Un par de notas, como sin querer queriendo. En el año 2015 se cerró la última mina de carbón en Inglaterra, donde llegó a haber 3.000. Todo el mundo ambientalista celebró ese acontecimiento. Sin embargo, como el carbón es un elemento indispensable para la fundición de acero, hierro, y aluminio, y hay varias termoeléctricas en funcionamiento, Inglaterra importa hoy dos millones de toneladas anuales de sitios con menos escrúpulos ambientalistas como Turquía, Ucrania y Colombia. Pero como la guerra en Ucrania lo ha trastocado todo, resulta ahora que Inglaterra contempla abrir en Whitehaven (región de Cumbria) una mina de carbón, proyecto que crearía seiscientos empleos directos con salarios de hasta setenta mil euros al año y hasta mil seiscientos indirectos. Los ambientalistas están iracundos. Los precios del carbón se han disparado y se cree que las importaciones europeas de carbón térmico en 2022 podrían aumentar a unos 100 millones de toneladas, la mayor cantidad desde 2017.Cabe anotar que las importantes reservas de carbón de Colombia se han valorizado tremendamente y necio sería no explotarlas, como el mismo presidente Petro lo ha dicho.
Otra nota. Los ambientalistas en Francia han estimado que cada francés produce en promedio 10 toneladas de CO2, la mitad en trasporte y alimentación. Los más ricos producen 25 y los más pobres 5, así que es mayor la posibilidad de reducir la huella de carbono en los altos consumos. Pero las experiencias singulares de modificar la vida cotidiana no utilizando aviones ni automóviles para el transporte, ni consumiendo carne (el ganado es fuente productora de gas metano, 25 veces más contaminante que el CO2) o aislando los hogares en verano e invierno para consumir menos energía en el control de la temperatura interna, han probado ser engorrosas, costosas y de alto consumo de tiempo personal y familiar.
Otra nota. Para guardar y transmitir la energía solar y eólica, se necesitan baterías, cuya fabricación requiere níquel, litio, cobalto y aluminio, cables de acero, de cobre o de aluminio, torres de acero y hormigón, transformadores hechos con metales ferromagnéticos. O sea, la transición energética no se puede hacer sin la minería extractiva. Y una más, la Conferencia Internacional sobre cambio Climático, COC26. Que acaba de terminar en El Cairo no llegó a ningún acuerdo diferente de los ya existentes y ya incumplidos, sobre limitar las emisiones de los grandes países contaminantes, algunos de los cuales ni siquiera asistieron. Solo se estableció un fondo cuyas contribuciones están en cero, para que los ricos financiaran las calamidades climáticas de los pobres.
Esta larga introducción para poner en contexto otro de los pilares fundamentales de la agenda del gobierno Petro: la transición energética y la creación de energías limpias. El discurso ambientalista del gobierno es impecable. Coherente con las solicitudes de los países en vías de desarrollo o muy pobres frente a los países industrializados, principales responsables de la polución; y coherente con la agenda ambientalista internacional, con poderosas organizaciones en países desarrollados. Pero todo ello es como si se advirtiera de un gran peligro que no es posible evitar, por la complejidad de los medios para impedirlo. La vida en el planeta está amenazada debido al calentamiento global, con la ayuda del hombre, en un proceso casi sin reversa pero que no parecería inminente.
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La huella de carbono en Colombia, donde el 60 % de su energía proviene de hidroeléctricas, no es tan importante internacionalmente como un audaz liderazgo continental en la protección de la selva amazónica
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Y es cierto que hay que tomar las debidas precauciones, cada quien según sus necesidades y condiciones. Por ejemplo, la reducción de la huella de carbono en Colombia, donde el 60 % de su energía proviene de hidroeléctricas, no es tan importante internacionalmente como lo sería un audaz liderazgo continental en la protección de la selva amazónica, que es parte de su territorio; millonario esfuerzo que podría ser compensado internacionalmente con la reducción de su deuda externa. O sea, que el rescate de la amazonia la paguen los grandes contaminantes, como también lo ha pedido el presidente Petro. Y en cuanto al petróleo y al carbón, de donde vienen nuestros principales recursos externos, toca seguirlos explotando en las condiciones ambientales más seguras posibles, pues con sus actuales altos precios pueden ayudar a financiar la solución a nuestro principal problema que no es la disminución de la huella de carbono sino de la huella de la pobreza.
Así, que como sucedió con la reforma tributaria y va a suceder con la reforma política, la de la salud y la de las pensiones, la agenda energética también hay que aterrizarla de barrigazo en la pista del centro político, porque esa transición, que al menos tomará una generación, sí que va para largo.