Hace 40 años Colombia era muy distinta de Venezuela y esa diferencia las beneficiaba a ambas. Venezuela disponía de una industria petroquímica alimentada por la segunda reserva de petróleo mayor del mundo. Colombia, en cambio, aunque tenía petróleo, era sobre todo un país agrícola que contaba con una industria manufacturera nada desdeñable, cuyo primer mercado de exportación era precisamente el país hermano que, además, era elegido como destino de emigración por muchísimos colombianos faltos de trabajos bien remunerados en su propia tierra.
Hoy, después de tres décadas largas de a rajatabla del modelo neoliberal en la economía y la política Colombia sea ha convertido en una Venezuela de segunda, cuyo principal producto de exportación es el petróleo (40 % del total) cuyas reservas se han reducido hasta tal punto que Ecopetrol ya ha contratado la utilización del fracking para explotar las reservas residuales del volátil “oro negro”. Y cuya agricultura e industria sufren los efectos negativos de unos tratados de libre comercio ciertamente desventajosos. Hoy debemos importar el 30 % de los alimentos que consumimos a pesar de que en estos 40 años la expansión de las tierras aptas para la agricultura y la ganadería se han incrementado en más del 50 %. Y la industria manufacturera no es que se haya estancado, sino que ha retrocedido seriamente debido a la desprotección en la que la dejaron los tratados ya mencionados y los privilegios políticos y legales de los que goza el capital financiero, capital especulativo donde los haya. Para nuestra desgracia hoy es mejor especular que invertir productivamente.
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Después de tres décadas largas de a rajatabla del modelo neoliberal en la economía y la política Colombia sea ha convertido en una Venezuela de segunda, cuyo principal producto de exportación es el petróleo
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El objetivo del Pacto Histórico es revertir esta deplorable situación relanzando la agricultura, para alcanzar y garantizar la soberanía alimentaria, y haciendo lo mismo con la industria manufacturera con el fin de incrementar significativamente su capacidad de satisfacer la demanda de productos industriales de un mercado nacional en expansión. De generar exportaciones intensivas en capital y de servir de estímulo y plataforma para el desarrollo de un aparato científico- técnico capaz afrontar los desafíos de la sociedad del conocimiento.
No son tareas fáciles que puedan resolverse en el corto ni siquiera en el mediano plazo, como lo demuestra la férrea oposición a la muy modesta reforma tributaria presentada por el gobierno de Petro al Congreso que no impidieron aumentar lo que se debiera los impuestos a las multinacionales y mucho menos a los latifundistas. Ambos son beneficiarios de un porcentaje desproporcionado en el reparto de la renta nacional, que drena seriamente los recursos de los que debería disponer la nación para afrontar los desafíos señalados antes, así como para proceder a una más que necesaria redistribución del ingreso. No olvidemos que somos el segundo país del continente con mayor desigualdad social. Es tarea de los partidarios y militantes del Pacto Histórico de reducir cada vez más, en estas y en las siguientes elecciones, el número y el papel de los representantes políticos tanto de los unos como de los otros con el fin de quitarles su actual capacidad de bloquear en el Congreso los cambios indispensables para cambiar la compleja arquitectura legal de un régimen político y económico diseñado deliberadamente para garantizar a perpetuidad los beneficios excesivos de las multinacionales y los latifundistas.
En esta perspectiva de largo plazo hay que incluir un replanteamiento a fondo de nuestra relación con Venezuela. El presidente Petro ha dado un importante paso reconociendo a su legítimo gobierno, restableciendo las relaciones diplomáticas y abriendo la frontera. Ha obrado de acuerdo al derecho internacional y a los intereses del país. Pero es solo un primer paso. Hay que ir mucho más lejos e intentar consensuar con ella una estrategia de desarrollo sostenible que combine nuestra tradición agrícola e industrial con su notable experiencia en la industria petroquímica. En la que desempeñaría un importante papel que los intercambios comerciales de todo tipo entre nuestros dos países se nominaran tanto en bolívares como en pesos. El primer paso para el establecimiento de una moneda común.