Tras los resultados de las elecciones del pasado 27 de mayo en el ambiente se percibe mucha incertidumbre respecto de lo que podrá pasar el próximo 17 de junio en la segunda vuelta. Aunque algunas personas, en una actitud un tanto triunfalista (o resignada), proclaman a Duque como el próximo presidente, algunos soñadores, como yo, todavía creemos que la remontada se puede lograr.
Es el momento de que las personas que queremos un cambio de verdad, nos unamos para hacer frente a las maquinarias y el poder político de quienes encabezan la contienda. Aunque con tristeza se ha visto que muchos electores de sectores alternativos se encuentran indecisos de cara a la segunda vuelta, con esperanza se siente en el ambiente que la anhelada unión se va a dar, sin que necesariamente sea desde los candidatos, sino desde la base del electorado, con el paso de las horas se cierran las heridas del domingo y se mira nuevamente al frente con ilusión y optimismo.
Se ha mencionado que la campaña "más bonita de la historia" se acabó el domingo, contra esto considero que la campaña más bonita apenas acaba de nacer. Es aquella en la que todas las fuerzas alternativas, el voto de opinión, el voto joven, la periferia de Colombia y los soñadores del centro del país se unen para decir "aquí estamos, estamos vivos y vamos por más", porque quien lucha puede perder, pero quien no lucha ya está perdido.
Bonito es ver a la guardia indígena organizar la logística de las diferentes reuniones en las plazas del país, abarrotadas de gente que aún sueña con transformar la historia. Bonito es que las minorías étnicas, sexuales, políticas y religiosas compartan un sueño en torno a una idea, porque ya no se trata de Gustavo Petro, ahora se trata del país diverso, pluralista y progresista que soñamos.
Nos han sembrado miedo, nos quieren seguir oprimiendo, nos quieren aplacar para que nuestra voz siga sin escucharse. Nos han hecho creer que tener conciencia de clase es ser un comunista mamerto mantenido, que quiere que le regalen todo porque no quiere trabajar, cuando justamente no tener conciencia de clase es lo que ha significado que nos gobiernen a sus anchas, mientras tras vestidores mueven sus hilos para seguir adueñándose del país. Nos han hecho creer que señalar con nombre propio la corrupción en Colombia es incitar al odio, cuando esto tan solo es reclamar justicia.
Amigos, dejemos a un lado el egoísmo para darle paso a la unión, aquella que en cabeza de Sergio Fajardo se hubiera consolidado porque la Colombia Humana la estaría respaldando sin contemplaciones hasta el final, pero que ahora muchos abandonan porque no gira en torno a quien ellos preferían o porque han perdido "La Fuerza de la Esperanza" y tal vez ahora creen que la victoria es imposible. No es tiempo de desfallecer cuando nunca antes habíamos estado tan cerca, todavía hoy, en cabeza de Gustavo Petro, podemos darle un vuelco a la política nacional, todavía podemos cambiar la historia y reabrir el panorama para que en el futuro estas fuerzas alternativas lleguen con la misma convicción a seguir construyendo un mejor futuro para toda nuestra nación.
No podemos negarle al país una transformación histórica, que se debe a sí mismo, solo por el hecho de no poder conciliar nuestras diferencias, que en la realidad son más pequeñas de lo que en nuestras mentes imaginamos. En este punto ya no importa si el nombre Fajardo, Vargas Lleras o De la Calle se unen a esta lucha, importa que se unan sus electores, quienes representan la matemática suficiente para salir victoriosos el próximo 17 sobre el oscurantismo que nos ciñe.
