Me causa preocupación y, en verdad mucha, que los niveles de argumentación se pierdan para ser reemplazados por formas que pueden ser contraproducentes; que lo que se establezca como mecanismo de inclusión, de diálogo, de experimento por la concordia, se torne en exclusión; sería como tirar a la lona al posible contrincante o, simplemente a quien se encuentre en la legítima oposición. Miren ustedes: siempre se ha buscado, por lo menos normativamente, en constituirnos como nación; los hacedores de civilidad, desde siempre acertaron cuando afirmaron que[1]: “La Constitución es una ley suprema –suprema en el orden de lo convencional o socia– que tiene por objeto constituir el Estado (…) debe comenzar por determinar y definir la nación. (…). La nación es la cosa histórica, el hecho social y político por excelencia; a ella están adheridos un nombre, una lengua, un cúmulo de tradiciones, una inseparable idea de existencia y honor, de derechos y deberes colectivos”. La nación, lo que concita a la unidad, que hace que las cosas se puedan organizar; reparen en que nos referimos a las notas que hacen unión histórica y, sobremanera, sociológica. No se trata de una quimera, un fantasma, un inasible, se trata de una realidad actuante, diferenciada, dinámica.
En la actualidad, quien representa, simboliza o encarna a la Nación, según el canon constitucional, es el Presidente de la República: ‘El Presidente de la República simboliza la unidad nacional y al jurar el cumplimiento de la Constitución y de las leyes, se obliga a garantizar los derechos y libertades de todos los colombianos’. No otro, diverso o delegable funcionario; es el Presidente de la República quien representa la Unidad Nacional.
Obvio, la teoría constitucional, la ciencia política, cuando refiere a la Unidad Nacional, no está apuntando a un partido, segmento o gestión política de acción, de fórmula –eventual– electoral. No. La Unidad Nacional consiste en el programa constitucional de conducción del Estado todo. Ni más ni menos. Una potencia del Presidente de la República o, en otras palabras, un carácter del cargo presidencial.
La Unidad Nacional consiste en el programa constitucional
de conducción del Estado todo.
Una potencia del Presidente de la República o, en otras palabras, un carácter del cargo presidencial
Un ciudadano, en el ejercicio de la democracia llega a la Presidencia de la República, se posesiona como Primer Magistrado de la Nación y, desde ese mismo momento, no es el Presidente de un partido, así sea el que lo llevó al cargo, sino el Presidente de los colombianos, el que simboliza la Unidad Nacional.
La Jurisprudencia constitucional, señala: ‘Según lo dispone el artículo 188 de la Constitución Política, el Presidente de la República simboliza la unidad nacional (…) responsabilidad política y jurídico-constitucional de quien simboliza la unidad nacional y se encuentra obligado al jurar el cumplimiento de la Constitución y la ley a garantizar los derechos y las libertades de todos los colombianos (art. 188 C.P.)’; observen ustedes señoras y señores al constituir el símbolo de la unidad nacional, el encargo, obligación, mandato es el de velar por los derechos y libertades de todos los colombianos. Tamaño compromiso y responsabilidad. Y, así las cosas, para poner un ejemplo, salido del mismo control constitucional, en punto a la libertad religiosa, lo que es lo mismo, al respeto por el Estado Laico, expresó: ´(…) resulta incongruente que "el Presidente de la República, en el contexto de la nueva Constitución, la cual lo califica como símbolo de una unidad nacional, basada en el concepto de diversidad, adopte posturas y actitudes, o cumpla cometidos legales, que niegan esa diversidad, (…). La presencia oficial del Presidente de la República, por mandato de la ley, en las ceremonias de carácter religioso de un credo determinado, cuya finalidad es la promoción de los símbolos de ese mismo credo, no resulta entonces compatible con la actitud imparcial que en esta materia se requiere del Jefe de un Estado laico".
Razón de más, que es lo que nos interesa por el momento y nos preocupa, para observar en la forma, disposición, carácter, cómo al invitar a aceptar –cualquiera sea el mecanismos- la negociación de paz de La Habana, se refiera a la oposición desde la arista agria de una risa que, en todo, borra el mandato: la Unidad Nacional, que ha de estar adherida –como de antaño se orden– a ‘un nombre, una lengua, un cúmulo de tradiciones, una inseparable idea de existencia y honor, de derechos y deberes colectivos’ y, bajo fundante postura de: ‘(…) garantizar los derechos y libertades de todos los colombianos’. Así, son las Posturas Políticas las que constituyen la Estructura de la Paz y no una sola razón que, como tal, tórnase excluyente.
[1] Samper, José María (1951) Derecho público interno en Colombia. Biblioteca Popular de la Cultura Colombiana, I, II . Ministerio de Educación, Bogotá. - See more at: http://www.bdigital.unal.edu.co/303/#sthash.LHLd7hfw.dpuf
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