje promueve el miedo y la desesperanza; el tercero, y no menos dañino, es el político y líder de opinión, quien aprovecha la ola que producen los dos primeros para sacar provecho propio. Ninguno de estos tiene cabida en un proceso de unidad nacional.
Lo que ahora se viene para el país es rodear a nuestras fuerzas militares y confiar en la justicia. Seguramente el ELN intentará mostrarse fuerte, especialmente en las zonas donde tiene mayor presencia, quizás los ataques a oleoductos y secuestros no desaparezcan en el corto tiempo, pero como país no podemos perder la esperanza, esa que nos sacó delante de peores crisis y demostró la capacidad del pueblo colombiano de renacer.