Más allá del concepto negativo que algunos puedan tener sobre el liderazgo ejercido por la Colombia Humana y, principalmente, sobre Gustavo Petro, no podemos permitirnos equipararlo con el paramilitarismo, la parapolítica, las zonas francas, las chuzadas, las notarías, las masacres, el desplazamiento forzado de millones de campesinos y los falsos positivos que engendra el líder de nuestros contendores. Lo queramos aceptar o no, el M-19 nunca llegó a tanto, porque los desaparecidos del Palacio de Justicia cayeron a manos del Estado, no de quienes lo ocuparon, porque tampoco podemos equiparar a las FARC con el M-19 que son guerrillas con un trasegar bien diferente, esta última, progresista al punto de lograr cambiar la constitución para crear la de 1991, sin desconocer los errores y desaciertos que seguramente cometieron.
No le podemos fallar a las madres de los falsos positivos, a los familiares de las personas que fueron masacradas por los paramilitares con la complicidad del Estado, a todas esas familias que han sido expropiadas por cuenta del clientelismo armado para favorecer a una clase política corrupta con mucho poder en nuestro país, yendo en detrimento de su pueblo, ¡olvidado pueblo!, relegado durante más de 200 años de historia.
No le podemos fallar a aquellos que aún sueñan con un país mejor, no en vano la Colombia Humana se impuso en las zonas periféricas del país, esas apartadas, olvidadas por el Estado, allá donde nosotros nunca hemos llegado, como tampoco llegó el desarrollo, ni las oportunidades, allá donde también hay colombianos, aunque para el gobierno sean tan solo una estadística.
Este no es momento de "sentar un precedente" ni de querer ser "cool" votando en blanco porque "los extremos no nos convienen", tampoco es momento de querer hacer una protesta simbólica anulando el voto, porque los líderes sociales no fueron asesinados simbólicamente, porque en el Cauca a los indígenas no les han quitado la tierra simbólicamente, porque en el Catatumbo los campesinos no arriesgan simbólicamente su vida luchando por ser libres. Esa es la Colombia que nos necesita.
No nos dejemos engañar más, los seguidores de Petro no queremos nada regalado, pero sí queremos que nos den la oportunidad a todos de ganarnos las cosas por nuestra cuenta, porque la clase política le ha negado esa posibilidad al pueblo durante mucho tiempo y lo seguirá haciendo mientras pueda, pero nunca antes habíamos estado tan cerca de transformar esa realidad a través del sistema electoral. No nacimos para trabajar 10 horas y ganarnos el mínimo, ni mucho menos para que eso nos enorgullezca, la vida es mucho más que eso.
No tengo ni un solo amigo uribista que se pueda contar entre la élite de este país, y aunque entiendo la posición de algunos de ellos que vivieron las bondades del gobierno de Uribe, bien sea porque los liberó del karma que representaba la guerrilla en sus municipios, o les permitió trabajar por las carreteras dejando el miedo atrás, la gran mayoría de mis amigos uribistas se cuentan entre aquellos que no tuvieron oportunidades para acceder a la educación superior de calidad, aquellos que, como yo, no saben si se van a pensionar, ni son dueños de medios de producción ni les abundan oportunidades laborales dignas para emplearse. A todos los respeto, porque tienen derecho a pensar diferente y elegir, pero esta lucha, aunque algunos no la compartan ni la crean pertinente, también es por su bienestar.
Estamos a tiempo de obtener la victoria en segunda vuelta, pero esto solo será posible si en nombre de la Colombia oprimida nos unimos para quitarle la dirección del país, al menos por cuatro años, a quienes tanto daño le han hecho. Basta ver por quiénes están rodeados cada uno de los candidatos en sus tarimas, para que se den cuenta que aquí no se enfrenta la izquierda y la derecha, se enfrenta la Colombia periférica, históricamente olvidada y las minorías de la nación, contra la clase dominante, la élite política y los dueños de los medios de producción a quienes les conviene mantener al pueblo estático y sin posibilidad de revelarse, para seguirlo controlando.
Hoy en día, abstenerse, anular o votar en blanco significa, indirectamente, favorecer la campaña contra la que lucharon al depositar su voto por líderes alternativos como De la Calle y Fajardo.
Unámonos, cambiemos el país, se los pido por favor.