Un 7 de diciembre, hace 10 años precisamente, falleció Henry Holguín Cubillos en la lejana Guayaquil. Este fue el hombre que al asumir el cargo de editor general del periódico Extra lo puso a vender 220.000 ejemplares por día y hasta 300.000 los lunes. Además de las crónicas y las noticias de alto vuelo sensacionalista, publicaba atrevidas sexifotos de despampanantes mujeres, lo mismo que su muy leida y temida columna El verdugo.
Allá le creyeron en su propuesta y filosofía de ofrecer "periodismos sensacionalista, pero con respeto por la verdad". Su estilo consistía en hacer énfasis en detalles que movían los sentimientos o generaban sorpresa. Insistía en que la verdad de los hechos siempre tenía zonas escondidas para quien no fuera periodista agudo y para quien no tuviera alma de reportero.
Cuando leí que había muerto no creí, porque a Henry Holguín ya lo habían matado varias veces en titulares de prensa. Además, había sobrevivido a 7 atentados, a 9 balazos. "Algunos plomos los tengo incrustados porque es muy peligroso sacármelos", me dijo cierta vez en una de esas charlas largas que solíamos tener en una bohardilla o ático en Urdesa Norte, donde me alojó largo tiempo cuando también incursioné en el periodismo en Guayaquil para el periódico Expreso, propiedad de la Familia Martínez Marchan, los mismos dueños del Extra.
Tampoco creí que el ñaño, como le llamaba, había muerto porque había sobrevivido a infartos y a cirugías de corazón abierto. Solo lo acepté cuando me lo confirmó Olmedo Feria, un talentoso y loco reportero gráfico caleño capaz de jugarse la vida para cumplir con tareas que Henry le encargaba cuando sabía que nadie más podía cumplir esa misión. Se admiraban mutuamente... A propósito, va un saludo bien especial a Olmedo donde quiera que esté. Sabe cuánto lo aprecio y cuánto nos dolió la partida de Henry.
Los dos periódicos, Extra y El Expreso, tienen modernas sedes en el mismo lugar, en el kilómetro 2.5 de La Vía a Daule. Recuerdo aquella noche en que participamos en la fiesta de inauguración. Estaba todo vestido de blanco y fui testigo de la profunda admiración y respeto que se había ganado. Curiosamente ese fue mi primer día de trabajo como editor de El Expreso. Lo querían, por eso decidió quedarse allá, donde su vida estaba más lejos de la zozobra, de las amenazas y los atentados que caracterizaban su vida en Cali, ciudad a la que amaba y donde quiso ser el primer alcalde por elección popular. Estuvo a muy pocos votos de lograrlo.
Su campaña la cobijó bajo el lema: "El que tenga miedo que se compre un perro". Lo derrotó Carlos Holmes Trujillo García y entonces Henry siguió en lo suyo, en la radio, en los periódicos y en las revistas; mejor dicho, en el periodismo.
Tal, como Henry lo había pedido, fue sepultado en un pequeño cementerio en Pueblo La Cruz, en la provincia del Guayas. Allá acostumbraba a ir a disfrutar de los paisajes, de hitos culturales, del océano Pacífico con sus bucólicos atardeceres y en especial de las conversaciones con pescadores curtidos de tirar redes. Eran encuentros con la felicidad. Por eso quisto que lo sepultarán allí.
En Pueblo La Cruz en una modesta tumba quedó uno de los cronistas más grandes de Colombia, al menos así lo consideran otros maestros del calibre de Juan Gossain y el propio Daniel Samper.
El corazón le hizo una mala jugada mientras estaba trabajando en las instalaciones del Extra. Lo llevaron al Hospital Universitario, donde el personal de la salud no pudo ganarle a la parca esta vez. Se fue a sus 63 años. Había nacido el 14 de octubre de 1949 y las huellas de su quehacer en el periodismo quedan en un rosario de medios y siempre marcando diferencia.
El pasado 7 de diciembre prendí una velita a su nombre. Sus recuerdos están siempre que emprendo una crónica con características especiales... ¡Va un abrazo a donde quiera que esté, ñaño!