¡Qué sainete la política colombiana! Nada ha cambiado desde hace dos siglos. La política tradicional sigue siendo la misma farsa. Agrupada a conveniencia en partidos, diferenciados apenas por el color del trapo y el logotipo, mas nunca en lo fundamental. Su única ideología sigue siendo de bolsillo. En público sus miembros rebuznan, aparentando diferencias que aún engañan a los incautos. En sus clubes privados se ríen y se embriagan juntos, tal como lo que son: gemelos políticos vestidos de colores diferentes o como reza la casta popular: son la misma mierda con distinto olor.
El año pasado, en las elecciones presidenciales, se llevaron un mayúsculo susto que parece que no están dispuestos a volver a sufrir en las próximas regionales de octubre de 2019. La izquierda progresista representada por Gustavo Petro los asustó. Su votación creció exponencialmente frente al último resultado histórico de un candidato de la oposición alternativa. No obstante, al final como siempre y desde hace dos siglos, ellos volvieron a ganar, asustados pero ganaron, esta vez con una ventaja muy reducida frente al histórico.
En algunas zonas como Barranquilla y el Atlántico, por ejemplo, donde el imperio tradicional de una familia pisa fuerte con sus emblemas comerciales y políticos por doquier, Petro les ganó. Justo allí, donde ellos imponen su hegemonía de poder absoluto, donde todo huele al bolsillo de ellos. Allí, donde todo tiene su sello: para mercar, gobernar, trabajar, votar por su candidato, contratar... para la salud, la educación, la vivienda, la entretención popular con un equipo deportivo que representa a la ciudad, pero que es propiedad de ellos en lugar de una comunidad accionaria como debería ser.
Pasado el susto, aprendida la lección y ofuscados en su estirpe generacional, esta élite tradicional muy rápido ha procedido a cambiar la estrategia. No más candidatos rojos ni azules ni mezclados en el juego electoral entre ellos. De una, sin dilación y como en un coro de graznidos de rapiñas, han decidido acomodarse con la estrategia malsana del unanimismo, alrededor de un solo candidato que los represente a todos ellos; un personaje con perfil caritativo, aparentemente buena gente, fácil, llevadero, parecido a Duque. Un candidato para ser utilizado en beneficio propio, que garantice los intereses de ellos, eso sí, sin el riesgo Santista de la puñalada trapera que al final, como dicen ellos, lo único que dejó fue un inmerecido nobel para Santos y una maltrecha negociación de paz para Colombia.
Qué ironías tiene la arena política: la izquierda alternativa de Petro y compañía ha forzado a la derecha élite política tradicional a jugar juntos en la contienda electoral de octubre, mientras que por las toldas del espectro izquierdista y del centro progresista no se logra el consenso por razones de difícil e inexplicable entendimiento. Con razón alguna vez Aristóteles dijo: “El hombre es, por naturaleza, un animal político”.