La integración en Suramérica se mantiene como el gran desafío de la región que por ahora no ha dado los frutos que se esperaba. Dicha ausencia de integración entre los Estados de América del Sur llevó a la creación de Unasur, organismo que surgió como una idea en 2004 y que el 23 de mayo de 2008 en Brasilia se consumó con la aprobación del tratado constitutivo de la Unión de Naciones Suramericanas.
Desde su nacimiento se especulaban muchos posibles y futuros vicios en su funcionamiento. A esta instancia multilateral se le criticaba su inclinación ideológica, su exceso de burocracia y la falta de flexibilidad y autonomía para la toma de decisiones supranacionales.
Pasados los años se puede decir que no se equivocaron quienes tuvieron dichas consideraciones. Como lo relata el profesor Juan Gabriel Tokatlian en su columna, Bye Bye Unasur, la falta de pronunciamientos de Unasur en algunos casos y el exceso de los mismos en otras, empezaron desde muy temprano a mostrar por qué esta organización no iba a ser imparcial en su actuar. Ver como en 2009 cuestionó con vehemencia el acuerdo Colombia-Estados Unidos sobre las bases militares americanas en Colombia, pero no dijo nada respecto al acuerdo de instalar bases militares rusas en Venezuela deja entrever la ideologización de una entidad que perdía de a pocos legitimidad.
Hablemos de otro caso mencionado por el profesor Toklatan. El pronunciamiento de Unasur sobre los ejercicios militares de Gran Bretaña en las Islas Malvinas en 2009, pero el silencio frente al uso de la fuerza en Libia. Estos dos casos, solo por mencionar algunos, sin ahondar que sobre la situación interna de Venezuela en los últimos años no ha existido pronunciamiento alguno.
Sin embargo, el problema no es solo la ideologización, sino el exceso de burocracia en una organización que para el 2018 llegó a tener un presupuesto de US $9.786.876 anual, donde sin cuestionar si es mucho o poco, lo cierto es que es totalmente inoperante y ha causado que varios de los Estados que pertenecen y pertenecían dejaran de hacer sus aportes. Y lo que se concluye, deja más preguntas que respuestas. ¿Cómo es que Unasur está hoy en quiebra financiera? Pues cómo no estarlo cuando tiene cerca de 12 comités que no funcionan y adicionalmente el nivel de crisis por el que pasa ha llevado a que desde 2017 no haya sido elegido un Secretario General para la organización, entre otras porque las propuestas de algunos nombres puestos a consideración, como José Octavio Bordón, postulado por Argentina, no se aceptaron.
Finalmente, hay que mencionar la falta de flexibilidad de esta instancia multilateral. Silvana Insignares, doctora en Derecho de la Universidad de Valencia, señala que Unasur desde su tratado constitutivo evidencia el interés de los Estados por preservar sus competencias soberanas, sometiendo cada decisión, además de la unanimidad, a la revisión de cada uno de los Estados antes de proferir cualquier tipo de directriz, lo cual en circunstancias actuales hace que sea una organización inflexible y poco práctica, que no puede tomar decisiones y por tanto es inoperante, ineficiente y sobre todo incapaz de cumplir con la premisa fundamental de su creación: la de buscar la integración regional.
Bien lo dice el informe Global Americas: “Unasur hace más mal que bien a procesos democráticos”. O como el 12 de septiembre de 2018 lo señaló el canciller colombiano Carlos Holmes Trujillo en Arauca: “hoy Unasur es un cadáver insepulto”.
Hoy hay una camino abierto y este es Prosur. Esperemos que desde esta instancia pueda haber la tan esperada integración regional de los países suramericanos.